En un pequeño pueblo vivía un panadero. Arturo se llamaba.
Un pueblecito como otro cualquiera, de calles estrechas y escarpadas, antiguos adoquines, constituido por la iglesia necesitada de un par de encalados, la farmacia, el colegio y el ayuntamiento, donde residía la nobleza del pueblo.
Pongamos por poner Almería, Madrid, Pamplona………..
A pesar de su desnudez, lo tenía TODO. Pueblo orgulloso de sí mismo. Para lo bueno y para lo malo, Cual palmoteo de una gitana sobre su cuerpo.Era su gente.
Una nube se cernía sobre el pueblo, Arturo lo notaba cuando sus vecinos venían a la panadería. Llegaban cada vez más cabizbajos.
Teresa a sus 60 años, detalle superfluo, ya que muchos,ni a los cincuenta ni a los cuarenta. No podía comunicarse con su nieto Sabino. Tecnología, todo un trabalenguas, Jesús hasta para identificarte como persona tienes que devanarte los sesos, menos mal que entre ellos se entienden.
Él la trataba de ayudar en la medida de lo posible, así como el resto de los vecinos.
Andrés tenía problemas con el banco, cajeros que han desaparecido, un carrumato que va al pueblo para reírse, perdón, para tratar de readaptar al personal.
Resulta curioso que para que te guarden tu dinero tengas que pagarles la cuarta parte del mismo. Pues muy señores míos yo sudo cada céntimo y finalmente me comprare un colchón 1,50 pa mí zolita y me vale por dos. Hasta mi vecino del tercero, se ha comprado un tresillo.
Seguiremos con este breve cuento, por ahí se iba pasando, a diario, Adela, contaba los céntimos uno a uno dentro de la cartera con el dedo, con la máxima discreción y pudor, apenas sin tocarlos, finalmente volcaba la cartera, le miraba y decía “Arturo una barra de pan “inclinaba ligeramente el mentón, y se guardaba la cartera en el sujetador, murmuraba “un día más”.
No todo era ni bueno ni malo, tenían los partidos de futbol en el bar, el Sálvame de las cuatro que pasó a ser la Son soles. (Más menos que también estaban los pajaritos de las dos, pero esto los días de guardar).
No obstante se percibía algo extraño, sería una alergia general, quien sabe.
Cuando el párroco llego un día a la pequeña panadería que bien parecía una plaza de garaje,con su mostrador y un aire tradicional.
Le comentó;
- Panadero; ¿Qué pasa Juan?
- Párroco; No lo sé Arturo.
Intento organizar actividades, acuérdate de la colecta para los candelabros, el banderín de la plaza y que me dices del puestecillo del lotero para que proporcione alimentoa sus hijos…si ese, como se llama, Federic…
Frunciólos pómulos y menciono. “Hacemos fiestas.”
Meditabundo, “la gente no responde.”¿Tú qué opinas?
Tenemos que hacer algo Arturo, estamos perdiendo la esencia del pueblo, los vecinos muestran una actitud indiferente ante la vida. Estoy preocupado.Elevo un pensamiento a las alturas.
El párroco cogió su barra de pan y se volvió lentamente cabizbajo a su iglesia. La tarde la pasó rumiando de aquí para allá y la noche peor, hasta que a las tres de la mañana tubo una idea. Esperaría a las 7 de la mañana para ir a ver al panadero.
Salió por la puerta, se le enganchó la sotana en el marco desportillado de la puerta, pegó un brinco, casi se cae de bruces en aquella quisquillosa tapa de alcantarillado.
Abrió la puerta con fuerza y grito “Arturo lo tengo, lo tengo…..”
- Dígame Juan
- Escúchame, tenemos que llamar a Pedro.
Este tenía, una tienda de esas que sirven tanto, “pa un roto cómo un descosio”, los fideos de la abuela, las galletas de avena y hasta la nocilla, ollas, un zapatero y los cuadernillos de Santillana y lo interesante de la cuestión una pequeña impresora de un antiguo IBM.
Arturo, vamos a crear ilusión. Se sentó en la pequeña silla de mimbre que había junto al mostrador, y se pasó la mano por la frente.
Escribiremos pequeños cuentos llenos de fe, historias bonitas.
Explicaremos lo más hermoso de la vida, les ofreceremos poesías, algo en lo que creer. Me valen hasta las historias de “la pija y el quinqui”.
Con un ligero temblor en la voz; aremos de cada día un día mejor y un mañana mejor
Vamos a crear pasión por vivir.
Cavilaron juntos, comenzaron a reunirse todas las noches en la trastienda como un par de fugitivos, crearon textos en los que trataban los problemas cotidianos, los grandes quebraderos nacionales que para eso estamos en una gran España y que tal vez algún día llegarían a un mundo globalizado. Tratarían de mostrar una nueva perspectiva, a través de la ilusión.
A las cinco de la mañana quedaron con Pedro que imprimió una copia para cada uno de los vecinos
Joan, un chaval que ayudaba en la iglesia se ocuparía del reparto.
En el bar, decidieron llamarlo “La Gaviota”
Un sábado 8 de julio apareció en el tranquillo de cada puerta.
Arturo abrió su panadería, agotado y observo cómo Maite con cara enigmática abría la puerta.
- Agitando un par de páginas pregunto; “¿sabes algo de esto?”. (Pregonera oficial del pueblo).
- Yo ni idea
- Sabes que dice, eso que dice la Son soles de Tamara
- Ni idea mujer
- Pues eso, que está Pela
- Mujer, no sé yo. Sale en la tele. Ni idea
Maite se fue rumiando con su par de ojos muy firmes en la mano. Y aseveró “lo dice la gaviota” .Arturo no pudo menos que sonreír. Y de esta forma un pueblo fue un poquito más feliz.
Izaskun Jiménez Soto.