Mariano Rajoy debe tener bien ASUMIDO que “en boca cerrada no entran moscas”, porque ya lo tendría bien requetepensado ante el anuncio de levantamiento del secreto sumarial del “Caso Gürtel”, una estrategia que contrasta sobremanera con la de Javier Arenas, y nada mejor que pecar por defecto verbal que por extralimitarse en el primer pronunciamiento sobre el hecho que es el que realmente produce el impacto sobre la opinión pública.
Y la verdad es que a Mariano Rajoy se le debe respetar su tacticismo político, que hasta ahora le ha salido bien en el seno de la organización pero que conlleva la explícita renuncia a liderar una opción política, optando por la casualidad como eje de su eventual cabalgadura hacia la Presidencia del Gobierno de España. En la actualidad nadie puede atribuirle a Mariano Rajoy un cierto liderazgo social, a lo sumo existe un sector mayoritario de correligionarios que le reconocen como Presidente Nacional del Partido Popular por estrictas razones de pragmatismo político y de supervivencia personal, porque ninguno puede pensar que encarna una alternativa al Presidente del Gobierno, sino que tan solo se piensa que una hecatombe económica o un país desolado podría conducirle a presidir el Gobierno de España.
Es una constatación de lo que vengo sosteniendo sobre la clase política que dirige la organización política que encarna a la Derecha en España, una dirección denostada y “achicharrada” parafraseando al Ex-Portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, que se está viendo constantemente superada por los acontecimientos, sumiendo a las españolitas y a los españolitos de a pie en un estado de orfandad cuando éstos se producen con carácter extraordinario, y ordinario también aunque con magnitud considerable como estamos constatando.
Las Nuevas Generaciones de la Transición son las que aspiran a gobernar España como si el Gobierno fuese patrimonio de la Derecha, ante lo que se resisten a deshacerse porque tienen muy arraigado en sus sentimientos que son legítimos herederos del Régimen de Franco. Medio siglo, cincuenta años gobernando España en los últimos ochenta años es razón más que suficiente para estimar que el Gobierno de la Nación les pertenece y todo, sean jueces o periodistas, como cualquier otro colectivo profesional que se les interpongan en su andadura, no digamos en su acción gubernamental, serán combatidos y aniquilados, en una reencarnación del Partido del Plomo que tan buen resultado en su tramo final en la anterior etapa en la Oposición y que ahora reeditan con el Juez Baltasar Garzón y el diario El País como objetivos único pero no exclusivos.
Y mientras ello sucede, las españolitas y los españolitos de a pie observan atónitos como la “Trama Gürtel” se expande por toda la geografía nacional, sin reconocimiento alguno de que estuviese conformada por “manzanas podridas” en la magna finca del Partido Popular. Acogidos férreamente a los manuales de comunicación política, desde el interior de la concha tan solo se atisban a escuchar susurros que expresan ininteligiblemente un hipócrita y cínico mea culpa porque aseguran sentirse ofendidos por que unos “chorizos” se hayan aprovechado de unos honestos militantes políticos si bien consideran cierto que todo ello se debería a una corrupta red policíaca que ha fabricado pruebas falsas contra la honrosa dirección del PP.
Pero lo peor de todo es que todo ello obedece a un principio matemático según el cual, digan lo que digan y hagan lo que hagan, su representación parlamentaria no sufrirá una hecatombe como la padecida por UCD, que sería lo realmente necesario por exclusivas razones ejemplarizantes para que cesara el “todo vale” en la actividad política. Y como eso no va a suceder, por mera aplicación matemática, pues esta generación dirigente del Partido Popular se permite acusar de “pucherazo” al Gobierno de Felipe González, de acusar al Presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero “de ser lo mismo que ETA”, desde Andalucía alabar al principal implicado del PP en el “Caso Gürtel” y en Almería chantajear a los almerienses con que no obtendrán una vieja reivindicación mientras no pongan como Alcalde a uno de su organización política. Estas boutades, que en países democráticos de nuestro entorno serían suficientes para una reprobación en el seno de su organización, en el Partido Popular de España suponen un mérito para, cuando menos, garantizarle su supervivencia política.