POR: DR. JOSE MARIA MANUEL GARCIA-OSUNA y RODRIGUEZ
–ILTMO. DR. DON JOSÉ MARÍA MANUEL GARCÍA-OSUNA Y RODRÍGUEZ
Académico-Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Asturias (año-2013). RAMPA. IDE.
Cofrade de Número de la Imperial Cofradía de Alfonso VII el Emperador de León y el Pendón de Baeza. (Creación año-1147).
Académico-Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Castilla-La Mancha (año-2023).
Socio de Número de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas. ASEMEYA.
-Doctor en Medicina y Cirugía-“La Medicina en el Antiguo Egipto”-2023.
-Socio de Número de la Asociación de Hispanistas del BeNeLux.
-Historiador de HISTORIA-16.
-De la Asociación Hispania Nostra (2016).
-Asesor de la Asociación Cultural Reinos de España (FEAH).
Académico-Correspondiente del Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés.
-RESUMEN-
El presente trabajo nos acerca a uno de los personajes-políticos más mitificados de la historia de la Antigüedad, que incluso ha dado nombre al siglo en el que vivió, el V a. C. en Grecia, sobre todo en Atenas, la capital del Ática. Todos los avatares, sus antepasados, su poder y su ambición se han pretendido estén analizados aquí, No obstante, atentos en el Peloponeso están los lacedemonios, porque la enemistad entre Atenas y Esparta siempre fue patognomónica, y por fin, desgraciadamente, una epidemia de peste bubónica acabará con su vida. La sección de ‘PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA’ de mi eximia ‘La Gaceta de Almería’, que fundó y dirige Don Agustín Muñoz, me ha permitido acercarme, pormenorizadamente, a este personaje, Pericles de Atenas, que por la densidad de la obra he decidido dividirlo en dos partes concatenadas.
Ahora les ofrezco la SEGUNDA PARTE de la vida y la obra de este personaje esencial dentro de la Historia Antigua de la Hélade, que ocupó casi todo el Siglo V a.C., o, cuanto menos, marcó las normas de la sociología y la política de todos los helenos de este siglo, dejando su impronta para la posteridad. Junto a él, y a su altura estará su gran pareja marital, llamada Aspasia. Rodeado de filósofos, dioses más o menos humanizados y de enemigos, y sobre todos ellos situada la conspicua polis de Esparta, la capital de la región de Laconia, que siempre impediría que la capital, Atenas, del Ática fuese preeminente, y la milicia de los lacedemonios-espartanos solía ser la victoriosa. Sistemas políticos antagónicos y concepciones sociopolíticas muy diferentes, entre ambas poleis, ATENAS Y ESPARTA. “VANITAS VANITATUM ET OMNIA VANITAS”.
-PAUSANIAS DE ESPARTA-
XXIV.-LA ECONOMÍA EN LA ATENAS DEL SIGLO V a. C.-
Los cultivos dominantes eran la vid que producía un vino de baja calidad, y el olivo, ya que la Ática es una región conformada por colinas y por montañas, donde los cereales son de cultivo difícil, salvo en la estrecha llanura del Mesogeo. La autarquía económica era la forma de vivir de la mayor parte de los atenienses; para realizar los necesarios intercambios de los productos producidos existía un lugar patognomónico y real en la propia polis; la moneda se utilizará para el mercado exterior.
«Todo lo que hay de delicioso en Sicilia, Italia, Chipre, Egipto, Lidia, en el Ponto Euxino, el Peloponeso o en cualquier otro país, todo esto afluye al mismo mercado, gracias al imperio del mar» (El Viejo Oligarca. “La República de los atenienses”, apud C. Mossé, op. cit., pág. 128).
Lo que demuestra la importancia que suponía el poseer el monopolio del dominio de los mares. Por lo tanto, el puerto ateniense del Pireo era la obligada puerta de entrada, para Atenas, de todos los artículos de lujo y de primera necesidad, que no eran compensados por la pertinente exportación del mismo valor, aunque no se sabe de qué tipo y en qué cuantía, aunque se puede colegir que uno de esos productos exportables sería, por supuesto, el aceite, esto en lo que se refiere a la agricultura, pero sí se sabe que Atenas vendía vasos, del tipo de vajilla pintada; pero, en la segunda mitad del siglo de Pericles, la producción va a disminuir y las importaciones deberán ser abonadas ya en moneda sensu stricto, aunque se piensa que los comerciantes que se dedicaban al intercambio, en El Pireo, podrían ser extranjeros per se o residentes atenienses foráneos.
Todo ello es muy diferente en lo que se refiere a la artesanía, ya que algunos artesanos desarrollaban su actividad en el seno de la vivienda de un terrateniente cualquiera, siendo, además, la dueña de la casa la que se encargaba de tejer y fabricar la ropa para los residentes libres y esclavos de su propiedad. Pero, los artesanos como eran los herreros, curtidores, carpinteros y alfareros, eran eximios especialistas que tenían amplios conocimientos de una técnica o tecne y solían residir más en la ciudad y en el puerto del Pireo. En estos talleres el maestro trabajaba rodeado de algunos esclavos, estos artesanos podían ser atenienses o foráneos o extranjeros.
«Las escasas informaciones procedentes del último tercio del siglo V a. C. dejan adivinar que algunos de estos artesanos, especialmente los que fabricaban armaduras y armas, podían poseer un número apreciable de esclavos y, por lo tanto, extraer de esta actividad rentas que les permitían acceder a los cargos más importantes: ese fue el caso del “curtidor” Cleón o del “alfarero” Hipérbolo. Y se sabe que Aristófanes, en la Paz, presentada poco antes de la conclusión de la paz de Nicias en 421 a. C., ponía en escena a fabricantes de cascos y escudos que se lamentaban ante la perspectiva de ver terminarse una guerra que les permitía conseguir beneficios apreciables. Más allá de la carga cómica, se encontraba la expresión de una realidad que confirman algunos ejemplos concretos» (C. Mossé, op. cit. pág. 130).
No se conoce cómo se colocaban los productos en el mercado, para ser vendidos, pero sí que en ocasiones el taller artesanal hacía las veces de tienda. Pero no se sabe que pasaba con los productos de exportación, como eran los vasos, aunque se piensa que los comerciantes adquirían los productos directamente en los talleres del barrio del Cerámico según fuesen sus necesidades prioritarias y sin existir la más mínima regularidad cronológica. Forzosamente eso era mucho más obvio en relación con el resto de las otras actividades artesanales, como por ejemplo en lo que se refiere al hoplita, que era un ciudadano que compraba, personalmente, y con su propio dinero sus propias armas, por lo que el armero se veía obligado, de forma ineludible, a trabajar según fuese el pedido que se le realizase.
Por el contrario, los astilleros dependían, directamente, de la ciudad, aunque se trataba de contratos cerrados o concluidos con artesanos aislados o concretos. En lo que se refiere a la minería existía una más que importante concentración de esclavos-mineros que eran propiedad de un solo dueño y que los alquilaba a diversos comisionados.
Por todo lo que antecede, se puede indicar, sin ambages, que la economía ateniense del siglo V a. C. o de Pericles, descansaba sobre la pequeña propiedad agrícola y sobre un artesanado de calidad; se producían intercambios mercantiles que aseguraban pingües rentas a la polis del Ática y le aseguraban la recepción de los necesarios cereales para subsistir, y de diversos materiales para poder construir su eficacísima flota de guerra y comercial y, sobre todo, poder poseer una moneda no degradada gracias a las minas del Laurión, todo ello reforzaba la hegemonía de Atenas frente a sus aliados.
-EL ESCULTOR FIDIAS-
XXV.-LA SOCIEDAD EN LA ATENAS DEL SIGLO V A. C.-
Existían personas no-libres en la Atenas de Pericles, constatada su existencia en el plano doméstico: Amas de Cría; Jóvenes Criadas que son descritas en las Comedias de Aristófanes, como aquellas mujeres que el pequeño campesino suele introducir en su cama; Porteros; Cocineros y Jardineros; aunque, de todos ellos, no se conocen las cifras concretas y solo existen datos parciales explicativos:
- a) Tras la conquista de la fortaleza de Decelia (año 413 a. C.) por los hoplitas lacedemonios, veinte mil esclavos huyeron del territorio del Laurión.
- b) A mediados del siglo IV a. C., Jenofonte en su tratado sobre las Rentas cita a los diez mil esclavos que Nicias va a alquilar a los concesionarios mineros.
- c) De las excavaciones realizadas en las minas del Laurión se puede colegir, casi con toda certeza, que todos los que las trabajaban, tanto como mineros de interior y en los talleres de superficie, eran esclavos.
- d) Lo mismo ocurrirá entre los que trabajan en los talleres del templo del Erecteón o Erecteion.
- e) Y eran muy abundantes hacia el año 443 a. C., cuando van a dar comienzo los trabajos en la Acrópolis, sobre todo en la cantera del Partenón y de los Propileos. Existen textos equívocos con respecto a cuál era el número de personas que estaban privados de libertad, en la Atenas de Pericles.
- Uno de los textos es el del Viejo-Oligarca que escribirá, en la República de los Atenienses:
«En cuanto a su número, sin ser tan limitado como se ha podido pretender, no era, una vez más, de tal naturaleza que amenazara el orden de la ciudad. Y si se piensa en el problema que constituía para Atenas el abastecimiento de grano de la ciudad, se supone que incrementar indefinidamente su número no hubiera hecho más que agravar el problema» (C. Mossé, op. cit., pág. 134).
Lo indiscutible es que, en Atenas, existía un número importante de esclavos que, como es obvio, carecían de libertad y como objetos de propiedad de un ciudadano que es lo que eran, podían ser comprados, vendidos y manumitidos por sus amos; paradójicamente se encargaban de la función de poner orden en la ciudad del Ática, como por ejemplo los esclavos escitas (pueblo indoeuropeo, de las estepas al norte del mar Caspio; su lengua era el antiguo osetio-alánico. En el año 700 a. C. llegarán a la Europa Oriental), y que, bastón en mano, eran los responsables de mantener el orden público en las calles de la polis y en su puerto del Pireo.
Pero, no constituirían nunca un peligro social o de rebelión para los atenienses, lo contrario que ocurriría con los ilotas de Esparta; aunque es claro que los problemas crónicos de abastecimiento de grano para Atenas no animaban a que se produjese un incremento de los habitantes no-libres en la polis del Ática.
XXVI.-LOS CIUDADANOS, SENSU STRICTO, EN LA POLIS DE ATENAS-
Como ya indiqué anteriormente, la ley de Pericles del año 451 a. C., limitaba el acceso a la ciudadanía solo para aquellas personas que fuesen el fruto del matrimonio entre ciudadanos atenienses, aunque enseguida aparecería el fraude, que iba a permitir burlar la ley y así poder formar parte de pleno derecho de la opulenta sociedad civil ateniense. Por todo ello, en la segunda restauración democrática, del año 403 a. C. fue puesta en cuarentena dicha legislación.
«La definición de ciudadano era, pues, clara y neta, y hay que suponer que los cuadros en cuyo seno se repartían los ciudadanos –fratrías, tribus, demos- aseguraban el control de su aplicación, en ausencia de listas de estado civil. Por otro lado, porque era en el seno del demo y de la tribu donde se preparaban las listas de los que eran movilizables e igualmente las de los nombres sometidos al sorteo de los jueces, buleutas y distintos cargos públicos, se concibe que, aunque el sistema no presentara una coherencia absoluta, no dejaba por ello de funcionar y permitía circunscribir a los que formaban parte del demos, al cuerpo civil detentador de la soberanía política» (C. Mossé, op. cit., pág. 136).
El número de ciudadanos existentes hacia mediados del siglo V a. C., aproximadamente podría ser de unos cuarenta a cuarenta y cinco mil varones, que estaban en la edad de llevar armas o formar parte de la flota, la mitad eran de la clase social de los tetes.
Los hoplitas, en las vísperas de la guerra del Peloponeso, eran unos 13.000 y 16.000 más que se encargaban de la defensa de las murallas de la propia polis ateniense, siendo estos últimos el grupo conformado por los más jóvenes, los más ancianos y los metecos (estos últimos si estaban capacitados para procurarse un equipo militar). Además, habría que añadir 1.200 caballeros y arqueros, estos últimos serían escogidos entre los metecos o extranjeros que vivían en Atenas sin pertenecer a ella.
Por todo ello, se colige que el número total de los metecos (literalmente “los que viven al lado”) podría llegar a unos 15.000 que pagaban una tasa o permiso de estancia o metoikion de 12 dracmas para los varones y de 6 para las mujeres.
El meteco tenía, además, un patrón o prostates que era el encargado de avalarle ante las autoridades de Atenas. En el siglo V a. C. eran casi todos griegos que se habían visto obligados a huir de sus poleis por causas políticas o económicas o por el influjo patognomónico ineluctable que representaba vivir en la capital del Ática. Formaban parte del ejército y de la marina, estaban inscritos en su demos de residencia y, si eran ricos, participaban en los gastos públicos con las liturgias pertinentes o contribuciones más o menos voluntarias, pero no podían optar a la trierarquía o mando militar.
-EL REY CIRO II “EL GRANDE” DE PERSIA-
Durante la guerra del Peloponeso se vieron obligados a pagar el impuesto militar obligatorio o eisphora, y aunque participaban en la vida religiosa ateniense, no podían optar al sacerdocio y estaban privados de poder participar en cualquier tipo de actividad política que supusiese la toma de decisiones, aunque sus relaciones con los ciudadanos atenienses solían ser muy estrechas. Los procesos judiciales que implicaban a los metecos estaban presididos por el polemarca, que era uno de los 9 arcontes que presidía el tribunal encargado de juzgar a los extranjeros.
Por ello, Pericles va a proclamar en su Oración-Fúnebre que:
«Nos diferenciamos también de nuestros adversarios por la manera de prepararnos para la guerra. Nuestra ciudad está abierta a todo el mundo y nunca expulsamos a un extranjero o le privamos de aprender a ver alguna cosa que, al no estar oculta, puede ser vista por un enemigo y serle útil; porque nuestra confianza se basa menos en los armamentos y las estratagemas que en el valor que ponemos en el momento de actuar. Y en cuanto a la educación, contrariamente a estas gentes, que establecen desde la juventud un entrenamiento penoso para conseguir la fortaleza viril, nosotros, con nuestro modo de vivir en libertad, no dejamos de hacer frente, por eso, con menos valor a los peligros proporcionados a nuestras fuerzas. Y aquí la prueba: los lacedemonios no vienen solos, sino con todos los aliados, a atacar nuestro territorio; nosotros, en cambio, vamos solos a país vecino y, a pesar de que luchamos en territorio extraño contra unos enemigos que defienden su patria, generalmente les vencemos sin grandes dificultades. Jamás todas nuestras fuerzas reunidas se han visto comprometidas contra un enemigo, puesto que hemos de atender a la vez a nuestra marina y enviar por tierra a nuestros soldados a numerosos objetivos; pero ellos, si tienen un encuentro con una parte de los nuestros y los derrotan, se envanecen como si las hubiesen rechazado a todas y, cuando son vencidos, proclaman que lo fueron por la totalidad. Sin embargo, si nosotros queremos afrontar los peligros más con despreocupación que no con una penosa instrucción y con un valor que proporcionan más los propios hábitos que no el regulado por las leyes, sacamos la ventaja de no anticiparnos a los sufrimientos que nos esperan y cuando nos llega la hora no nos mostramos con menos valor que los que se atormentan continuamente. Éste es uno de los aspectos por el que nuestra ciudad merece la admiración, aspecto al que hay que añadir otros todavía» (Tucídides, op. cit, II, 39. “Continuación”).
XXVII.-SITUACIÓN DE LA LA PLUTOCRACIA EN ATENAS-
«La hoy llamada Grecia aparece habitada de una manera estable no desde los primitivos tiempos, sino que aparece siendo el teatro de emigraciones continuas y abandonando cada pueblo fácilmente la propia tierra, al verse forzados sucesivamente por algunos más numerosos. Al no existir entonces el comercio, ni comunicaciones que no inspirasen temor ni por tierra ni por mar; y al cultivar cada uno sus propios campos, los necesarios para subsistir, y no poseyendo riquezas en abundancia, y no haciendo plantaciones en la tierra, hallándose en la incertidumbre de que llegase otro y arrebatase sus cosechas, ya que al mismo tiempo estaban sin murallas; y al pensar que podrían encontrar por cualquier parte el alimento necesario para cada día, ellos emigraban con facilidad, y a causa de esto no eran poderosos ni por la grandeza de sus ciudades ni por los otros recursos. La tierra mejor era la que cambiaba más a menudo de habitantes, como, por ejemplo, la llamada hoy Tesalia y Beocia y la mayor parte del Peloponeso, con excepción de la Arcadia y todo lo que del resto del país era lo mejor. Porque a causa de la calidad del suelo y del poderío que llegaban a adquirir algunos de ellos, se producían disensiones que ocasionaban su ruina y al mismo tiempo se veían expuestos a los ataques de los de otra raza. Al contrario, los mismos hombres siempre habitaban el Ática desde los tiempos más remotos, al encontrarse sin disensiones por la infertilidad del suelo. Y no es la menor prueba de este mi aserto la de que los demás pueblos no se vieron crecidos de manera semejante a causa de las emigraciones. Porque los más poderosos del resto de Grecia, al ser expulsados por la guerra o las disensiones, se retiraban hacia Atenas, como a un refugio seguro, y llegando a ser ciudadanos desde los primeros tiempos, hicieron todavía más grande la ciudad por la multitud de hombres, de manera que también después enviaron colonias a Jonia, al no ser el Ática suficiente» (Tucídides, op. cit.; I, 2. “Cómo estaba constituida la Grecia Antigua”).
Los pobres, en la Atenas de Pericles, según El Viejo-Oligarca pueden acceder a todos los cargos públicos, salvo a los de estrategos o comandantes de la caballería, de los que depende la salvaguarda de la polis, y solo podrán llegar a los que están sometidos al pago de un salario; pero, globalmente, todo esto es una auténtica falacia, ya que los cargos electos solo lo eran para los ciudadanos de las dos primeras clases del censo.
Todo este tipo de argumentaciones subraya lo nefasto de la mistoforia o salario de la función pública, ya que solo el lucro es lo que motiva a aquellos que desean llegar a la judicatura o a ser miembros del Consejo. Lo que antecede, se afirmará, sin ambages, en la Constitución de Atenas, donde se explicitan las causas que condujeron a Pericles a la implantación de los misthoi.
«A partir de este momento, si damos crédito a las quejas de algunos, todo ha estado peor, porque los recién llegados metían más prisa que la gente honrada en presentarse al sorteo» (Pseudo-Aristóteles. “La Constitución de Atenas”, Apud C. Mossé, pág. 140; op. cit.).
El Viejo-Oligarca no se anda con circunloquios, ya que la oposición que establece entre ricos y pobres, o buenos (“agathoi”) y malos (“kakoi”) se fundamentará en la ética o la moral.
«Es en el pueblo donde se encuentra más ignorancia, turbulencia y maldad, porque se ve arrastrado a la acción mucho más por la pobreza, la falta de educación y la ignorancia» (El Viejo-Oligarca o el Pseudo-Jenofonte, Apud C. Mossé, op. cit., pág. 140).
Cuando son dueños de la polis, los pobres se van a beneficiar de la generosidad de los ricos que van a correr con todos los gastos de las coregías, que consiste en equipar y entrenar a un coro para las fiestas dionisiacas; también sufragan las gimnasiarquías, las trierarquías que consisten en equipar una trirreme y proporcionarle su mando.
En la obra “Helénicas”, Jenofonte, pone en los labios del oligarca Terámenes, cuando se dirige, verbalmente, a Critias que era el jefe de los Treinta lo siguiente: «En lo que a mí respecta, nunca he dejado de hacer la guerra a los que consideran que no puede haber una buena democracia hasta que participen en el poder los que por miseria venderían a su patria por una dracma» (Jenofonte. “Helénicas”, apud C. Mossé, op. cit., pág. 141).
Terámenes manifiesta su temor porque en el caso de la existencia de una democracia extrema hasta los esclavos podrán ser asociados al poder. Todo lo que se analiza es mucho más complejo cuando se traslada a la realidad palpable del día a día, ya que entre los ciudadanos atenienses existían ricos y pobres y su límite definitorio era mucho más tenue de lo que se pensaba. Los primeros son aquellos que tienen derecho al disfrute del ocio, que es lo que les permite llevar una vida de agathos u “hombre de bien”.
La Guerra del Peloponeso será un auténtico drama para atenienses y espartanos, y con las típicas frustraciones que alimenta dará, Atenas, a la muerte de Pericles, el primero de sus ciudadanos, un sentido político.
«Al decir Pericles estas palabras, intentó que los atenienses refrenaran la cólera contra él y alejasen su atención de las calamidades presentes. En cuanto a ellos, por lo que respecta a los asuntos públicos, dejáronse convencer por sus argumentos y, al no enviar más embajadas a los lacedemonios, se dedicaron a la guerra con más resolución, afligiéndose en privado por sus sufrimientos: el pueblo, porque se veía privado hasta de los pocos bienes con que contaba antes, y los pudientes, porque habían perdido las magníficas propiedades del campo, con edificios y costosas instalaciones, y sobre todo porque tenían guerra en lugar de paz. Sin embargo, la cólera general contra Pericles no cesó hasta que le hubieron impuesto una multa. Pero después, al poco tiempo, como suele obrar la multitud, le eligieron de nuevo general y le confiaron todos los asuntos; en cada uno se iba ya amortiguando el dolor por sus desgracias particulares y, para las necesidades del Estado en su conjunto, le consideraban el más capacitado. En efecto, durante todo el tiempo en que él estuvo al frente de la ciudad en tiempo de paz, la dirigió con moderación y supo velar por ella con seguridad, siendo éste el período de su mayor grandeza, y, una vez surgida la guerra, se vio que también en ella había previsto su potencia. Vivió los acontecimientos durante dos años y medio [sería, pues, septiembre de 429 a. C.], y después de su muerte se reconoció todavía más el valor de sus previsiones en lo que concierne a la guerra. Él, en efecto, les había dicho que, si permanecían tranquilos, si se preocupaban de la marina, si no intentaban nuevas conquistas durante la guerra ni exponían la ciudad a los peligros, ellos triunfarían. Pero ellos hicieron todo lo contrario y, para servir a sus ambiciones e intereses particulares, tomaron medidas extrañas a la guerra y perjudiciales tanto para ellos como para sus aliados, porque, en caso de éxito, la gloria y el provecho eran más bien para los particulares, y, en caso de fracaso, el perjuicio recaía en la ciudad por sus consecuencias desastrosas por la guerra. La razón era que Pericles, debido a la consideración de que gozaba y a su inteligencia y a todas luces insobornable, dominaba a la multitud respetando la libertad y, en lugar de ser dirigido por ella, era él quien la dirigía; porque, no hallándose en el poder por medios ilegítimos, no hablaba con vistas a halagarla, sino que gozaba de reputación entre sus gentes incluso oponiéndose a su cólera. Y así, cada vez que veía que inoportunamente se entregaba a una excesiva confianza, les flagelaba con sus palabras, inspirándoles temor, y siempre que ellos experimentaban un terror infundado, les hacía recobrar la confianza. Llegó a ser aquello, en cuanto al nombre, una democracia, pero de hecho era el primer ciudadano el que gobernaba. Por el contrario, los hombres que le sucedieron, iguales entre ellos por sus cualidades, aspiraba cada uno a este primer puesto, buscando, por consiguiente, el halago del pueblo, del que hicieron depender la propia dirección de los asuntos. De aquí provinieron toda clase de errores en un Estado importante, pues a la cabeza de un imperio, y entre otros la expedición a Sicilia, cuyo mayor error no fue el mal cálculo de las posibilidades de los pueblos atacados, sino la actitud de los que la ordenaron, pues en lugar de secundar, en sus decisiones ulteriores, el interés de las fuerzas en campaña, practicaron las intrigas personales para ser el jefe del pueblo; de ese modo debilitaron los dispositivos de los ejércitos y, por primera vez, introdujeron el desorden con sus luchas en la administración del Estado. Y, pese al desastre de Sicilia, en donde se perdió el ejército y la mayor parte de la flota, y a las disensiones que reinaban en Atenas, todavía resistieron diez años a sus primeros enemigos, aumentados con los llegados de Sicilia, así como a la mayoría de sus aliados, que les abandonaron, y posteriormente a Ciro, hijo del Gran Rey, que proporcionaba dinero a los peloponenses para su flota, y no sucumbieron hasta que cayeron abatidos por los golpes de sus propias discordias internas. Tan fundadas se hallaban las previsiones personales de Pericles cuando les decía que Atenas hubiese podido triunfar con facilidad en guerra contra los peloponenses solos» (Tucídides, op. cit., II, 65. “Muerte de Pericles”).
-ASPASIA DE MILETO-
Pero, serán los autores del teatro cómico griego los que se van a encargar de dar una interpretación diferente a este cambio, con la llegada a la escena política ateniense de hombres de condición zafia, que se va definir por la intrusión en la susodicha vida política de sujetos procedentes del artesanado o banausoi, que aunque eran ricos, no habían perdido, todavía, el pelo de la dehesa, por lo que se puede considerar que el criterio primigenio de riqueza se había esfumado, y esta sociedad ateniense, que no ha perdido los viejos valores de Solón y de Clístenes, va a incorporar el nuevo concepto valorativo sociopolítico del dinero, que define el límite entre riqueza y pobreza.
Por todo ello, Platón (428/427 a. C.-347 a. C.), en el siglo siguiente, ya va a utilizar despectivamente el término de “plutocracia”, para definir a aquellos que solo participan en la vida política de la polis en función del numerario de su fortuna personal, y no por su capacidad de hacerlo con su caballo y su escudo.
XXVIII.-LAS MUJERES ATENIENSES-
La función primordial de las féminas atenienses consistía en procrear y guardar la casa, por lo tanto, en el oikos u hogar velaban por el bienestar de su esposo. Estas funciones están bien definidas en la obra “Electra” de Eurípides:
«Hay para ti bastante trabajo fuera. Pero el cuidado del hogar debe ser mi ocupación: al volver a casa, el trabajador se complace en encontrar en su casa todo en orden» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 146).
-EL GRAN REY DE PERSIA JERJES-
Como son las guardianas del hogar, sensu stricto, pueden gobernar efectivamente bien una polis convertida en un único oikos. Pero, para Aristófanes, son astutas, charlatanas, sensuales e inclinadas al consumo inmoderado del vino y del amor y, conocen los medios que deben emplear para poder seducir a los hombres.
Así lo define el susodicho Aristófanes en su obra “Lisístrata”:
«Eso es lo que nos salvará, las tuniquitas azafranadas, los perfumes, las peribarides [sandalias en forma de barquita], el colorete, las camisas transparentes» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 146).
Son indispensables para la maternidad y para el hogar, pero peligrosas y perversas. En todo lo que antecede, se encuentran reflejados todos los tópicos típicos que los hombres han utilizado contra ellas a lo largo de la Historia. Pero lo empírico es, obviamente, más prosaico, ya que solo las mujeres nacidas de un padre y de una madre atenienses estaban autorizadas para poder contraer un matrimonio legítimo, por lo que darán a luz o alumbrarán a los futuros ciudadanos atenienses, aunque la legislación de Pericles va a otorgar la ciudadanía, por igual, a mujeres que a hombres.
De igual manera, las mujeres residentes extranjeras serán metecas y deberán abonar el impuesto pertinente o metoikion, aunque el importe dinerario de residencia es inferior al de los varones metecos, porque estas féminas metecas son, efectivamente, madres, esposas e hijas ya de metecos.
Además, existían mujeres esclavas y mujeres cortesanas, entre las metecas.
Por último, en el final del discurso del homenaje a los muertos del primer año de la guerra de Atenas contra Esparta, Pericles expresará, en pocas palabras, la distancia existente entre las mujeres presentes en el Cerámico y sus esposos ya muertos.
«Y además, para todos los aquí presentes que tenéis entre estos hombres a un padre o bien a un hermano, comprendo que será muy ardua la lucha para emularlos (pues todos acostumbran a alabar a los muertos), y aunque sea extraordinario vuestro mérito, difícilmente seréis considerados como iguales, sino incluso ligeramente inferiores. Porque los vivos tienen rivales, a los que envidian, pero los que ya no estorban reciben honores sin encontrar oposición. Y si conviene que haga alusión a los valores femeninos de las que ahora han de vivir en estado de viudez, lo expresaré en un consejo breve: adquiriréis gran reputación si no os mostráis más débiles que por los imperativos de vuestra naturaleza, y grande será la de aquella de cuyas acciones buenas o malas se hable menos entre los hombres» (Tucídides, op. cit., II, 45. “Continúa el discurso”).
No obstante, Pericles o Tucídides no tienen ningún inconveniente en reconocer que existe una arete gynaikeia o cumplimiento del propósito o carácter ginecoide o virtud propia de las mujeres, pero es frágil, y ellas son fieles a su naturaleza o physis, aunque Tucídides olvida el lugar que ocupa Aspasia, una extranjera, una milesia, en la vida de Pericles, que es esencial.
XXIX.-LA ACRÓPOLIS–
Cuando los persas se apoderaron de Atenas, en el año 480 a. C., y la destruyeron, se transformó en imprescindible la reconstrucción de sus defensas, para poner, a la polis, al abrigo de un nuevo ataque.
Temístocles sería el factotum del plan; era necesario reforzar la flota y garantizarle un abrigo o refugio más seguro que el de la vetusta rada de Falero. Para alejar, definitivamente, la amenaza de los persas se va a firmar la denominada paz de Calias (449-448 a. C.); y las amenazas lacedemonias se dejarían en el limbo de los justos con la citada tregua de los treinta años.
Por lo tanto, los rendimientos económicos de la ciudad podrán ser dedicados a la
necesaria restauración de los monumentos que adornaban la Acrópolis o colina sacra de la diosa Palas Atenea. Además, así los atenienses pobres iban a tener trabajo, esta va a ser la argumentación de Plutarco en su vida de Pericles.
«Puesto que la ciudad está convenientemente equipada para la guerra, es necesario que emplee sus recursos en obras que le procuren a su finalización una gloria eterna, y durante su ejecución una prosperidad inmediata. Se verá en efecto aparecer todo tipo de actividades y distintas necesidades que requerirán todas las artes y ocuparán todos los brazos, asegurando de este modo beneficios a casi toda la ciudad. Propuso, pues, astutamente al pueblo grandes proyectos de construcciones y planes de obras cuya ejecución hiciera intervenir a todos los oficios y exigiera mucho tiempo. De este modo, la población sedentaria tendría derecho a aprovecharse de los fondos públicos y tener su parte en ellos como los marinos, los hombres de las guarniciones y los soldados en campaña» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 150).
El problema del texto de Plutarco estriba en que el historiador aplica los presupuestos políticos y sociales del Imperio-Romano, que es en el que él se desenvuelve, a la época de Pericles, ya que entre los artesanos atenienses había griegos y extranjeros, estos últimos sobre todo trabajaban en las obras públicas, aunque sí es verdad que en los textos de la época no se menciona cual es el estatuto de los trabajadores que laboraban en los talleres, aunque, a veces existían equipos de trabajadores itinerantes contratados.
Pero, Pericles no se movía por el deseo de proporcionar trabajo y salarios a la pléyade de artesanos de Atenas, sino para el enaltecimiento y embellecimiento de la ciudad de Atenas y de su diosa políada (Palas Atenea), pero se utilizaban los fondos públicos para el abono de los salarios de sus obreros, escultores y arquitectos.
Se conoce qué, para las obras del Partenón, el coste total pudo ser de 700 a 800 talentos, en pesetas 36. 521. 800-41.739.200 (más o menos 220.000 euros), y para el total de los Propileos, el Partenón y la estatua de Palas Atenea se puede pensar en unos dos mil talentos, pesetas-104.348.000 (más o menos 624.000 euros), para el período comprendido entre los años 449-448 a. C. a 433-432 a. C.; esa ingente cantidad de dinero podría provenir, en su mayor parte, del phoros que era exigido a los aliados.
«El pueblo, gritaban, está deshonrado. Se ha atraído los insultos de todos por haber transportado de Delos a Atenas el tesoro común de los griegos. En cuanto a la excusa honorable que podríamos oponer a nuestros acusadores, manteniendo que hemos transferido aquí el bien común por miedo a los bárbaros para colocarlo en lugar seguro, Pericles nos la ha quitado. Grecia se considera víctima de una terrible injusticia y de una tiranía manifiesta: ve que, con las sumas que ha proporcionado bajo coacción para hacer la guerra, cubrimos de oro y adornos nuestra ciudad, como una joven coqueta, engalanándola con piedras preciosas, estatuas y templos que cuestan mil talentos» (C. Mossé, op. cit., pág. 152). En este texto, se demuestra que Plutarco en su obra “Pericles” consideraba que la inestimable ayuda de los atenienses tenía un precio pagado por sus aliados. Se conocen (por Plutarco) cuáles son las indicaciones precisas, de Pericles, relativas a todo lo que se debería realizar para las grandes obras arquitectónicas de la Acrópolis.
«Se poseían las materias primas, mármol, bronce, marfil, oro, ébano, ciprés, y para prepararlas y trabajarlas se disponía de numerosos oficios: carpinteros, escultores, estucadores, canteros, batidores de oro, ablandadores de marfil, pintores, damasquinadores, cinceladores, sin contar, para proveer y entregar todo aquello, con comerciantes, marineros y capitanes en el mar, y en tierra, carreteros, ganaderos de bestias de carga, arrieros, cordeleros, tejedores, guarnicioneros, peones camineros y mineros. Y cada oficio, al igual que un general con su ejército, tenía a sus órdenes una multitud de mercenarios no especializados, que estaban a su servicio como los instrumentos o los miembros de su cuerpo» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 153).
La rapidez empleada en la construcción de las obras sorprende: diez años para el Partenón y cinco para los Propileos. Plutarco lo constata:
“Lo más sorprendente fue la rapidez con que se realizó todo. Se había pensado que cada una de estas obras exigiría al menos varias generaciones para terminarse laboriosamente. Pero se terminaron todas durante los mejores años del gobierno de un solo hombre» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 153).
El arquitecto-director general sería Fidias como maestro de obras para toda la Acrópolis, pero el Partenón fue la obra de Calícrates, los Propileos de Mnesicles y el Santuario de las Iniciaciones, en Eleusis, lo dirigieron Metágenes y Jenocles. Los atenienses admiraron estas obras y al propio Pericles, pero los enemigos del estratego lo atacaron con saña; las burlas satíricas del poeta cómico Cratino fueron proverbiales. Fidias fue acusado de la desviación de una parte del oro de la estatua de Palas Atenea a sus propios bolsillos, y condenado al ostracismo.
-EL GRAN REY DE PERSIA DARÍO I-
XXX.-LAS OBRAS ARQUITECTÓNICAS–
- EL PARTENÓN–
Substituyó a un templo primigenio dedicado a la diosa-virgen por antonomasia en Atenas y de vocación militar, Atenea Parthenos. El templo era de mármol y medía: 69’51×30’86 metros; techo, marcos y puertas eran de madera de ciprés. Era períptero o edificio rodeado de columnas o por una galería de columnas, con un peristilo de 17 columnas. La cella o espacio o patio central rectangular poseía tres naves con dos filas de diez columnas dóricas. En la parte posterior de la cella separado por un muro continuo se encontraba el Partenón per se, con un techo sostenido por cuatro columnas. Por delante y por detrás presentaba dos pórticos de seis columnas con sus techos hechos de casetones de mármol.
- LOS PROPILEOS–
Conformaban la entrada a la Acrópolis. Constaban de un cuerpo central flanqueado por dos alas, al noroeste y al suroeste, pero esta última se abandonó para poder construir el templo de Atenea Niké. Las alas nordeste y sureste se abandonaron, en su construcción inicial, al dar comienzo la guerra del Peloponeso; la fachada presentaba un frontón sostenido por seis columnas dóricas. La decoración cromática de la Acrópolis era de rojo y azul, mientras que los cascos y los escudos de sus guerreros esculpidos estaban recubiertos de bronce dorado. En los frontones aparecen representados mitos atenienses, cómo, por ejemplo: el nacimiento de Atenea; Poseidón frente a Atenea luchando por el dominio de la región del Ática. Las metopas del lado Este representaban una gigantomaquia o lucha contra los gigantes. En el lado Oeste una AMAZONOMAQUIA; al Sur lapitas o tesalios frente a los centauros, y en el Norte griegos contra los troyanos en la Ilíada o Guerra de Troya.
- EL FRISO–
Rodeaba el muro exterior y representaba la procesión que tenía lugar cada cuatro años con ocasión de las Grandes Panateneas, que se celebraban en el mes de Hecatombeo o primer mes del año griego (correspondiente a los meses de junio-julio). Lo característico del acto estribaba en la presencia de las ergástinas o muchachas que portaban el vestido o peplos en el que habían bordado las hazañas de Palas Atenea; luego entregaban el vestido, que había sido tejido por dichas jóvenes, al arconte-rey, que era quien se encargaba de vestir, con él, a la estatua de madera de la diosa. La estatua permanecía en un santuario sobre el que sería edificado, con posterioridad, el templo del Erecteion. El friso solo representaba las secuencias más conspicuas de la procesión.
- LA ESTATUA DE ATENEA PARTHENOS–
Sería la definitiva consagración de Fidias y sería descrita por Pausanias, en el siglo II d. C.:
«La estatua está hecha de marfil y oro. El casco que corona a la diosa lleva en el centro la figura de una esfinge y a cada lado unos grifos. La estatua de Atenea está de pie. Está vestida con una túnica que desciende hasta sus pies. Sobre su pecho se representa una cabeza de Medusa de marfil. Tiene en una de sus manos una Victoria de cuatro codos de alto, y en la otra, una lanza. Cerca del escudo hay una serpiente que representa sin dudas a Erecteion. El nacimiento de Pandora está esculpido en relieve en el pedestal de la estatua» (Pausanias. “Descripción de Grecia”, apud C. Mossé, op. cit., pág. 158).
En la cara convexa del escudo existía un relieve de una amazonomaquia y, en la porción cóncava, uno de una gigantomaquia, la serpiente, también presente, evocaba a Erecteo, y todos estos mitos oponían la brillante civilización de los griegos a la barbarie de los extranjeros. La estatua medía unos 11’55 metros. La mano derecha que sostenía una Niké o diosa de la victoria reposaba sobre una columna. La estatua estaba revestida de oro y de marfil. Pericles manifestó a los atenienses que en caso de necesidad se podría utilizar ese oro.
«Estando todavía concentrándose los lacedemonios en el Istmo, y mientras se hallaban todavía en ruta, antes de que hubiesen penetrado en el Ática, Pericles, hijo de Jantipo, uno de los diez generales de Atenas, cuando conoció que se iba a producir la invasión, habiendo supuesto que Arquídamo, porque fue en cierta ocasión su huésped, no querría, tal vez por propia iniciativa, queriendo hacerle un favor, devastar el territorio pasando de largo, o bien que esto fuera por orden de los lacedemonios para desacreditarlo (del mismo modo cuando por causa de él ya habían pedido la expulsión de los sacrílegos), declaró ante los atenienses en una asamblea que Arquídamo era su huésped, pero que no por esto se originaría perjuicio alguno para el Estado y que sus campos y posesiones, si no fuesen devastados como los de los otros, los dejaba en donación pública y no se originaría ninguna sospecha contra él. Sobre la situación general, repitió los mismos consejos de antes: que se prepararan para la guerra, que se hiciese entrar en la ciudad cuanto tenían en los campos y que no salieran a presentar batalla, sino que, concentrándose en la ciudad, la guardasen, que dispusieran la flota, en la que se basa el poderío de Atenas, y tener a mano a los aliados, porque decía que su propia fuerza provenía de los ingresos en dinero y la mayoría de las batallas de la guerra se ganaban sobre todo con inteligencia y con abundancia de dinero. Les invitó a tener confianza, ya que les ingresaban normalmente, como tributo de los aliados a la ciudad, unos seiscientos talentos por año, sin contar con otros ingresos, y les quedaban todavía en la Acrópolis seis mil talentos de plata en monedas (el máximo había llegado a ser de nueve mil setecientos, de los que se habían tomado para gastos de los Propileos de la Acrópolis, para otros edificios y el asedio de Potidea); y fuera de esta suma había oro y plata sin acuñar que provenían de las ofrendas particulares y públicas, todos los vasos sagrados para las procesiones y para los juegos, el botín de los medos y otros objetos por el estilo, que valían no menos de quinientos talentos; a lo cual se añadían todavía los bienes de otros templos, que no carecían de importancia; y si carecieran por completo de todo, ellos disponían incluso de las láminas de oro de Atenea; Pericles precisaba que la estatua contenía un peso de cuarenta talentos [unos 1.040 kg.] de oro puro y que podía arrancarse todo; pero dijo que, si estos recursos se empleaban para la salvación de la patria, debían ser repuestos íntegramente. Con estas reservas de tesoros, pues, los animó. Por otra parte, les dijo que tenían un ejército de trece mil hoplitas, sin contar los dieciséis mil que guarnecían las posiciones de las murallas. Ésta era la cifra de los que hacían la guardia al principio, cuando las invasiones enemigas [del Ática]; comprendía a los más viejos y a los más jóvenes y a los metecos que eran hoplitas. El muro de Falero tenía treinta y cinco estadios [cerca de 6’5 km.] hasta el recinto de la ciudad, y la parte cuadrada de este recinto, cuarenta y tres [casi 8 km.]; había una parte que no tenía guarnición, que era la comprendida entre el Muro Largo y el de Falero. Los Muros Largos, que se extendían hasta el Pireo, hacían unos cuarenta estadios [casi 7’5 km.] y tan solo se guardaba la parte exterior. Todo el circuito del Pireo y de Muniquia era de sesenta estadios [poco más de 11 km.], pero solo se guardaba la mitad. Manifestó [Pericles] que había además mil doscientos jinetes entre los que se encontraban jinetes arqueros, arqueros en número de mil seiscientos y trescientas trirremes dispuestas a hacerse a la mar. Tales eran, en efecto, sin exageración, los recursos de los atenienses en cada uno de sus dominios en el momento en que iba a tener lugar, por vez primera, la invasión de los peloponenses y el comienzo de las hostilidades. Pericles añadió todavía otros argumentos que le eran familiares, para demostrar que la guerra llegaría a un feliz término» (Tucídides, II, 13, op. cit. “Pericles habla a los atenienses y les anima. Recursos atenienses”).
Como ese metal aurífero era fácil de retirar de la estatua de la diosa Atenea, se pudo revisar el caso jurídico de Fidias y comprobar el peso real del oro para tener la certidumbre de que el gran amigo arquitecto-escultor de Pericles no se había llevado nada de ese oro.
XXXI.- LAS FIESTAS RELIGIOSAS DE LAS PANATENEAS-
El inicio de todo ese festival religioso estribaba en el mito del intento de violación de Atenea Parthenos por Hefesto (era hijo de Hera, motu proprio, que lo arrojó montaña abajo, por su fealdad, quedando por ello tullido-cojo. Más adelante se casaría con Afrodita), quien fue engañado, para ello, por Poseidón enemigo irredento de la diosa poliada de Atenas; la diosa va a conseguir escapar, pero el esperma del minusválido dios va a caer sobre una de las piernas de la diosa, esta se limpia con un hilacho de lana, que luego va a tirar a La Tierra-Gea, esta será fecundada y de ella nacerá el primer terrícola humano llamado Erictonio.
Palas Atenea encargará a las hijas del mítico rey Cécrope de Atenas que cuiden a su hijo que lo tiene escondido en una cesta; pero Erictonio ha adoptado la forma de serpiente y por ello dos de las cecrópidas se van a suicidar arrojándose desde lo alto de la Acrópolis.
-BUSTO DEL REY LEONIDAS I “EL GRANDE” DE ESPARTA-
Otro relato mitológico refiere que Cécrope fue el primer monarca ateniense y el que se encargó de dirimir el pleito entre Poseidón y Atenea, el primero había creado ex novo un lago de agua salada, en la Acrópolis, donde Palas Atenea plantaría un olivo, se trataba de resolver sobre quien tendría la posesión del Ática y Cécrope fallaría a favor de la diosa, y la victoria sería de Atenea, según San Agustín de Cartago, obispo de Hipona, en su “Ciudad de Dios”; todo ocurriría a causa del voto de las mujeres, por ello la diosa dará su nombre a la ciudad, pero las féminas no podrían dar nunca el nombre de Atenea a sus hijos.
«Se pidió, pues, la opinión de la multitud, y los hombres votaron a favor de Neptuno (Poseidón), las mujeres de Minerva (Atenea); y como hubo un voto más entre las mujeres, Minerva salió victoriosa. Entonces Neptuno encolerizado asoló con sus olas tumultuosas el país ateniense: desencadenar a placer las masas de agua es algo que no resulta difícil a los demonios. Para apaciguar su furor, los atenienses, nos dice nuestro autor, impusieron a las mujeres tres tipos de penas: nunca jamás tendrían el derecho al voto; ninguno de sus futuros hijos llevaría el nombre de su madre y no se les llamaría atenienses» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 162).
Por ello, los oradores de las oraciones fúnebres alusivas a los hoplitas muertos en combate, en el Cerámico, aludían siempre al mito que legitimaba la preeminencia ateniense.
La procesión de las Panateneas salía del Cerámico (Kerámiko) o barrio de los alfareros y finalizaba en el Ara de Atenea en la Acrópolis.
Según Nicole Loraux en su: “L’autochtonie, une topique athénienne”:
«En la Acrópolis nació un hijo de la Tierra, el rey que Atenea, hija de Zeus, antaño educó, y luego instaló en un rico santuario: este Erecteo, hijo de la gleba fecunda, de quien la Ilíada evoca el culto; este Erictonio al que, en los vasos atenienses, Gea da a luz no lejos del olivo simbólico: en cada celebración de las Panataneas la historia de Atenas empieza y vuelve a empezar» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 163). En la fiesta de las Panateneas era cuando se designaba a los magistrados, al ser el mes de la celebración el ya citado primero del año ateniense o del Hecatombeo. La fiesta iba desde los días 21 al 29 de dicho mes. Comenzaba con los recitales de los coros nocturnos de las jóvenes en la Acrópolis. Se describe en las “Heráclides” de Eurípides: «En la Acrópolis batida por los vientos, suena el agudo grito de la imploración mientras el talón de las vírgenes golpea la tierra toda la noche» (Apud. C. Mossé, op. cit., pág. 164).
La procesión salía por las puertas del Dipilón o puerta monumental de Atenas, atravesaba el barrio del Cerámico y bordeaba la Vía-Panatenaica que cortaba diagonalmente al Ágora y ascendía hasta los Propileos (entrada monumental con columnas) o acceso occidental a la Acrópolis, para desde allí llegar hasta el altar de
Atenea y Zeus, en el lado Este del Partenón. Todo finalizaba con un doble sacrificio, de 4 vacas y 4 ovejas. El reparto de las ofrendas era piramidal descendente y de privilegio jerárquico. A saber: arcontes- estrategos-taxiarcas o comandantes de unidades militares a las órdenes de un estratego, luego los tesoreros de Atenea y los hiéropes de las Panateneas o diez magistrados (uno por tribu) que vigilaban las ceremonias religiosas, todos estos se llevaban la parte del león; luego tenía lugar un segundo sacrificio o hecatombe o de 100 animales y, en este caso sí se repartía la carne de forma equitativa entre los demos. También se celebraban concursos de música y de atletismo, en los que los vencedores obtenían, como premios ánforas de aceite.
XXXII.-LA FIESTA DE LAS DIONISIACAS-
Dioniso era el dios extranjero por antonomasia, y por lo tanto traído de fuera del Ática; todo lo contrario, por consiguiente, que la autoctonía del rito mítico de Palas Atenea. Zeus encerró en su muslo al hijo que tuvo con la tebana Sémele, para así poder evitar que la iracunda Hera lo eliminase. Las fiestas se celebraban en el mes de Elafebolio, que correspondía a los de marzo-abril.
El primer día la estatua de la divinidad se llevaba desde su templo acropolitano hasta el santuario próximo al Gimnasio de la Academia, y desde aquí hasta el Sur de la Acrópolis, en medio de la orquesta (lugar donde se movía el coro, entre el escenario y los espectadores) del teatro.
En la procesión se encontraban representados todos los componentes de la sociedad civil; el final era, como siempre, sangriento con varios sacrificios de animales y el consiguiente banquete final.
-LA CIUDAD_CAPITAL DEL IMPERIO DE PERSIA, PERSÉPOLIS-
Todo ello se celebraba con una procesión nocturna salvaje y orgiástica. Durante 4 días tenían lugar concursos dramáticos en el teatro.
Cada año el arconte de turno designaba a tres poetas trágicos y cinco cómicos para que concursasen. La representación era financiada, parcialmente, por los coregos, cada uno de ellos pagaba al coro (15 personas) y al flautista, además de la vestimenta de los coreutas y sus máscaras; los coregos eran personas de nivel económico elevado. Pericles había sido corego en su juventud.
El Consejo, finalmente, confeccionaba la lista de los representantes de las diez tribus entre los que se sorteaban los diez jueces. Las representaciones tenían lugar en la sala reservada a los concursos musicales u Odeón. El público era, mayoritariamente, de ciudadanos, aunque algunos huéspedes de la polis podían acceder a las celebraciones, ya que durante estas fiestas los aliados llevaban a Atenas el tributo debido. Se distribuía el theorikon o dos óbolos para cada uno de los presentes y que, por este procedimiento, pudiesen pagarse la entrada.
Los actores, uno al principio, dos introducidos por Ésquilo y tres para las obras de Sófocles, hacían todos los roles, y replicaban al coro, eran varones que interpretaban a hombres y a mujeres a la par, solo se singularizaban por el vestido y la máscara que portaban, eran aficionados, por lo que la polis pagaba a los protagonistas y los otros dos actores eran subvencionados por el propio autor.
Este teatro trágico de la época de Pericles se componía de partes cantadas que se alternaban con diálogos en los que intervenía el coro, que representaba a mujeres bien adultas o bien adolescentes o a ancianos, pero nunca a varones adultos, el coro utilizaba un griego arcaico que nada tenía que ver con el de los protagonistas, el de estos últimos sí era el de los ciudadanos griegos del momento histórico. Estos héroes de la épica griega o de la mitología se manifiestan con el lenguaje y los giros de los atenienses de la época de Pericles.
«De este modo, Louis Gernet, pudo demostrar que el verdadero argumento de la tragedia es el pensamiento social propio de la ciudad, especialmente el pensamiento jurídico en pleno trabajo de elaboración. Los poetas trágicos utilizan el vocabulario del derecho jugando deliberadamente con sus incertidumbres, sus fluctuaciones, su insuficiencia: imprecisión de los términos, deslizamiento de significados, incoherencia y oposiciones que surgen de las discordancias en el seno del pensamiento jurídico mismo, que traducen también sus conflictos con una tradición religiosa y una reflexión moral cuyo derecho es ya diferente, pero cuyos campos no están claramente delimitados en relación al suyo» (J. P. Vernant apud C. Mossé, op. cit., pág. 170).
XXXIII.-LAS OBRAS LITERARIAS GRIEGAS Y SU SIGNIFICADO-
A.-) LA ORESTEA U ORESTIADA de Ésquilo–
Su argumento es el destino de la familia del rey de Micenas, Agamenón el atrida (hijo de Atreo).
1) Agamenón. El rey de Micenas regresa vencedor de la guerra de Troya, pero es asesinado por su esposa Clitemnestra (hermana de Helena de Troya) y por su tío (Egisto, hermano de Atreo); ambos, que son amantes, tratan de vengar la muerte que el propio soberano micénico habría infligido a su propia hija Ifigenia, sacrificada como víctima propiciatoria para evitar la cólera del dios Apolo que era el dios proclive a los troyanos.
2) Orestes. Va a vengar a su padre, matando a su madre y a su tío-abuelo, con la complicidad de su hermana Electra.
3) Las Euménides. Orestes es juzgado y absuelto por un tribunal presidido por la diosa Atenea en el Areópago. La moraleja de toda la trama está clara y estriba en que se substituye el derecho familiar por el político. La obra sería representada en el año 458 a. C.
B.-) EDIPO REY de Sófocles
Esta obra corresponde al ciclo épico de los labdácidas. Edipo es abandonado en su nacimiento por sus padres, ya que el oráculo había predicho que sería, a posteriori, el asesino de su propio padre. Sería adoptado por el rey de Corinto, pero al llegar a su edad adulta y tener conocimiento de la predicción maléfica del oráculo va a huir de la polis del Istmo. Pero yendo de camino hacia Tebas desafiará y matará a su propio padre, Layo, del que ignora la relación paterno-filial que los une. Se convierte en el rey de Tebas al acertar el enigma o acertijo que propuesto por la Esfinge estaba aterrorizando a la ciudad, casándose, ignorante de ello, con Yocasta, la reina-viuda y que es su propia madre. Al llegar a la convicción de quién es y de lo que ha hecho se enuclea los ojos y errante va a morir y será enterrado en la polis de Colono, que, paradojas de la historia, era la patria chica de Sófocles.
C.-) LOS HERÁCLIDAS de Eurípides-
Es una obra en la que se enaltece a la capital del Ática, en contraposición a la belicosa Esparta, lo que va a aparecer en un monólogo realizado por Andrómaca (la mujer del príncipe-héroe troyano Héctor):
«¡Ah! ¡Entre todos los mortales, los más odiados del género humano, habitantes de Esparta, consejeros de falsedades, príncipes de la mentira, chapuceros de trampas, espíritus retorcidos, ajenos a toda rectitud, que solo conocen subterfugios! Vuestros éxitos en Grecia ofenden a la justicia, ¿qué crimen es desconocido entre vosotros? ¿Dónde se ven más asesinatos, codicias más infames? Siempre se descubren vuestras palabras para desmentir vuestro pensamiento. ¡Malditos seáis!» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 172).
O de Teseo en su respuesta al heraldo de Tebas que le interroga sobre quién era el dueño de Atenas:
«Nuestra ciudad no está en poder de un solo hombre. Es libre, su pueblo la gobierna, sus jefes son elegidos por un año. El dinero no tiene aquí privilegio alguno. El pobre y el rico tienen el mismo derecho» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 172).
En los Poemas-Cómicos, con los de Aristófanes a la cabeza, se realiza una crítica agria y burlesca de los políticos, incluyendo al mismo Pericles, del que se hacían chanzas sobre su cabeza alargada y voluminosa.
Uno de los espectadores llamado Cratino lo calificaba como “Zeus esquinocéfalo” o “con cabeza de cebolla”.
Otro espectador conocido como Teleclides criticaba su poder:
«Insistía en la extensión de su poder, al haberle cedido los atenienses “los tributos de las ciudades, las ciudades mismas, que puede como quiera unir o desunir, las murallas que puede construir o demoler y todo: treguas, poder, paz, riqueza y felicidad”» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 174).
Cratino calificaba a Aspasia de cortesana, incluso el poeta Hermipo le acusó de que proporcionaba, a Pericles, mujeres jóvenes para su placer, como si fuese una vulgar alcahueta.
Existe una cita paradigmática de Eurípides en su obra “Medea” que resume la vida religiosa de la gran polis del Ática:
«Nunca –le hace decir a Medea- un hombre cabal debería educar a sus hijos en un saber que supere lo ordinario. Se les reprochará primeramente vivir sin hacer nada, y además se atraerán la envidia de la gente. Aporta al vulgo ignorante pensamientos nuevos y sabios, que no dirán que eres un sabio, sino que eres un inútil» (Apud C. Mossé, op. cit., págs. 174-175).
XXXIV.-LAS ESCUELAS FILOSÓFICAS DE ATENAS-
1ª) PRESOCRÁTICOS Y SOFISTAS–
Los primeros son los herederos de los pensadores de la ciencia griega de la Jonia, esta escuela nacería con Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes, y luego llegaría al continente con Pitágoras, con Parménides y con Empédocles. Se estima que Zenón de Elea fue uno de los maestros de Pericles, ya que es uno de los interlocutores del diálogo de Platón titulado “Parménides” frente al mismo Parménides y a Sócrates.
Para Aristóteles, Zenón sería el inventor de la dialéctica, que es un modo de razonamiento que, partiendo de ideas admitidas, se esfuerza en aceptar la coherencia de las consecuencias que de ellas se derivasen. Anaxágoras de Clazómenas fue conducido al ostracismo entre los años 437-436 a. C., según un decreto de un individuo llamado Diopites, por el cual se podía, y se debía, acusar a todos aquellos individuos que negasen la existencia de las “cosas” divinas o difundiesen en sus enseñanzas teorías sobre los fenómenos celestes; por esto (la enseñanza) Pericles “se pudo elevar por encima de la superstición”.
Existe un ejemplo paradigmático de lo que antecede en la obra “La Apología de Sócrates” de Platón, en la que se introduce un supuesto diálogo entre Sócrates y el bardo-poeta Meleto, que es uno de sus más señalados enemigos, cuando este último le acusa de ateo.
Entonces, Sócrates responde:
«-Pero, en fin, ¿qué quieres decir? ¿Que yo no reconozco que el Sol y la Luna son dioses, como todo el mundo? –No, jueces, no les reconoce por tales; afirma que el Sol es una piedra y la Luna una tierra. –Pero ¡es Anaxágoras a quién crees acusar, mi querido Meleto! En verdad, ¿estimas tan poco a estos jueces, les crees tan iletrados como para ignorar que son los libros de Anaxágoras de Clazómenas los que están llenos de esas teorías? Y ¿sería a mi lado donde los jóvenes vendrían a instruirse cuando pueden justamente comprar esos libros en la orquesta por una dracma como mucho, y a continuación reírse de Sócrates, si diera como suyas esas ideas» (Apud C. Mossé, op. cit., págs. 179-180).
-TEMÍSTOCLES-
Otro sabio con el que Pericles gustaba discutir era Protágoras de Abdera; Platón, también, resume su doctrina en la fórmula: “el hombre es la medida de todas las cosas” y, por supuesto, en, el Teeto:
«Los dioses, no puedo saber si existen o no, ni a qué se parecen, pues existen numerosos obstáculos para semejante saber, a la vez la falta de certidumbre y la brevedad de la vida humana» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 180). Pericles le encargará la tarea de elaborar la constitución de una nueva colonia griega occidental llamada Turios.
La segunda estancia del sofista Protágoras en Atenas produjo una expectación tal que conllevó la famosa reunión en casa de un plutócrata notorio llamado Calias, de la que se conoce hasta el nombre de sus asistentes, a saber: Hipias de Elis, Pródico de Ceos y, también, los dos hijos de Pericles llamados Páralo y Jantipo, este hecho se produciría antes del comienzo de la Guerra del Peloponeso, ya que para entonces los dos mencionados hijos de Pericles ya habrían fallecido. Los jóvenes atenienses acudieron, entonces, a instruirse junto al ya citado eximio sofista.
Será Platón quien relatará la diatriba ocurrida entre Sócrates y Protágoras, en sus Diálogos y finalizará calificando al sofista como de un teórico de la democracia ateniense, concluyendo al relatar como Protágoras se va a dirigir a Sócrates:
«Creo haberte demostrado suficientemente, Sócrates, que tus compatriotas no están equivocados al escuchar en política las opiniones de un herrero o de un curtidor, y, en segundo lugar, que juzgan que la virtud puede ser enseñada y transmitida» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 182).
Los sofistas se arrogaban el título de educadores y cobraban por ello, por lo que solo los hijos de los ricos podían asistir a sus clases, por consiguiente, enseñar el significado de la virtud y la técnica política o politike techne era eximio, pero a la par tenía, en su propia esencia, el peligro inherente a que podría formar a políticos que defendiesen todo y su contrario. Presentan el análisis sobre la ley o el nomos como una obra humana, ya que es un contrato que vincula a los miembros de una cierta comunidad y no es una revelación de la voluntad de los dioses, por lo que siendo la ley una obra humana, lo que aquí y ahora es considerado justo puede ser allí injusto, lo que hoy se opone a la ley mañana puede no oponerse. De esta manera algunos sofistas oponen así la ley, como un fenómeno transitorio que es, a la naturaleza o physis que sí es inmutable.
Un sofista como Trasímaco de Calcedonia define a las leyes como relativas y hechas para beneficiar a los seres humanos más fuertes y poderosos. En toda su obra, Platón, se enfrentará a la sofística y cargará las tintas sobre el término sofista dándole un carácter absolutamente peyorativo.
Los sofistas eran mayoritariamente extranjeros y habrían llegado a Atenas atraídos por el entorno político y social creado por Pericles; no obstante, también habría atenienses destacados como Critias que era tío de Platón y futuro tirano de la segunda revolución oligárquica de los años 404-403 a. C.
El otro gran sofista ateniense se llamaba Antifonte, que escribiría dos obras importantes sobre la verdad o aletheia y sobre la concordia u homonoia, este último habría nacido hacia el año 480 a. C., en su disertación sobre la verdad es donde va a analizar la relación entre ley-naturaleza o nomos–physis, enfrentando lo relativo en la primera frente a lo ineluctable de la segunda, por lo que las leyes de la naturaleza son superiores a las promulgadas por los seres humanos.
2º) LA HISTORIA-
El primer nombre básico como historiador es Heródoto. Proveniente de la Jonia (Asia Menor), moriría en la expedición para la fundación de Turios, hacia el año 420 a. C. Tucídides, por el contrario, era veinte años más joven y ateniense, fue estratego y de familia de rancia prosapia.
Al ser derrotado en la batalla de Anfípolis frente al espartano Brásidas, fue castigado con el exilio a la Tracia donde su familia poseía explotaciones mineras, desde allí regresaría, una vez perdonado, a Atenas donde moriría en los albores del siglo IV a. C. Serán ellos dos los grandes cronistas de las dos grandes conflagraciones bélicas que Atenas va a sostener en el siglo V a. C., contra el imperio de los persas y contra sus grandes enemigos espartanos, es decir, las denominadas como las dos guerras médicas y la del Peloponeso.
«Heródoto de Turios expone aquí sus investigaciones, para impedir que lo que han hecho los hombres no se borre de la memoria con el tiempo, y que grandes y maravillosas hazañas, realizadas tanto por los bárbaros como por los griegos, dejen de ser famosas, en especial lo que fue causa de que los griegos y bárbaros entraran en guerra unos contra otros» (Apud C. Mossé, op. cit., pág. 185).
-EL DIOS APOLO-
Tucídides pretende, no solo preservar la memoria de los hechos históricos, sino crear datos ejemplificadores para el futuro, es decir que se mantenga una experiencia sine die:
«En cuanto a las palabras pronunciadas en los pueblos, bien estando para hacer la guerra, bien durante ella, será difícil reproducirlas con exactitud, de acuerdo con mis recuerdos personales o según lo dicho por mí de las cosas que yo mismo escuché aquí y allí; yo he procurado que cada uno usara del lenguaje que me parecía que era el más apropiado a las circunstancias presentes, ateniéndome lo más posible a la idea general de las cosas dichas en verdad; en cuanto a los hechos que fueron realizados en la guerra, yo he creído deber escribirlos no informándome del primero que ha llegado a mí ni como a mí me parecía, sino que he investigado con exactitud, tanto cuanto me ha sido posible, sobre aquellos a los que yo asistí personalmente y sobre los sabidos de otros. Mas la veracidad era difícil de desentrañar, porque los que asisten a cada uno de los hechos ni decían las mismas cosas sobre los mismos [hechos], sino como cada uno tenía de parcialidad o de memoria. Y ciertamente los no sujetos a la fábula parecerán a lo mejor menos agradables para ser oídos, pero todos los que querrán constatar la evidencia de los hechos que han tenido lugar y unos hechos que serán alguna vez reproducidos según la condición humana, tales cual han sido y otros análogos, juzgarlos útiles será suficiente [para mí]. Ellos estarán compuestos [en esta obra] como un monumento para siempre, más que como una obra de una contienda para ser escuchada por el momento presente» (Tucídides, op. cit., I, 22. “El fin que se propone con su obra”).
Heródoto rememorará lo que conllevó esa guerra tan terrible entre griegos y bárbaros (persas); pero ambos cronistas desean comprender lo que ocurrió y, luego, interpretarlo desde el punto de vista humano y no reducirlo todo al juicio del albur. Heródoto deja al lector elegir la respuesta que se debe otorgar a los hechos que narra, poniendo en duda ciertas explicaciones frente a diferentes versiones, su narración es un caos aparente pero distingue su propia investigación de lo que le ha sido contado por informantes anónimos, aunque algunos de sus datos etnográficos se deban cuestionar, aunque sus razonamientos sean etnocéntricos, ya que Grecia es el principio y el fin de su historia, y, como era de esperar, va a valorar de forma superlativa a los dos vencedores de los persas, Milcíades y Temístocles.
Por el contrario, Tucídides es bastante más riguroso y sus disgresiones históricas e intelectuales son mínimas, además interviene en la relación de los hechos juzgando, explicando y criticando lo que ocurrió, por lo que, en un mismo acontecer histórico, puede ofrecer interpretaciones contradictorias.
Por medio de Tucídides podemos penetrar en el meollo del pensamiento político de los griegos del siglo V a. C., en el cual Pericles va a ocupar un lugar privilegiado y a través del historiador se puede descubrir cuál era la auténtica personalidad del factotum de la política ateniense en la quinta centuria a. C. “Corcillum est quod homines facit, cetera quisquilia omnia”.
-EL DIOS ARES-
-BIBLIOGRAFÍA-
-Aguilera, C. (coordinadora) (1985): Grandes Imperios y Civilizaciones. Atenas y Esparta. Sarpe.
-Aguilera, C. (coordinadora) (1988): Historia Universal. La Antigüedad y el Mundo Griego. Sarpe.
-Alborg, J. L. y Ballesteros Gaibrois, M. (1973): Historia Antigua Hasta el siglo XIII. Gredos.
-Alonso Troncoso, V. (1988): Historias del Viejo Mundo. El genio de Grecia. Historia-16.
-Asimov, I. (1982): Los Griegos. Alianza.
-Bajo, F.; Plácido, D.; Alvar, J. y Mangas Manjarrés, J. (1994): Historia Universal.
Historia Antigua. Historia-16.
-Barral, X. (1991): Historia Universal del Arte. La Antigüedad Clásica. Grecia, Roma y el Mundo Mediterráneo. Planeta.
-Bengtson, H. (2005): Historia de Grecia. RBA/Gredos.
-Blázquez, J. M.; López Melero, R. y Sayas Abengoechea, J. J. (1999): Historia de Grecia Antigua. Cátedra.
-Brown, C. M. (1983): La Atenas de Pericles. Alianza.
-Cabanes, P. (2002): Atlas histórico de la Grecia Clásica. Acento.
-Camp, J. y Fisher, E. (2004): El mundo de los Antiguos Griegos. Blume.
-Cartledge, P. (2001): Los Griegos. Crítica.
-Devismes, F. (1989): Historia de las Grandes Civilizaciones. Espasa-Calpe.
-Domínguez, A. J. y González, J. P. (1999): Esparta y Atenas en el siglo Va. C. Síntesis.
-Durando, F. (2001): Grecia Antigua. Folio/Óptima.
-Equipo de Redacción PAL (1986): Historia Universal. El Mundo Griego. Mensajero.
-Fernández Nieto, F. J. (1989): La Guerra del Peloponeso. Akal.
-Fernández Nieto, F. J.; García Quintela, M. V.; Melero, A. y Tsiolis, V. (2000): Grecia Clásica. Arlanza.
-Fernández Nieto (coordinador) (2005): Historia Antigua de Grecia y Roma. Tirant lo Blanch.
-Finley, M. I. (2000): La Grecia Antigua. Crítica.
-Fornis, C. (2003): Esparta. Crítica.
-Funke, P. (2001): Atenas Clásica. Acento.
-Geschnitzer, F. (1987): Historia Social de Grecia. Akal.
-Garnsey, P. D. A. y Whittaker, C. R. (editores) (1978): Imperialism in the Ancient World. Cambridge University Press.
-Gómez Espelosín, F. J. (2001): Historia de Grecia Antigua. Akal.
-Gómez Pantoja, J. (coordinador) (2003): Historia Antigua. Grecia y Roma. Ariel.
-Hidalgo, M. J.; Sayas Abengoechea, J. J. y Roldán Hervás, J. M. (2001): Historia de la Grecia Antigua. Universidad de Salamanca.
-Iriarte Goñi, A. (2002): De amazonas a ciudadanos. Akal.
-Juliá, S. (1983): Introducción a la historia. Mensajero.
-Lane Fox, R. (2007): El Mundo Clásico. Crítica.
-López Melero, R.; Plácido, D. y Presedo Velo, F. (1998): Historia Universal. Edad Antigua. Grecia y Oriente Próximo. Vicéns Vives.
-Maggi, S. (2007): Grecia. RBA.
-Montanelli, I. (1982): Historia de los griegos. Plaza y Janés.
-Montenegro, A.; Castillo, A. del; Avelló, J. L. y Solana, J. M. (1986): Gran Historia Universal. La Grecia Clásica. Club Internacional del Libreo/Nájera.
-Mossé, C. (2007): Pericles. Espasa-Calpe.
-Nepote, C. (M. Segura Moreno, editor) (2002): Vidas. Gredos.
-Osborne, R. (1998): La formación de Grecia, 1200-479 a. C. Crítica.
-Osborne, R. (2002): Historia de Europa-Oxford. La Grecia Clásica. Crítica.
-Petit, P. (1986): Historia de la Antigüedad. Labor.
-Plácido, D. (1989): Historia del Mundo Antiguo. La Pentecontecia. Akal.
-Plácido, D. (1997): La Sociedad Ateniense. Crítica.
-Plutarco (1996): Vidas Paralelas. Pericles. Fabio Máximo. Gredos.
-Plutarco (E. Crespo, editor) (1999): Vidas Paralelas. Pericles. Fabio Máximo. Cátedra.
-Plutarco (J. Negrete, editor) (2000): La Atenas del siglo V. Pericles. Akal.
-Pomeroy, S. B. (1999): Diosas, rameras, esposas y esclavas. Akal.
-Pomeroy, S. B.; Burstein, S. M.; Donlan, W. y Roberts, J. T. (2001): La Antigua Grecia. Crítica.
-Ratto, S. (2007): Grecia. Electa.
-Renero, V. M. (1998): Alcibíades. La ambición del poder. Alderabán.
-Ruipérez, M. S. y Tovar, A. (1983): Historia de Grecia. Hora.
-Ruipérez, M. S.; Elvira, M. A. y Blanco Freijeiro, A. (1985): Pericles y su época. Historia-16.
-Segura Munguía, S. (1992): Los Juegos Olímpicos. Anaya.
-Spengler, O. (2005): La decadencia de Occidente. RBA/Espasa-Calpe.
-Spivey, N. y Squire, M. (2005): Panorama del mundo clásico. Blume.
-Ste. Croix, G. E. M. (1988): La lucha de clanes en el mundo griego antiguo. Crítica.
-Storch de Gracia, J. J. (2003): Grecia. Dastin-Export.
-Tucídides (V. López Soto, editor) (1975): Historia de la guerra del Peloponeso. Juventud.
-VV. AA. (2002): Historia Universal. Larousse. La Edad de Oro de Grecia. RBA/Spes.
-VV. AA. (2004): Historia Universal. Grecia. Salvat/El País.
-Walker, M. (1999): Historia de la Grecia Antigua. Edimat.
-Warner, R. (2003): Pericles. Edhasa.
-Watson, P. (2007): Ideas. Crítica.
-CURRICULUM VITAE-
-Del Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”. (CSIC).
-Del Ateneo de Valladolid (Creación año-1872).
-Del Instituto de Estudios Gerundenses (CSIC).
-De la Real Sociedad Arqueológica Tarraconense (CSIC).
-Del Círculo Cultural Péndulo de Baza (UNESCO).
-Del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (CSIC).
-Del Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo” (CSIC).
-Del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (CSIC).
-Del Centro de Estudios Históricos Jerezanos (CSIC).
-Del Ateneo Jovellanos (Creación año-1953).
-De la Sociedad Española de Estudios Clásicos (CSIC).
-De la Sociedad Española de Estudios Medievales (CSIC).
-Del Instituto de Estudios Bercianos (CECEL/CSIC).
-De la Asociación Gaxarte, Luanco-Gozón.
-De la Asociación Cultural Proculto, Toro-Zamora.
-De la Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia. La Coruña.
-De la Asociación Cultural Arte, Arqueología e Historia de Córdoba.
-De la Asociación Cultural Arte, Arqueología e Historia de Bujalance-Córdoba.
-Historiador -Colaborador de la Fundación Gustavo Bueno-Oviedo.
-Del Centro de Estudios Merindad de Tudela.
-Del Centro de Estudios Linarenses-Linares/Jaén.
-De la Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”-Plasencia/Cáceres.
-De la Asociación Cultural San Bartolomé de San Martín del Rey Aurelio-Sotrondio/Asturias.
-De la Asociación Cultural Rey Ordoño I-Villamejil/La Cepeda/León.
-De la Asociación de Amigos del Museo Marítimo de Asturias-Luanco.
-De la Asociación Cultural “Raíces Lacianiegas”-Villablino/León.
-Médico-Geriatra en Larrañaga/Domusvi
-Historiador-Diplomado en Estudios Avanzados de Historia Antigua y Medieval y Médico-Familia de Atención Primaria.
-Vicepresidente del I Concurso de Trabajos Cortos de Investigación en Historia de la Medicina en Asturias. Colegio de Médicos de Asturias.
-Médico-Valorador de Discapacidades y Daños Corporales del Colegio de Médicos de Asturias.
-348 Críticas Literarias/Ensayo en “Todo Literatura”. Madrid.
-38 Trabajos-Ensayos-Curriculares de Historia en “La Gaceta de Almería”.
-49 (2023) Trabajos publicados en Dialnet.
-30 (2023) Trabajos/Libros publicados en Regesta Imperii /Universidad de Maguncia/Mainz.
-234 Trabajos de HISTORIA publicados.
-40 Biografías de Músicos de Música-Académica publicadas.
-122 Conferencias impartidas sobre Historia.
-LIBROS PUBLICADOS-
1.-EL GRAN REY ALFONSO VIII DE CASTILLA, “EL DE LAS NAVAS DE TOLOSA”. Editorial Alderabán/Alfonsípolis. 2012. Cuenca.
2.-BREVE HISTORIA DE FERNANDO “EL CATÓLICO”. Editorial Nowtilus. 2013. Madrid.
3.-EL REY ALFONSO X “EL SABIO” DE LEÓN Y DE CASTILLA. SU VIDA Y SU ÉPOCA. Editorial El Lobo Sapiens/El Forastero. 2017. León.
4.-EL REY ALFONSO VII “EL EMPERADOR” DE LEÓN. Editorial Cultural Norte. 2018. León.
5.-URRACA I DE LEÓN. PRIMERA REINA Y EMPERATRIZ DE EUROPA. Editorial El Lobo Sapiens/El Forastero. 2020. León.
6.-EL REY RAMIRO II “EL GRANDE” DE LEÓN. EL “INVICTO” DE SIMANCAS. Editorial Alderabán/Alfonsípolis. 2021. Cuenca.
7.-LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA. UN MITO HISTÓRICO. Editorial Alderabán/Alfonsípolis. 2023. Cuenca.