Siempre he sido partidario de usar los servicios públicos, tanto en educación, como en salud, en transporte o en cualquier otra modalidad, por los indiscutibles beneficios que reportan a la sociedad; pero, como simple ciudadano que contribuye con sus impuestos, también exijo que tales servicios funcionen correctamente y, con más rotundidad, que no pongan en riesgo la integridad de los usuarios.
Por ello, considero, además de un abuso pernicioso, una tomadura de pelo, el hacinamiento comprimido a que nos vemos sometidos los residentes, veraneantes y turistas de Retamar y El Toyo cuando nos introducimos en el autobús municipal nº 30 para desplazarnos al centro de la ciudad. Cuando ya está saturado de pasajeros en pie, siguen entrando más y más en las paradas siguientes sin que nadie se apee.
Sí, he realizado tres viajes desde la barriada de Retamar a Almería y regreso y, además de soportar prolongadas esperas en colas incómodas, he sufrido el agolpamiento a presión de pasajeros en pie que me ha provocado sensaciones angustiosas, mezcla de ahogo y claustrofobia.
En uno de ellos se dio el caso lamentable de un señor que sufrió un desmayo con pérdida del conocimiento y ni siquiera “pudo” caer al suelo por falta de hueco. Hubieron de sujetarlo los viajeros que lo rodeaban con sus propios cuerpos al no poder tenderlo por falta de espacio, hasta que fue evacuado en una ambulancia. Esto ocasionó el malestar entre los pasajeros y el consiguiente retraso del viaje. Eran dignas de oír la protestas se los pasajeros que, en su mayoría, no tenían ni siquiera la posibilidad de asirse a las barras de sujeción. Cualquier frenazo o viraje brusco podría provocar una catástrofe, temor que pululaba tras el accidente ocurrido en Ávila. ¿Qué norma de seguridad vial permite aglomerar tal cantidad de pasajeros en pie circulando por autovía a tan alta velocidad?
El problema puede resolverse si el Ayuntamiento obliga a su empresa municipal a habilitar en las horas punta otro autobús de refuerzo o a incrementar la frecuencia de los viajes, habida cuenta del elevado número de usuarios que utilizan el autobús en estos núcleos veraniegos durante los meses de julio y agosto para sus desplazamientos a la capital.
Hay motivos más que suficientes para buscar una solución urgente a este problema si se tiene en cuenta que Retamar y El Toyo son importantes núcleos de población de gran movilidad, que además de los residentes habituales, albergan a veraneantes y visitantes turísticos, con nada menos que cinco hoteles de cuatro estrellas y un gran centro multidisciplinar de congresos e instalaciones para la práctica de actividades culturales y deportivas. A ello hay que sumar un relajante paseo marítimo con prolongación construida sobre madera, rodeado de vegetación autóctona, con lago artificial y equipamientos de ocio, donde se desarrollan espectáculos musicales y escénicos. En definitiva un interesante reclamo turístico que el Ayuntamiento presume de estar potenciando, presunción que, a tenor de lo que a transporte público se refiere, resulta vana.
En mi última travesía a bordo de tan abarrotada nave sobre ruedas, una señora de edad avanzada, a pesar de su indignación por la estrechez, mostró un gran sentido del humor al comentar en voz alta: “Si pudiéramos mover las manos, recogeríamos en un folio firmas de protesta contra el Ayuntamiento”. Después me miró, pareció reconocerme y me dijo: “Usted que escribe en los periódicos, ¿por qué no publica algo denunciando estas achuchinas insoportables que sufrimos en el dichoso autobús?. A ella se unieron varios pasajeros pidiéndome la redacción de algún artículo evidenciando el problema. Alegaban que los escritos con firmas enviados al Alcalde no habían servido de nada, a ver si lo de la prensa surtía efecto.
Así que, haciéndome eco de la rebelión a bordo de esta nave a punto de zozobrar, le exigimos, no al piloto, puesto que al conductor no le cabe otra opción que la de cumplir órdenes, sino al señor Alcalde, Almirante en Jefe de la Flota Municipal, que a los pasajeros que embarcamos y desembarcamos en los puertos terrestres de Retamar y de El Toyo deje de tratarnos como a “sardinas en lata”. Sardinas que habremos perdido las escamas, pero que conservamos agallas para rebelarnos.