{mosimage}Es cierto que debemos sentirnos orgullosos de los avances legislativos y sociales que en esta materia hemos conseguido en los últimos años, pero no es menos cierto que son demasiado insuficientes y que no ocupan un lugar tan importante como debieran, como es necesario.
Cómo le decimos a una mujer cuya vida se ha roto, cuya familia se ha deshecho por culpa de un desalmado, que las ayudas que le presta la sociedad, tras años de aguantar palizas y vejaciones que en muchos casos van a terminar costándole la propia vida, sólo van a durar unos pocos meses, que su agresor y potencial asesino se pasea por las calles mientras continúa dominándola psicológicamente, económicamente y acosándola, valiéndose del miedo como su primera arma letal, hasta que consigue su siniestro propósito…
La discriminación laboral por la que la mujer, por el simple hecho de ser mujer, desarrollando el mismo trabajo, a veces mejor que los hombres, permite que cobren menos, desempeñen trabajos de menor responsabilidad, o que tengan más tareas que el hombre, supone una violación contra la mujer más cobarde y más explotadora aún que un ojo morado, aunque más sutil y aceptada.
Lo peor de todo esto es que estas violaciones ejercidas contra las mujeres se pueden convertir en modelos de comportamiento que se pueden reproducir o aceptar, bien sea como verdugos, bien sea como víctimas.
25/11 DÍA CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA
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