Convocadas las Elecciones Generales a celebrar el 28-A ha comenzado el período más convulsivo en el seno de cuantas organizaciones políticas concurren, dándose la circunstancia en esta ocasión de encontrarnos en una situación similar a la de la Transición Política.
Debido a las circunstancias que han motivado el surgimiento de movimientos ciudadanos y fuerzas políticas que han emergido en el espacio político donde otras fracasaron a mediados de los 80, a imagen y semejanza de la primera legislatura constituyente es de esperar una renovación que conlleve a una regeneración del sistema político. Pero por renovación yo siempre he entendido el cambio normal en las candidaturas y no conformadas éstas por personajes que llevan más de veinte años y, para mayor indignación, sin que se len conozcan una aportación a la circunscripción electoral por la que han sido elegidos.
No solo por renovación se entiende una alternancia que conlleva una posibilidad de ampliar el espectro social sino que en el caso de que ella se produzca jamás puede ser entendida como una renovación energética, consistente en que un joven sustituya a uno mayor para que todo siga igual. Esta práctica viene utilizándose con cierto éxito de los Partidos Políticos clásicos y el resultado es que al haber utilizado ello para que todo siga igual pues se han visto las supuestas jóvenes promesas envueltas en la indignación social que sus promotores han provocado.
El error, siempre desde mi humilde punto de vista, en que han caído los Partidos Políticos clásicos cuando se han atrevido a promover a jóvenes para que todo siga igual es que estos jóvenes se comportan como los veteranos que los han impulsado y con mayor vigor y más radicalización, con lo que la regeneración política no ha sido posible debido a este mecanismo que han venido utilizando para mantener y no para evolucionar al compás de la sociedad a la que dicen servir y de la que realmente se están sirviendo.
La convocatoria de elecciones que supone la mayor manifestación democrática, culminando en el que los clásicos vienen a llamar la Fiesta de la Democracia, es la mejor ocasión que tienen los Partidos Políticos para expresar su sintonía con el pueblo, siendo determinante en este momento llevar a cabo un ejercicio de regeneración que no se producirá en ningún caso sustituyendo a un sesentón por un treinteañero, dicho en expresión vulgar no sirve reubicar a un elefante para sustituirlo por un cachorro para que todo siga igual.
Disculpe, amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, la reiteración de la expresión ‘para que todo siga igual’, porque es justamente lo que pretenden las fuerzas políticas mayoritarias que han dado origen al bipartidismo. Lo que me llama la atención, por su gravedad, es que se haya alcanzado tan grado de distancia entre el españolito y la españolita de a pie y sus gobernantes como para que en la calle se escuche hablar del Régimen de Franco y del chalaneo en que se ha convertido el sistema político bipartidista.
Aunque toda convocatoria electoral supone una convulsión interna, la del 28-A puede encontrarse una con cierto parecido en la del 15-J, cuando dirigentes franquistas pretendieron seguir y la mayoría de ellos vieron frustradas sus pretensiones por el nuevo furor popular que se estaba produciendo. Si el amable lector establece la asociación de lo clásico a lo emergente podrá constatar que nos encontramos en la misma situación, por lo que se hace necesario que el búnker político clásico no se atrinchere y permita una renovación que conlleve la ansiada regeneración política por la que está clamando la sociedad española.
Apelo a la necesidad de cambiar el país mediante la renovación política, porque sin ella no será posible regenerar España, y estoy observando que la resistencia es numantina, toda vez que los longevos gobernantes que tenemos en la actualidad son los que no han encontrado otro sustento de vida. Y reitero por cansino que resulte que ello no se puede conseguir, como vengo sosteniendo, mediante la mera sustitución de uno de 60 por uno de 30, craso error, como también el de utilizar la confianza como estricto mérito, aunque en su descarga diré que bendita sea la confianza porque gracias a ella estamos conociendo la práctica totalidad del latrocinio político.
En este momento me produce una consecuente satisfacción la conformación de las candidaturas promovidas por Pedro Sánchez en el PSOE, lo que ha provocado una cierta convulsión interna que, pienso, determinará el resultado electoral como ya ocurrió en las dos ocasiones en las que empezaba la precampaña Fernández Vara para iniciarla Susana Díaz, con lo que viene a repetirse la Historia contemporánea socialista, desde mi persistente opinión, por el firme arraigo de la renovación política en Pedro Sánchez.