El Presidente Zapatero, cero patatero. Decir, como ha dicho, que el caso de Roquetas demuestra la tolerancia cero que el Gobierno tiene ante la tortura es de un cinismo insoportable. Que se lo digan a Juan Martín, "abridas todas sus venas y rompidas sus entrañas" por buscar amparo en el cuartel de la guardia civil de su pueblo.
Que se lo digan al relator de la ONU contra la
tortura, que año tras año pide al Gobierno español la adopción de medidas
que harían prácticamente imposible la tortura. Medidas que jamás se cumplen.
Sin explicaciones. No se cumplen. Que se lo digan al Comité de la ONU contra
la tortura, cuyas parecidas exigencias son ignoradas, como se ignora el peso
del colibrí. Que se lo digan a Amnistía Internacional, cuya insistencia en
el establecimiento de fórmulas que impidan el placer de los verdugos ante la
agonía y la muerte de sus víctimas es sistemáticamente ignorada. Que se lo
digan a aquellos tres muchachos que comenzaron su agonía y su mjuerte "sin
acusación ni causa alguna" en el mismo cuartel de Roquetas desde donde los
llevaron, por ordenes del "héroe" Castillo Quero, a Torregarcía para
descoyuntarlos y quemarlos sin más testigos que la playa, las olas y el
desierto. ¿Tolerancia cero? Cero patatero.
Mientras no exista una verdadera movilización popular contra la
arbitrariedad y la iniquidad, todo seguirá igual. Lucharon más por el
derecho los ciudadanos que se manifestaron indignados ante el cuartel. Mucho
más que los fiscales, los jueces y los dirigentes políticos. Esos ciudadanos
valientes y dignos representaban la auténtica justicia y el esplendor del
Estado de Derecho. Aquellos hombres y mujeres libres merecen el honor y el
aplauso de sus conciudadanos. Quebraron el miedo en defensa de la libertad.
Ejercieron las viejas libertades republicanas. Ante todas, la libertad
política, que es la propia del pueblo soberano.
Ihering dio en esta lucha por el derecho un deber que tiene todo ciudadano
que se ve atacado en su derecho, para consigo mismo y para con la sociedad.
Es la verdadera garantía social de los derechos y de las libertades. Como ha
dicho Ferrajoli, "el sentimiento de los propios derechos fundamentales, por
su caracter universal, igualitario e indivisible, equivale al sentimiento de
los derechos fundamentales ajenos y por ello, al reconocimiento de los
demás como personas, dotadas del mismo valor que nosotros mismos". Esta
garantia social es siempre la mejor defensa de los principios y las
identidades amenazadas y el medio más idoneo para reivindicar las nuevas
identidades y los nuevos principios propios del "derecho desbordante" propio
de una democracia avanzada.
Pero lo es en mayor medida en nuestro país, donde brilla por su ausencia la
garantía politica de los derechos y las libertades. Nuestros poderes
públicos están muy alejados del respeto debido a la legalidad democrática y
a los derechos de la libertad e igualdad. Cuando falla la fidelidad del
poder a su compromiso con el derecho, cuando las garantías jurídicas se
muestran impotentes, cuando el pluralismo institucional expresado en la
separación de poderes y en su recíproco control no existe, cuando la
participacíon popular es un ente de razón, cuando la publicidad y
visibilidad de las decisiones del poder brillan por su ausencia y cuando el
poder del control judicial sobre los aparatos ejecutivos y sus cuerpos
militares y policiales es mucho más un deseo que una realidad, la garantía
social de los derechos y libertades es el único instrumento posible para la
defensa de la libertad civil y de cualquier sentido democrático de la
convivencia.
La lucha por el derecho es la mejor garantía de la democracia. Cuando esa
lucha es colectiva y se encarna en movimientos, asociaciones y
organizaciones nacidas de la sociedad civil, produce nuevas formas de
contrapoder. Solo cuando los derechos fundamentales se ejercen
colectivamente, dan vida a contrapoderes sociales basados en la directa e
igual participación de sus miembros.
Cuanto más cercanos a la realidad de ese contrapoder se encuentren la
realidad social y el pueblo soberano, más lejos estará el poder judicial de
la manipulación del poder político. Cuanto más contrapoder, más poder y
mayor independencia. Si ésta es concebida como presupuesto de justicia. Nada
mejor que recordar lo que se decía en la Constitución revolucionaria
francesa de 1793: "Hay opresión contra el cuerpo social cuando uno solo de
sus miembros está oprimido. Hay opresión contra cada miembro cuando el
cuerpo social está oprimido".