Jerónimo el escritor de la Biblia, recibió en el año 383 el encargo del Papa Dámaso I de redactar un texto bíblico unificado. Pero Jerónimo tenía a su disposición cualquier cosa menos una base textual unitaria, teólogos actuales cuentan 100.000 diferentes variantes. Pero ¿qué eliminó y qué agregó Jerónimo?.
Si Jerónimo hubiese incorporado a la Biblia el conocimiento cristiano originario sobre la reencarnación, que está contenido en los evangelios apócrifos, los últimos 1700 años habrían transcurrido de forma distinta. La humanidad cumpliría valores éticos y morales más elevados, pues el conocimiento de la reencarnación y de la ley de Siembra y cosecha incluye la responsabilidad por la propia vida y por el propio comportamiento.
Pero en vez de la enseñanza de la reencarnación y del amor de Dios, en vez de la enseñanza de que Dios vive en cada uno de nosotros y en todo y que la Tierra es un lugar de prueba para las almas caídas, la Iglesia predicó una doctrina llena de cultos antiguos y la creencia de la condenación eterna y del Dios vengativo.
El hombre cosecha lo que ha sembrado anteriormente. Lo que se nos presenta en esta vida, lo hemos provocado posiblemente en una vida anterior, pero cada día lo podemos reconocer y purificar. Podemos estar agradecidos de que Dios nos regale una y otra oportunidad para liberarnos de nuestras cargas, en vez de como afirma la Iglesia, disponer sólo de una vida en la que todo se tendría que decidir de modo definitivo.