Sin entrar en una jerga bioquímica indigesta, podemos decir que
un nutriente tiene propiedades antioxidantes cuando es capaz de
neutralizar la acción oxidante de una molécula inestable -es decir,
de un radical libre-, sin perder su propia estabilidad
electroquímica.
Millones de radicales libres bombardean diariamente nuestras
células. El hecho de que necesiten tantos años para causar daños
mayores es un tributo a la eficacia de las enzimas que produce
nuestro propio organismo para neutralizarlos. "Nuestro sistema
está luchando contra radicales libres a cada momento del día",
dice la doctora Pamela Starke-Reed, directora de la Oficina de
Nutrición del Instituto Nacional de Estudios sobre el Envejecimiento
de Bethesda en Maryland, Estados Unidos.
células. El hecho de que necesiten tantos años para causar daños
mayores es un tributo a la eficacia de las enzimas que produce
nuestro propio organismo para neutralizarlos. "Nuestro sistema
está luchando contra radicales libres a cada momento del día",
dice la doctora Pamela Starke-Reed, directora de la Oficina de
Nutrición del Instituto Nacional de Estudios sobre el Envejecimiento
de Bethesda en Maryland, Estados Unidos.
El problema para nuestro sistema se produce cuando tiene que
tolerar de forma continuada un exceso de radicales libres. El
exceso es producido mayormente por contaminantes externos que
penetran en nuestro cuerpo. La contaminación atmosférica, el
humo del tabaco, los herbicidas, pesticidas o ciertas grasas son
algunos ejemplos de elementos que generan radicales libres que
ingerimos o inhalamos. Este exceso no puede ya ser eliminado por
el cuerpo y, en su labor de captación de electrones, los radicales
libres dañan las membranas de nuestras células, llegando
finalmente a destruir y mutar su información genética, facilitando
así el camino para que se desarrollen diversos tipos de
enfermedades. La acción de los radicales libres está ligada al
cáncer así como al daño causado en las arterias por el colesterol
"oxidado", lo que relaciona directamente estas moléculas con las
enfermedades cardiovasculares.
tolerar de forma continuada un exceso de radicales libres. El
exceso es producido mayormente por contaminantes externos que
penetran en nuestro cuerpo. La contaminación atmosférica, el
humo del tabaco, los herbicidas, pesticidas o ciertas grasas son
algunos ejemplos de elementos que generan radicales libres que
ingerimos o inhalamos. Este exceso no puede ya ser eliminado por
el cuerpo y, en su labor de captación de electrones, los radicales
libres dañan las membranas de nuestras células, llegando
finalmente a destruir y mutar su información genética, facilitando
así el camino para que se desarrollen diversos tipos de
enfermedades. La acción de los radicales libres está ligada al
cáncer así como al daño causado en las arterias por el colesterol
"oxidado", lo que relaciona directamente estas moléculas con las
enfermedades cardiovasculares.
Nutrientes antioxidantes como la vitamina C ofrecen a los
radicales libres sus propios electrones salvando así nuestras células
de sufrir daño. Los nutrientes antioxidantes por excelencia son el
beta caroteno, la vitamina C, la vitamina E, y el selenio. Diversos
estudios han demostrado que unos adecuados niveles en sangre de
estos nutrientes pueden proteger contra diversos tipos de cáncer y
enfermedades cardiovasculares.
radicales libres sus propios electrones salvando así nuestras células
de sufrir daño. Los nutrientes antioxidantes por excelencia son el
beta caroteno, la vitamina C, la vitamina E, y el selenio. Diversos
estudios han demostrado que unos adecuados niveles en sangre de
estos nutrientes pueden proteger contra diversos tipos de cáncer y
enfermedades cardiovasculares.