En la práctica totalidad de los deseos manifestados no han estado presentes los sentimentales porque los han protagonizado casi en exclusiva los económicos, lo que dista mucho de atrás en los que se querían paz y amor olvidándose con ello de la estabilidad sentimental por razones de supervivencia.
No creo que los deseos expresados para los próximos doce meses sean fruto de la evolución sino que en esta ocasión se hayan determinado por la involución, retrotraimiento de la economía en su más amplia acepción porque está afectando tanto a la cotidianidad como a los derechos conseguidos y entre los que destaca la salud por encima de los demás, al entender, en mi opinión, que la salud es el mayor indicador de la vida junto a otros valores que escapan a esta reflexión.
Los dos últimos lustros han condicionado a los españolitos y a las españolitas de a pie, que en su inmensa mayoría han visto disminuir su bienestar por los recortes de derechos consolidados y por el decrecimiento de sus emolumentos, lo que es considerado un mérito por parte del entonces Gobierno Rajoy cuando en la realidad supone un fracaso. Yo también comparto la extendida opinión de que “dinero no es todo” pero sí que ayuda a todo, no a obtener un mayor poder adquisitivo sino a gozar de una mayor calidad de vida principalmente por una mejor salud, porque se convendrá conmigo que la salud es lo principal y resulta fácil encontrarse con pacientes que se quejan de no haber sido diagnosticados con el aval de una prueba sino prácticamente por intuición, lo que es consecuencia, en mi opinión, de un afán economicista donde nunca deberíase de recortar.
Pero no se han hecho necesarios los recortes gubernamentales llevados a cabo durante estos últimos veintidós años principalmente para que los españolitos y las españolitas de a pie mostraran su añoranza por la peseta, aquella moneda que en cualquiera de sus fracciones había adquirido un elevado nivel de familiaridad, sino que desde su misma desaparición fue echada en falta su cotidianidad.
Y se notó más rápidamente por el redondeo, ya que cobrábamos en pesetas y pagamos en euros, una moneda que a los veintidós años de existencia está siendo cuestionada hasta por su propio fundador, porque, en síntesis, desde una simple óptica de mero observador solo ha enriquecido a los poderosos y empobrecido a las clases media y baja.
Tanto se notó que supuso un sufrimiento para las capas más desfavorecidas, que tuvieron que pasar de las 90 ptas por un café a 1 €, por la barra de pan 45 ptas a 30 céntimos de euro y en general 1 peseta pasó a equivaler 1 euro y 5.000 ptas pasó a 50€, mientras que el sueldo eran las pesetas convertidas a euros. El redondeo produjo un cataclismo en la economía familiar que se ha ido agudizando con el paso del tiempo y ha pasado a ser cónico con la crisis económica, no habiéndose amortiguado ni por la consideración subconsciente de los dígitos.
Este estado nos ha provocado un ejercicio memorístico de la Historia cuando generacionalmente hemos podido constatar la capacidad de superación en España con la peseta y las dificultades tan tremebundas que nos está provocando el euro. Y sin entrar en economicismos, porque soy un profano, si me atrevo a opinar sobre economía familiar que es en la que cada uno tenemos que ser expertos, y pienso que las fluctuaciones en el valor internacional de la peseta, las recordadas devaluaciones a las que todos los Ministros de Economía causaban pavor, repercutían mínimamente en las economías familiares y pasábamos los baches económicos sin más dificultades que las que se arrastraban.
Si la percepción de que no incidían las crisis económicas más de lo que ésta en el interior del país, y por consiguiente en la inmensa mayoría de la sociedad, es verdad que cuando convertíamos a otra moneda se notaba bastante, produciéndose un mercadeo en las fronteras que llamaba la atención en países africanos donde sus monedas tenían un valor que superaba la docena de pesetas sin llegar a los extremos de Turquía donde su moneda se cuantifica en millones.
Superada la edad en la que aparecía la razón, los 22 años de euro en España están transcurriendo con más penas que gloria, hasta el extremo de habérsele atribuido la causa de todos nuestros males y hayan aflorado deseos por la recuperación de nuestra añorada Peseta, con cuya referencia estamos cobrando nuestros emolumentos y a la que seguimos convirtiendo en nuestras compras, y no sin razón porque, como decía, hasta el fundador del Euro ya considera un fracaso esta moneda europea que tanta pobreza y sufrimiento está generando, por lo que no puede considerarse un avanza sino un retroceso en el más amplio sentido de la acepción.