Sr. Director:
Quisiera reflejar, con estas líneas, un episodio remoto, pero muy significativo. Soy Francisco Buj Vallés, turolense de Foz-Calanda, en el Bajo Aragón. Durante el curso 1.977-1.978, me presenté, en Barcelona, a las oposiciones a agregados de instituto. Cuando el BOE publicó, semanas más tarde, la lista de aprobados, vi que entre ellos figuraba Federico Jiménez Losantos, casi un desconocido para mí. Sí pude leer, en mi primer destino docente, las fotocopias que un compañero de Ciencias nos trajo del fundamental libro “Lo que queda de España”. Fotocopias, a decir verdad, solo de los dos capítulos que aquel juzgó más significativos. (Paréntesis: aquel distinguido instituto, el Egara-Arraona de Sabadell, ¡es hoy un cuartel de los Mossos d´Esquadra!). Pues bien, cuando Jiménez Losantos fue tiroteado, el que suscribe elaboró un cartel para exhibirlo en la sala de profesores. Decía así, con la licencia ortográfica que entonces me permití:
Federico García Lorca, asesinado por unos monopolizadores del patriotismo.
Federico Giménez Losantos, tiroteado por unos monopolizadores del patriotisme català.
Hay que decir que la F, la G (por la J, en el segundo caso) y la L eran gigantescas y abarcaban a ambos personajes, es decir, que ocupaban dos renglones a la vez, Nadie siguió mi ejemplo de gráfica valentía, nadie me secundó. Más aún: un profesor castellanohablante criticó fuertemente mi acción, alegando que yo “elevaba a Losantos hasta la categoría del poeta de Fuentevaqueros. Y que ¡hasta ahí podíamos llegar!”
Quiero referirme también, en estos otros párrafos, a la figura del maestro de primaria y prolífico novelista, don Leonardo Villena Villena. Nacido en El Padul (Valle de Lecrín, Granada), es el escritor que más ha profundizado en la Historia del Reino de Granada, en la rendición y capitulaciones y en la biografía de Abén Humeya y la expulsión de los moriscos, etc. Creó además, a lo largo de dos décadas, una novela-río, verdadero ejemplo de novela histórica post-realista. En mi opinión, obra digna de figurar al lado de “Los gozos y las sombras” de Torrente Ballester, o de las mejores narraciones verídicas de Miguel Delibes.
Pero ¡ay!, Leonardo no vive, no puede vivir en paz. Sus apariciones en la prensa, de papel y digital, sus críticas feroces a las corruptelas sevillanas, atribuibles a no pocos representantes de la Junta, su adscripción al ideario pro-granadino o penibético le han suscitado numerosos enemigos. Leonardo ha sufrido -me consta por la proximidad con que lo vengo tratando- diversas denuncias, calumnias horribles sobre su actividad docente, persecuciones hasta de parte de algunos deudos y compañeros… En cierta ocasión, parece ser que hasta le administraron una extraña pócima, mezclada con la sana bebida de un bar granadí. Antiguos compañeros -profesores, políticos, escritores- le giran ahora la cara, o lo borran de la lista de sus amistades, o intentan desprestigiarlo en tertulias y conciliábulos locales. Creo que ello se debe, básicamente, a dos causas, que no justificaciones. 1) Su profundísima erudición sobre temas históricos, ya medievales y renacentistas, ya contemporáneos. Erudición y privilegiada memoria. Y meses de verano pasados en bibliotecas y archivos. 2) El desenmascaramiento de figuras como la de B. Infante, tan venerada y tergiversada por sus acríticos seguidores. Así como la defensa de los intereses del antiguo Reino de Granada, marginadísimo hoy en día por sevillanas instancias. ¡Ah!, y Leonardo Villena es también quien más colaboró con el jesuita Padre Ferrer en la elaboración de la magna e insustituible obra sobre Sierra Nevada, de internacional prestigio y resonancia.
En conclusión: la tan hispana envidia ha clavado sus sucias garras en la biografía, ya malherida, de Villena Villena. Me lo tienen amargado. Es ya un “paranoico con causa”, si me aceptáis la expresión. Es un gran conocedor de la Historia de España. Y un desengañado de muchas actuaciones de nuestras autonomías. En fin, todo un héroe, al que quieren convertir en un espantapájaros caído. (Para mí, un pequeño-gran Cervantes septuagenario, medio roto, cuya Mancha es el Valle de Lecrín y el Reino todo de Granada).
Gracias, Sr, Director.
Francisco Buj Vallés