La exsecretaria británica para Irlanda del Norte Mo Mowlam, quien jugó un papel fundamental en el proceso de paz de esta provincia, murió el viernes 19 de agosto en Inglaterra a los 55 años.
Mowlam, popular y extrovertida, estuvo en el Gobierno de Tony Blair durante cuatro años, desde 1997, tras haberse recuperado de un tumor cerebral. Antes de retirarse de la política en 2001, encabezó una encuesta para suceder a Blair como primera ministra.
Blair la cambió de ministra para Irlanda del Norte en 1999 a un cargo ministerial menor. Su última etapa en el Gobierno se vio manchada por una serie de informaciones anónimas contra ella.
En el camino a la victoria del Partido Laborista en 1997, Mowlam sólo les informó de su estado de salud a su marido y a Tony Blair, y solamente se volvió de público conocimiento cuando un diario empezó a hacer comentarios sobre su aumentos de peso y su aspecto desmejorado.
Una vez en el Gobierno, tomó el arriesgado paso de visitar a los duros paramilitares probritánicos en la prisión de Maze en el Ulster, antes del acuerdo de Paz del Viernes Santo, en 1998.
Convenció a estos paramilitares de apoyar el proceso de paz que apuntaba terminar con 30 años de enfrentamientos sectarios.
El primer ministro irlandés, Bertie Ahern, dijo que la noticia de la muerte de Mowlam sería recibida con tristeza por cualquiera que la conociera.
“Mo Mowlam trabajó incansablemente en las negociaciones del acuerdo del Viernes Santo”, afirmó.
“Como secretaria de Estado (ministra) para Irlanda del Norte, estaba preparada para asumir riesgos por el proceso de paz, riesgos para asegurar el acuerdo y riesgos para implementarlo”, agregó.
Reg Empey, líder del Partido Unionista del Ulster, declaró a Sky Television: “Fue una figura grandiosa. No tenía el tipo anquilosado de un típico ministro de gabinete”.
Sufrió con dignidad
Mowlam, que desde hacía años padecía un tumor cerebral, falleció en el centro oncológico Pilgrim Hospice de la ciudad de Canterbury, en el condado de Kent, en compañía de su marido, Jon Norton, que desde hacía días no se separaba de su lecho.
Los tratamientos de radioterapia habían afectado su equilibrio y, a principios de este mes, sufrió una caída que la dejó inconsciente, y de la que ya no se recuperó.
Primero se le atendió en el hospital King”s College de Londres, pero, cuando se constató que su estado era terminal, fue trasladada al centro de Canterbury, donde hace unos días se le retiraron los alimentos para cumplir su voluntad de no ser mantenida con vida en caso de empeorar su estado.
En sus últimas horas estuvo acompañada de su familia y amigos, que hoy pidieron al público que deje de enviar flores y sugirieron que, como alternativa, hagan una donación al Pilgrim Hospice. «La familia agradece las tarjetas, mensajes, flores y muestras de apoyo recibidas en los últimos días y quiere anunciar que, aunque el funeral será privado, en los próximos meses se celebrará una ceremonia» abierta al público, indicó el portavoz.
La salud de la ex ministra se había deteriorado en los últimos tiempos, después de que en 1997 se le diagnosticara un tumor cerebral que no le impidió ejercer su cargo de ministra para Irlanda del Norte durante el primer mandato de Blair.
Una gran persona
Mowlam será recordada como la ministra que, con su carisma y franqueza, abrió la puerta a la paz en Irlanda del Norte después de treinta años de violencia. Como responsable de la provincia durante el primer Gobierno de Tony Blair, Mowlam facilitó la firma del histórico «Acuerdo de Paz de Viernes Santo» (1998), que culminó el pasado 28 de julio con el anuncio del Ejército Republicano Irlandés (IRA) de que abandona la lucha armada.
Mowlam fue una de las figuras más populares del Nuevo Laborismo de Tony Blair, con quien tuvo varios encontronazos y al que criticó su política «presidencialista». En 1999 fue relevada en la cartera por Peter Mandelson, actual comisario europeo de Comercio y, frustrada, en el 2001 dejó su escaño en el Parlamento después de catorce años. Conocida por su habilidad comunicadora, fue militante convencida en las campañas antinucleares en el Reino Unido y contra el régimen de Sudáfrica.
Pese a pertenecer al Partido Laborista desde 1969, no fue hasta 1987 cuando entró en la Cámara de los Comunes, donde, cinco años más tarde, se convirtió en portavoz para Irlanda del Norte del equipo de Blair en la oposición.
La victoria del Partido Laborista en las elecciones de 1997 catapultaron su carrera política al convertirla en ministra. Desde su cargo, Mowlam encabezó en gran medida las negociaciones del Gobierno británico con el Sinn Fein, brazo político del Ejército Republicano Irlandés (IRA), así como con el resto de los partidos norirlandeses.
Hay muchas anécdotas sobre esas primeras reuniones: una vez, para aliviar la tensión, Mowlam se quitó la peluca y, en otra ocasión, llamó «baby» al número dos del Sinn Fein, Martin McGuinness. Casi siempre se descalzaba durante las negociaciones.
Ese diálogo, destinado a acabar con la violencia en el Ulster, propició un alto el fuego del IRA y un histórico pacto suscrito por la mayoría de formaciones políticas el 10 de abril de 1998, conocido como «Acuerdo de Paz de Viernes Santo».
El contenido de ese pacto incluía un referéndum para celebrar unas elecciones en Irlanda del Norte, que llevaron al nombramiento del líder unionista David Trimble como ministro principal de la provincia. Por ese logro y sus formas desenvueltas, Mowlam disfrutó en ese momento de una popularidad en el Reino Unido igual o superior a la Tony Blair, lo que le valió algún que otro rifirrafe con el primer ministro.
Sin embargo, la negativa de Trimble a compartir el poder con el Sinn Fein impidió la formación del Gobierno autonómico, por lo que Mowlam recibió entonces buena parte de las críticas por ese fracaso.
El 4 de septiembre del 2000, Mowlam anunció su decisión de no presentarse a las elecciones y abandonar su carrera política por motivos personales. A partir de entonces, se dedicó a apoyar una campaña contra la guerra en Irak y a criticar el estilo individualista de Blair, que, en su opinión, perjudica al Partido Laborista.
Antes de morir pudo ver culminados sus esfuerzos por la paz en Irlanda del Norte cuando, el 28 de julio, el IRA anunció que dejaba las armas y se acogía a la vía política.
http://www.larazon.es/noticias/mo.htm
http://www.20minutos.es/noticia/42952/0/IRLANDA/MOWLAM/MUERTE
Artículo de opinión personal
Irak no es la amenaza
Por Mo Mowlam
(The Guardian, 5 de septiembre de 2002)
"Todo este asunto no tiene nada que ver con ninguna amenaza de Irak: no existe tal amenaza. No tiene nada que ver con la guerra contra el terrorismo o con la moralidad. Sadam Husein es obviamente un hombre pernicioso, pero cuando le vendíamos armas para que mantuviera a los iraníes en su sitio lo era tanto como hoy. Era un instrumento entonces y lo es ahora. Del mismo modo que sirvió a los intereses occidentales entonces, es ahora el sujeto de la distracción mañosa para proteger el abastecimiento del petróleo occidental".
Según escucho las palabras de la Administración Bush sobre Irak, aumenta mi alarma. Parece reinar la confusión, pero la inexorable determinación de que van a lanzar un ataque militar prevalece. La respuesta del gobierno británico parece igualmente confusa y sólo espero que la determinación de atacar finalmente Irak no sea la piedra angular de su política. Resulta difícil imaginar en la actualidad que George Bush pueda retirar sus belicosas palabras y salvar la cara pero espero que ello sea posible. De no ser así, temo enormemente por Oriente Medio y también por el resto del mundo.
Lo que resulta más escalofriante es que los halcones de la Administración Bush deben conocer los riesgos que implica. Deben de ser conscientes del temor de Egipto y Arabia Saudí por las revoluciones que una guerra contra Irak puede desatar, por los gobiernos pro-occidentales que puede deponer y el reemplazo de regímenes fundamentalistas islámicos anti-estadounidenses que podrían establecerse en su lugar. Se debe recordar la revolución islámica de Irán. El Sha contaba con el respaldo de EE.UU. pero no pudo mantenerse contra la voluntad del pueblo. Por ello, estoy seguro de que [los halcones de Bush] comprenden las consecuencias de sus acciones, de las cuales me temo lo peor. Y estoy llegando a la conclusión de que deben querer crear tal caos.
Las muchas palabras que se están pronunciando sobre Sadam Husein al respecto de que tenga armas de destrucción masiva -las cuales no son nunca respaldadas por signos de evidencia- significan muy poco. Incluso si Sadam las tuviera, ¿con qué propósito podría querer utilizarlas? Sabe que ante cualquier movimiento para ocupar los campos de petróleo de los países vecinos la totalidad del mundo occidental se alinearía en su contra. Sabe que si atacase a Israel ocurriría otro tanto. Las comparaciones con Hitler son necias -Hitler pensó que podría ganar; Sadam sabe que no puede. Incluso aunque tuviera armas nucleares no puede ganar una guerra contra EE.UU. Pero EE.UU. puede contenerlo fácilmente. No necesita forzarle a tal irracionalidad.
Arabia Saudita, el país clave
Pero eso parece ser lo que Bush quiere hacer. ¿Por qué está tan decidido a correr el riesgo? El país clave en Oriente Medio en lo que respecta a EE.UU. es Arabia Saudí: el país con las más grandes reservas de petróleo del mundo, el país que ha sido adiestrado para calmar los mercados del crudo produciendo más cuando los precios son demasiado altos y menos cuando hay un exceso. La familia real saudí ha sido reconocida con el galardón de ser la mejor amiga de Occidente por su cooperación. No preocupa que el gobierno no sea democrático y que vulnere los derechos humanos ni que sea un bastión de una forma extrema del Islam. Con el apoyo estadounidense considera que el régimen puede ser protegido y hará lo que sea necesario para garantizar un abastecimiento de petróleo a Occidente a precios razonablemente estables.
Desde el 11 de septiembre la Administración Bush ha ido dándose cuenta progresivamente de que el régimen saudí es vulnerable. Tanto en la calle como en las familias dirigentes -incluida la familia real- se perciben voces anti-occidentales. Osama ben Laden no es más que un ejemplo prominente. La historia de amor con EE.UU. llega a su fin. Los informes acerca del traspaso de millones de dólares de inversiones saudíes desde EE.UU. [a otros países] podrán ser difíciles de cuantificar pero son reales. La posibilidad de que la mayor reserva petrolera del mundo caiga en manos de gobierno militante del islamismo y anti-norteamericano se hace probable y eso es inaceptable.
Los estadounidenses saben que no pueden aceptar tal revolución. Por ello deben contar con poder controlar los campos de petróleo saudí si no al gobierno. Y qué mejor manera de hacerlo que teniendo una gran fuerza militar sobre el terreno cuando pueda tener lugar esa quiebra. En nombre de la salvación de Occidente esos bienes vitales podrían ser ocupados y controlados. EE.UU. no tendrá que depender nunca más de una corrupta e impopular familia para mantener el abastecimiento de petróleo barato. Si se crea el caos en la región, las fuerzas armadas en la región podrán ser consideradas como las salvadoras globales. Bajo la cobertura de la guerra contra el terrorismo, podría lanzarse la guerra para asegurar el abastecimiento petrolero.