Según el R.D.L.E , suicidio es el “ acto ó la conducta que daña o destruye al propio agente”;“quitarse voluntariamente la vida”. Yo añadiría a esta última definición, la palabra “lucidamente” quedando pues en que el suicidio es” quitarse la vida voluntaria y lucidamente”; y ello por lo que después se verá; lo que brilla por su ausencia en el R.D.L.E. es que cuando habla de quitarse la vida, tal vida se ha convertido en una carga invivible y odiosa.
La Eutanasia según el mencionado diccionario, sería “la muerte sin sufrimiento físico, especialmente la provocada voluntariamente a quien padeciendo una enfermedad incurable, la solicita para poner fin a sus sufrimientos”. Queda así claro que la eutanasia es una práctica (“¡aun no legal!), que sería un subconjunto menor del suicidio y que los argumentos aquí expuestos para su defensa, se incrementan enormemente en relación con la eutanasia.
Podríamos hacer un esbozo de clasificación del suicidio:
Suicidio frustrado: Acción de suicidio que no ha sido conseguido.
Suicidio Consumado: Que acaba con la existencia del sujeto.
Suicidio Activo: Provocado por la misma persona que lo ejecuta.
Suicidio Pasivo: Ejecutado por persona diferente al sujeto del suicidio y a instancias de éste.
Suicidio Individual: De una sola persona.
Suicidio colectivo: De un grupo o concentración de seres humanos.
Excluimos del concepto de suicidio los casos siguientes de autodestrucción vital, por carecer del requisito de la lucidez:
Las acciones provocadas por patologías clínicas o adicción a determinados tóxicos; así, no serian suicidios, la autolisis de los individuos aquejados por psicosis maniacodepresivas, por la esquizofrenia, por el alcoholismo u otras drogas, o por violentas reacciones de cólera o abatimiento, que anulando la lucidez, suceden inmediatamente a un grave conflicto individual o colectivo.
Si nos referimos a las causas y factores de riesgo personales, demográficos e históricos del suicidio, nos encontramos con algunas realidades que causan o facilitan la supremacía de la pulsión de Tanatos (muerte) sobre Eros, glosando a Sigmund Freíd:
– La cultura clásico-pagana del mundo antiguo, su filosofía, y la valoración que el suicidio tiene hoy en ciertas religiones orientales.
– Las enfermedades crónicas y las terminales.
– Las enfermedades físicas asociadas al dolor clónico, no terminales.
– La pertenencia a los dos grupos de más intenso riesgo de suicidio: jóvenes y ancianos.
– En el varón aumenta el riesgo con la edad, con una intensidad máxima a los 75 años, consumando el suicidio dos-tres veces más que a las mujeres.
– En la mujer, la edad máxima de riesgo está entre los 55 y los 65 años con intentos de suicidio dos-tres veces más que en los hombres.
– El medio urbano facilita más el suicidio.
– El afectado por una depresión crónica, no psicótica, que no anula la lucidez y hace que la vida sea repulsiva.
– El desamor y desapego social y familiar que imponen una soledad que arrastra al abismo.
– La reflexiva convicción de que la vida, el mundo y la realidad son entidades sin sentido, nauseabundas, absurdas, miserables e invisibles.
– La constatación de que la Razón y la voluntad, son impotentes para la transformación y mejora del mundo, porque es tozuda la evidencia de que las realidades humanas, sociales, históricas, actuales o geopolíticas son inmodificables o están impulsadas por una lógica fatal autodestructiva. Que las relaciones personales se rigen por la mentira, el autoengaño, la opresión de los fuertes frente a los débiles, la explotación, la guerra y la codicia. De que el ser humano es una semilla que donde se planta surge un vegetal venenoso.
– Por la imposibilidad de vivir ante la muerte o pérdida de la persona amada.
– Suicidio solidario, ante la perspectiva de ser torturado y el consiguiente riesgo de delatar a compañeros u organización, o de confesar altos secretos.
– Acción individual o colectiva para anular la angustia de la espera de una muerte segura, provocada por la inminente y aplastante irrupción de agresores.
– Suicidio por la pérdida del trabajo o sus condiciones, por la proletarización, ruina o marginación de individuos de la clase media; por la súbita pérdida del patrimonio de un magnate.
Dicho esto, pasemos a constatar la actualidad del pensamiento filosófico del inglés David Hume (1711-1776) que escribió un opúsculo titulado Sobre el Suicidio en 1755, pero que no se publicó por miedo a la censura hasta casi treinta años después de su elaboración ( y muerto Hume), en 1784 por el editor William Rose, que para ello se armó de coraje.
Los prejuicio y supersticiones, el repudio social sobre el suicidio, apenas han cambiado tras dos siglos y medio; a comienzos del siglo XXI, Home es de gran actualidad.
Así sobre la valoración de que el suicidio es de naturaleza criminal y cobarde, Home afirma que si ello es así “ha de constituir una trasgresión de nuestros deberes para con Dios (para el creyente, ESPARTACO), para con nuestro prójimo o para con nosotros mismos”.
Home rechaza que el suicidio sea un acto contra Dios: “ si el disponer de la vida humana fuera algo exclusivamente reservado al todopoderoso y fuera un infringimiento del derecho divino el que los hombres dispusieran de sus propias vidas, tan criminal sería el que un hombre actuara para conservar la vida, como el decidirse a destruirla”.
En cuanto a que el suicidio sea un mal para la sociedad, también es rechazado por el autor: “pero supongamos que ya no tengo el poder de promover los intereses de la sociedad, supongamos que me convierto en una carga para ella; supongamos que le hecho de estar vivo está impidiendo a otra persona ser mucho mas útil. En casos así mi renuncia a la vida no solo sería un acto inocente sino también laudable”
Referente a que el suicidio constituye una trasgresión del deber para con nosotros mismos, dice el filosofo: “que el suicidio puede a menudo ser adecuado con el interés y el deber para con nosotros mismos, es algo que nadie puede cuestionarse, una vez que se admite que la edad, la enfermedad o la desgracia pueden convertir la vida en una carga y hacer de ella algo peor que la aniquilación. Creo que en ningún hombre ha renunciado a la vida si esta merecía conservarse. Porque tal es nuestro horror a la muerte que motivos triviales nunca tendrán fuerza suficiente para hacer de ella algo deseable”
El suicidio es el acto más supremo de la libertad humana. El suicidio es un acto de valentía, puesto que para cualquier persona, el horror a la muerte es tan grande que confiere a éste aspectos aterradores que resultan abrumadores para nuestras propias fuerzas.
Insisto en el concepto que el suicidio tiene en nuestra cultura, de valoración negativa, locura, cobardía y criminalidad; hasta el punto de recibir condenación religiosa o considerarse delito grave en determinados Códigos penales.
Urge cambiar esta estimación colectiva, porque la condena del acto supremo de libertad humana, camufla la condena de todo tipo de libertad y de la libertad en general; o sea, que sea fácil al Poder Político y a la hegemonía del Pensamiento único postmoderno, la supresión o mistificación de las libertades civiles y políticas y abrir el camino a la dictadura, la tiranía y la impune opresión y explotación.
O sea, el reino de la irracionalidad y de la sumisión voluntaria y envilecida al despotismo; la aniquilación buscada de la expansión de las facultades críticas, reflexivas y creativas, solo posibles con la libertad.
Diariamente se producen en el mundo de 8000 a 10000 suicidios, según la OMS el suicidio sería la décima causa de muerte en los países civilizados.
Respetemos y comprendamos positivamente el suicidio, y este respeto será la premisa para amar y vivir la vida de un modo pleno y feliz.