{mosimage}Los brotes de intolerancia que se vienen produciendo en nuestro país, y particularmente en nuestra provincia, requieren una reflexión seria, pausada y profunda por parte de las organizaciones políticas, porque podríamos vernos en alguna situación no deseada, y baste recordar los acontecimientos que se produjeron en El Ejido hace un lustro.
La intolerancia no siempre suele aparecer coaligada a xenofobia o a racismo, también se produce aliada a la política, especialmente desde la Oposición al Poder. Y el domingo acudí a los actos institucionales que Diputación Provincial celebraba en Berja con motivo del Día de la Provincia, y pude constatar, una vez más, la fundada sospecha nada más ver la representación de la Corporación Provincial, razón por la que me coloqué en lugar estratégico ante lo que presumía se avecinaba, como efectivamente ocurrió.
Yo sé que la actividad política es dura, especialmente por la trastienda que posee. No me viene grande, y, como atento observador, me vienen deleitando de vez en cuando, lo cual agradezco muy sinceramente, pues soy de los que piensan que la salud pública del personaje es proporcional a los ataques recibidos. Y hete aquí que, reitero, me vienen deleitando desde hace unas semanas, tras un largo paréntesis de asueto. Ha pasado más de una década y siguen siendo exactamente los mismos quienes vuelven a emprenderla, lo que denota que no me han olvidado, me están cerciorando de que estoy y sigo en el buen camino y parece que no han dado el relevo a nadie porque no tienen a quien dárselo y/o porque son tan mezquinos que nadie desea realizar estos menesteres. Como diría un conocido cargo institucional el Día de la Provincia en Berja, “que Dios lo coja confesado”.
Sirva este inciso para adentrarme en el tema que hoy nos ocupa, y que me he permitido aflorar, como es la intolerancia, que si grave es en cualquier elemento de nuestra sociedad, muchísimo más lo es cuando se produce en el interior de una organización, por desorganizada que esté, política, y tanto más cuanto más importante sea su respaldo electoral. Por eso me temí lo peor cuando aceptablemente solemnizado vi caminar a paso ligero a los Diputados Provinciales camino del escenario, sabiendo las escenas que se están produciendo en el Salón de Plenos de la Diputación Provincial. Vengo asistiendo a los plenos de Diputación Provincial desde la reinstauración de la Democracia y rara vez he encontrado una nutrida asistencia, pero sin embargo durante la actual legislatura municipal el poder de convocatoria es tremebundo por lo elevado y muchísimo más tras comenzar a dirimirse en esta grave crisis interna que padece el PP. El Salón de Plenos, decía, se encuentra abarrotado en numerosas ocasiones, con una composición variopinta de ciudadanos de a pie, medios de comunicación, representantes políticos de los más diversos rincones de la provincia y por miembros de organizaciones políticas.
El Día de la Provincia se organizó el año pasado en la capital, Almería. Y se aprovechó el acto institucional para conmemorar los veinticinco años que lleva funcionando Diputación Provincial democráticamente. El actual alcalde de Almería, Luís Rogelio Rodríguez-Comendador fue el anterior presidente de Diputación Provincia, por lo que estaba invitado en su doble condición. Pero hete aquí que no estuvo presente, como tampoco los Diputados Provinciales del PP. Dirimir las diferencia internas de una organización política en una institución es gravísimo, y por su dimensión es previsible que pase factura a quien está utilizándola para tal menester. Eso le está sucediendo al PP en Almería, que está dirimiendo su crisis en Diputación Provincial. Y la retahíla de despropósitos que está protagonizando en la institución provincial es de una magnitud inconmensurable.
Las formas son para los personajes políticos elementalísimas, y cuando se pierden se presupone que han perdido la compostura y hasta la razón de su permanencia en esta actividad pública. Los insultos, los gestos obscenos y lo chabacano está siendo protagonizado por el Grupo Popular, por lo que animo al amable lector, que distrae su tiempo en este espacio periodístico, a aproximarse el oído a este grupo de Diputados Provinciales porque les aseguro que donde estén y coincidan con el Presidente de la Diputación Provincial, José Añez, montan su peculiar numerito. Ayer no iba a ser menos. Razón por la que me situé en lugar próximo al Grupo Popular, cuán baile de chirigotas, se ha visto reconfortado por el reencuentro de uno de sus hijos pródigos, Antonio Torres, y me deleitaron tanto como ellos soportaron estoicamente el soporífero concierto de la Federación Provincial de Bandas de Música.
{mosimage}Colocados en la última fila, arropando al hijo pródigo y Candidato a la Alcaldía de Berja, Antonio Torres, se podían escuchar todo tipo de lindezas dirigidas al Presidente de la Diputación Provincial, José Añez, mientras pronunciaba su alocución. El público más próximo a los Diputados Provinciales pudo escuchar también la retahíla de lindezas que le dirigían a Añez, y mientras ello sucedía me hubiese gustado que esos Diputados Provinciales y los dirigentes provinciales del Partido Popular escucharan lo que decían de ellos, lo mejor era que ese comportamiento suponía una falta de respeto hacia Diputación Provincial. A ver los resultados electorales que tendrá el PP en Berja, donde estuvo a punto de conseguir la Alcaldía en las anteriores Elecciones Municipales, y a ver si por querer hacerle un favor a su ya correligionario Antonio Torres le han fastidiado su candidatura.
Descalificaciones gruesas e impropias de cargos institucionales salían desde las dos filas que ocupaba el Grupo Popular como metralla dialéctica hacia el orador que no era otro que el Presidente de la Diputación Provincial, José Añez, y que parecía no inmutarse. Fue la nota del día, lo más comentado del acto a pesar de ser multipartidista y popular. El comportamiento del Grupo Popular en Diputación Provincial, una vez más, sigue dejando muchísimo por desear, y es el reflejo en el que ninguna persona, ciudadano de a pie o político, debe servirle como ejemplo.