El puñetazo que recibió el Candidato a la Presidencia del Gobierno por el PP en el transcurso de un acto electoral está provocando una serie indeterminada de valoraciones que parece haberse convertido en una serpiente electoral en la recta final hacia el 20-D.
La reacción al incidente ha parecido, en mi opinión, de manual, llamándome poderosamente la atención dos de las circunstancias que en ella se han producido, como son el parentesco del agresor con el candidato y la atribución de la agresión al debate con el también Candidato a la Presidencia del Gobierno por el PSOE.
Permítame, amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, me entretenga en la valoración hecha por un cargo público del Partido Popular a la que pareció haberle traicionado el subconsciente, porque entrando de lleno en el espacio de las elucubraciones yo me permito convertir el achaque de la militante ‘popular’ en pasiva, con lo que le estoy dando todo el crédito a su sospecha de que fue el debate la causa de la agresión.
La militante aseguraba en las redes sociales que se debió al calificativo que el candidato socialista le atribuyó al candidato ‘popular’ y yo, reitero que entro de lleno en el campo de la hipótesis y haciendo un alarde imaginativo, también le atribuyo la agresión al debate porque lo perdió el Candidato a la Presidencia del Gobierno por el PP.
Y en ambos casos se le puede atribuir el debate por la prepotencia que motivó el calificativo del candidato socialista como por haber salido del plató como víctima de una acción de Gobierno. Y si a ello se le suma el parentesco del joven con el candidato ‘popular’, de la cocina electoral resulta un exquisito plato del que si se produjera el grado de afección de muchos presagiamos muchos estarían dispuestos a degustarlo.
Para concluir, reincidiré en que cualquier agresión en cualquiera de sus formas me merece la reprobación más sincera, firme y enérgica, porque se debe mostrar el desacuerdo con la palabra y jamás con la violencia física, pero dicho esto no me resisto a vaticinar una cierta influencia electoral y sería el mayor favor que se le pudiera hacer a los violentos, como es la determinación en la formación de un Gobierno aunque en esta caso sea mediante el voto universal y secreto.