Por unas razones primero y por otras posteriormente, llevo más de treinta y cinco años ligado a la actividad política, en Granada primero, después fue Linares (Jaén) y Almería posteriormente. He observado durante estos treinta y cinco años de ligazòn a la actividad política los más diversos procesos, y fue durante los tres últimos lustros cuando mas me ha atraído la atención, porque comenzó empleándolo el PP y antes el éxito obtenido se expandió e hicieron suyo el resto de las fuerzas políticas, de las que grupos y sectores sociales han aprendido rápidamente ara homologarse como medio de comunicación exitosa. Estas circunstancias personales me han hecho más sensible hacia la clase política, pero también me han reafirmado con mayor rotundidad mis convicciones ideológicas y han determinado una filosofía de vida. Dispar, diverso, prolífico, agudo y sensible es el lenguaje político que los doctos en la materia han conculcado a los cuadros de las distintas formaciones políticas y demás sectores sociales.
Sin embargo, como atento observador del acontecer político internacional, nacional y provincial, y tras haber realizado durante los dos últimos años, principalmente, algunas incursiones en lugares con especial relevancia periodística a nivel mundial, me está llamando poderosamente la atención dos ingredientes que se están enquistando en la actividad política actualmente y que pensé habían sido superados: la decidida apuesta por la radicalización de la actividad política y la intolerable intromisión en la vida personal de los dirigentes políticos. Y ello, sinceramente, me preocupa, más por cuanto de precedente puede suponer para el futuro que por su práctica en un momento determinado. “Que cada palo aguante su vela”, pero es lo que comienza a haber, un juego peligrosísimo que solamente favorece a los extremos y consecuentemente a quienes los absorben. Eso es lo triste, y esto es lo que se viene produciendo durante la última legislatura.
Han sido más de dos mil los artículos que se han publicado bajo el título genérico de El Mirador, a los que habría que sumar seiscientos en otros Medios de Comunicación, y reto a mis detractores a que me digan dos artículos que hayan versado o contengan pasajes sobre la vida personal de cualquier personaje de la vida pública almeriense. Ello no ha sido óbice para que se me haya impedido ejercer la crítica política desde su acepción más amplia y profunda, y tan es así que esta columna de opinión cuenta con la honra de haber provocado el primer secuestro judicial en la España democrática, en la que expresamente se reconoce la libertad de expresión.
Yo invito a los interesados por la clase política que graben un discurso del mejor orador o del más popular, tanto en nuestra provincia como fuera de ella. Y una vez grabado le sugiero que trate de transcribir, porque a algunos políticos le resultará sumamente difícil de transcribir, la grabación. Podrá constatar el amable lector que distrae su tiempo leyendo este espacio periodístico lo inteligible que resulta entender al personaje político, por buen orador que haya resultado y fonéticamente agradado. Los disparates que nos dicen los políticos son difícilmente superables por cualquier ciudadano de a pie, y le aseguro al amable lector que practique esta sugerencia lo divertido que le va a resultar e incluso le servirá como risoterapia. No estaría nada mal que si algún político lee esta reflexión piense quien está detrás de correligionarios suyos o de sus adversarios, a lo mejor le da por pensar en algo útil.