Sorprende para el españolito de a pie, por cada vez ya menos inusual, el empleo que se hace de la bicicleta en los países centroeuropeos, por ejemplo, en los que la han erigido en un eficaz medio de transporte urbano que se contrapone al vehículo a motor, y llevar a cabo una reflexión divulgativa nunca está de más, por repetitiva que pueda resultar.
Y llama poderosamente la atención, además, por cuanto la utilidad que se le da a la bicicleta es durante las cuatro estaciones del año, dos de las cuales son sumamente crudas por las bajas temperaturas que imperan los casi seis meses de otoño e invierno, y pese a lo cual la bici sigue teniendo el mismo uso masivo que a lo largo de la primavera y el verano.
El respeto a las bicis es homologable al de los vehículos a motor en España, para los cuales se adaptan zonas específicas en áreas urbanas. Sin embargo, la sensibilización por la bicicleta en nuestro país va creciendo, de tal manera que ya están aflorando voces demandando equipamientos para los ciclistas, tales como una red de carriles adaptados y exclusivos para este vehículo de dos ruedas sin motor, más antiguo que el coche y olvidado durante un largo período de tiempo.
Es la España subdesarrollada imperaba la bicicleta como medio de transporte hasta que el progreso social y el desarrollo económico la eliminaron de las urbes en sustitución del cómodo coche y la potente moto, lo que supuso la aparición del esnobismo. Afortunadamente comienza a resurgir la sensibilización por la bicicleta como práctica de deporte y como medio de transporte, observándose en las zonas donde los extranjeros afluyen un cada vez mayor número de bicis. Pero son insuficientes aún tanto en número como la infraestructura a estos vehículos dedicada. Y tan escasa es la infraestructura dedicada a la bicicleta que son muchas las muertes de ciclistas que se producen al año, por atropellos en su inmensa mayoría.
El uso de la bici, como digo, y observará el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, se va implantando en amplias capas de la sociedad, desde las capas sociales más desfavorecidas y las emplean como recurrido medio de transporte al profesional que la emplea como práctica deportiva o exclusivo medio de transporte urbano, lo cual e motivo de satisfacción incontenida por varios factores. En el plano de la salud es un encomiable medio para la práctica deportiva tan necesaria en una sociedad tan sedentaria como al española y la almeriense en particular; en tanto que en el plano del transporte intraurbano supone un considerable ahorro económico de combustible y un infinito valor de no contaminación medioambiental. Si unimos ambos valores, el resultado no puede ser más positivo y valioso, tanto para el ciudadano de a pie como para el gobernante.
Lo que procede, y cada vez más se reclama por los defensores de la bici, entre los que me hallo, es la creación de infraestructuras para la bici, que pasa por la construcción de una red bien articulada de carriles exclusivos para las bicicletas y la creación de espacios de aparcamientos urbanos en lugares estratégicos para las mismas. Nuestros cascos urbanos no se encuentran adaptados para las bicicletas y circular con éstas supone un enorme riesgo para la seguridad del ciclista. Y cuando la seguridad se ha sorteado nos encontramos con que si nos disponemos a hacer un uso como medio de transporte no disponemos de un lugar donde depositarla mientras se hace cualquier gestión que no sea el recurrido amarre a una farola que al regreso puede verse sin alguno de sus elementos.
Circular por las carreteras de nuestra provincia en bicicleta es toda una odisea por la inseguridad que generan el tráfico rodado, cualquiera que sea su intensidad y características, ya que el respeto a las normas de circulación, estoy en condiciones de asegurarlo sin temor a ser desmentido, es escaso, por lo que se impone el uso de la bici por los cascos urbanos. Y en éstos las áreas son escasísimas al carecer en su totalidad de una red de carriles para bicicletas y en las nuevas construcciones que se hacen se convierten en trampas por cuanto al ciclista se le sanciona por circular por zonas peatonales pero al peatón se le tolera caminar impunemente por el carril-bici.
No conozco ni tengo constancia de una red de carriles para bicicletas en nuestros pueblos y ciudades almerienses, capaces de articular una arteria exclusiva vial para la bicicleta. Más aún, y ¿dónde dejar la bici mientras se hace la compra, se realiza una visita o se lleva a cabo una gestión de la índole que sea? No existe un aparcamiento para bicis en alguno de los núcleos urbanos de nuestra provincia, una provincia que tanto se está desarrollando económicamente pero el progreso social pasa por caso todo lo distinto a una cada vez mayor calidad de vida de los almeriense de a pie. Por todo ello continuaré reivindicando, en cuantas ocasiones se me brinden, una adecuada infraestructura urbana para la bicicleta, que pasa como prioridad suprema, como he dicho, por una red de carril-bici, y donde los hay demando que se respete su uso, y aparcamientos.