La Tierra, el gran ente terrestre, es maltratada diariamente por el hombre. En sentido figurado ella posee sus órganos y su aparato circulatorio: los mares, los lagos y ríos, las venas de agua, los campos magnéticos terrestres, el polo norte y el polo sur, los reinos de la naturaleza y otras cosas más. En sentido figurado esto significa que el ser humano está haciendo constantemente “trasplantes de órganos” sobre y bajo la Tierra.
Los efectos los está experimentando mucha gente a diario en los diferentes continentes.
Cada continente tiene su campo magnético especial, que de acuerdo con sus metales allí acumulados, minerales y riquezas del subsuelo, emite vibraciones que son transmitidas por las corrientes magnéticas a toda la Tierra y a todo lo que vive en ella, a los hombres, animales, plantas y piedras. Si se intercambian enormes cantidades de riquezas del subsuelo entre los continentes y por su parte son transformadas, es decir, preparadas, elaboradas y utilizadas correspondientes, entonces se altera la intensidad de irradiación de los continentes de los cuales fueron extraídas y en aquellos en los que son almacenadas o utilizadas.
Lo que no es eficaz para el hombre tampoco es provechoso para la Tierra. Y lo que no es provechoso para la vida en la Tierra, tampoco es eficaz para el hombre. El ser humano es sin más remedio un producto de esta Tierra y por consiguiente idéntico a ella. Si la Tierra está enferma, el producto, el hombre, también enfermará.