{mosimage}Hay quien ya ha asegurado que Obama no podrá estar a la altura de las expectativas levantadas. Desde luego, será difícil si la idea que consideramos es esa, la de expectativas, pues, de alguna forma, se trata de un concepto que remite a cierta pasividad: quedarse a la expectativa, confiar en que algo ocurra. Prefiero pensar que Obama ha despertado la esperanza, pues esperanza equivale a energía que nos empuja a actuar. Y cuando la esperanza es mucha, la energía es también considerable. Como líder de la primera potencia mundial, su discurso tuvo no sólo una lectura interna sino también una lectura global: todos debemos comprometernos con esta nueva era de responsabilidad, atenta a la paz y a la recuperación y extensión del bienestar económico.
Atrás queda el discurso del miedo y las palabras destinadas exclusivamente a los ciudadanos estadounidenses. Por el contrario, buena parte de los mensajes de Obama trascienden las fronteras de su país simplemente asumiéndolas como verdades globales: tampoco el mundo puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos, también nosotros debemos rechazar como falso que haya que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales, siendo estos, igualmente, el imperio de la ley y los derechos humanos; también nosotros creemos que el poder crece mediante su uso prudente, y que nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa.
Valores
Los valores a los que podemos regresar cada uno de nosotros para hacer frente a los nuevos retos son los mismos a los que Obama apeló: el esfuerzo, la honradez, el valor, el juego limpio, la tolerancia, la curiosidad, la lealtad. Nosotros también creemos que una herencia multicultural es ventaja, no debilidad, y tomamos como nuestra la disposición del nuevo presidente norteamericano a tender la mano a quien abra el puño.
La primera decisión de Obama es mucho más que un gesto: para subrayar el fin de una época sombría, ha dado ya los primeros pasos para propiciar el principio del fin de esa herida sangrante en la piel de los derechos humanos que es Guantánamo.
Igualmente, su voluntad, ya expresada formalmente, es dejar Irak en manos de su pueblo, forjar la paz en Afganistán, hacer retroceder la amenaza del cambio climático y trabajar en favor de los países pobres.
El tiempo dirá si son sólo palabras, pero desde el presente podemos constatar que, para empezar, son palabras diferentes y esperanzadoras.