Esa es para mí la maravilla de la diferencia expresada en pocas palabras: “aportar desde distintos ángulos a la sociedad”. El conocimiento de deferentes culturas, de diferentes ideas, de diferentes opiniones, nos hacen más ricos a todos. Pero esa diferencia implica sólo diferencia, no desigualdad, sólo en el compartir las diferencias de igual a igual, se puede llegar a un mayor conocimiento, a una mayor calidad de personas y a una mejor calidad de vida.
También hay quien piensa que la diferencia ha de tener otro tratamiento, el de la desigualdad precisamente, el de tratar a cada persona según convenga, al rico y poderoso con entregado servilismo, mientras que al ciudadano normal se el convierte en “villano”, en siervo.
Hay quien diferencia a las “personas de bien” y por lo tanto merecedoras de todos los derechos, del resto de personas –se supone que “de mal”- y que han de ser desposeídas por tanto de todo derecho, el reparto de derechos y deberes quedaría en personas con derechos, personas de bien, y personas con obligaciones, el resto.
Frente al frescor de la pradera repleta de diversas flores, frente a la alegría del colorido, se pretende imponer el sabor acre y el escozor en los ojos del sudor de los desposeídos.
Pero tampoco todas las reconocidas como personas de bien han de tener el mismo tratamiento, mientras a unas se las expulsa del manto protector de la familia, a otras, hagan lo que hagan, se las ampara hasta el punto de superar el fuego purificador, o quemarse en el intento.