La imparable subida en el precio de alimentos básicos que están presentes en la cesta de la compra de cualquier hogar almeriense -la leche ha llegado a subir un 30 por ciento en tan sólo un año- no ha acabado con la costumbre que existe de despilfarrar una parte de los productos que se adquieren para el consumo personal o de las familias. La situación por la que pasan los hogares se ha mantenido sin variar durante los últimos quince años, una época que se puede calificar de “vacas gordas”, en los que el capítulo de la alimentación tenía un papel secundario, aunque no por ello menos importante, en los gastos generales a los que ha hecho frente cualquier persona con rentas que se consideran mínimamente consolidadas. La última Encuesta de Presupuestos Familiares que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), la referida al año 2006, revela que el gasto medio anual en consumo de los hogares se elevaba a 29.394 euros, mientras que el gasto medio por persona era de 10.632. De este presupuesto, los hogares destinan la mayor parte del mismo (26,4 por ciento) a los gastos relacionados con la vivienda (alquileres, coste del agua, electricidad, gas, calefacción…), otra parte importante (14,3 por ciento) al transporte y finalmente un porcentaje similar (14 por ciento) a la compra de alimentos y bebidas no alcohólicas. Muy por debajo quedan otros apartados como vestido, calzado, ocio, comunicaciones e incluso salud. Si se considera que el gasto medio por persona que fija el INE para el apartado de alimentación se elevaba en ese año a 1.492 euros y se considera que en el ámbito familiar hay una media de cuatro personas, el resultado se obtiene de forma sencilla. Cualquier familia almeriense emplea cada año alrededor de unos 6.000 euros para financiar este apartado. Una cantidad a tener en cuenta y que a buen seguro se habrá incrementado en el año y medio que ha transcurrido, al menos en una variable del 10 al 15 por ciento. No se aprovecha De los 6.000 euros que cada hogar en Almería dedica para satisfacer una necesidad tan elemental como es alimentar a cada uno de sus miembros, casi un 10 por ciento -600 euros aproximadamente- pasan a mejor vida sin aprovechamiento alguno, según los informes de consumo. Alimentos envasados pasados de fecha, productos frescos (carne, pescado, verdura y fruta) que se estropean, bebidas de distinto tipo que pierden sus características originales (cerveza o refrescos con gas), pan enmohecido e incluso platos preparados que se empezaron y se eternizan en el frigorífico acaban sus días en el cubo de la basura. Si se sumaran unos y otros, de todos los domicilios particulares de la provincia de Almería, la cantidad total que obtendríamos sería elevada, de unos 136,2 millones de euros. A falta de datos concretos, la palabra que mejor define esta situación es “derroche”. El porcentaje que se refiere a la cantidad de dinero que suponen los alimentos que se desperdician, lo comparten muchas asociaciones. Tanto el Servicio de Inspección de Consumo de la Junta de Andalucía como las organizaciones de consumidores UCE consideran que esa cantidad es la que puede tomarse como referencia en Almería. Por otro lado, puntualizan también que este “despilfarro” existente por parte de un hogar es, sin duda, mucho menor que el que tienen en este capítulo las personas viven solas, especialmente si se trata de personas que son jóvenes. La razón que argumentan es de sentido común: una persona que no comparte su vida con nadie controla menos el gasto en comida, desaprovecha más los alimentos que compra y se guía muchas veces por la publicidad que recibe. En especial cuando ésta pone el acento en platos ya cocinados que conllevan la comodidad de tener tan sólo que calentarlos. Pero como siempre, hay excepciones y hay personas que gastan con coherencia y no “despilfarran”. Otro matiz importante en el que también coinciden las organizaciones consultadas es el que tiene que ver con los despilfarros y la mayor capacidad económica
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