La situación política en nuestro país está efervesciendo, lo que me recuerda similar período -1977-1979, tras la muerte de Franco cuando en las barras de los bares se elucubraba sobre un futuro que es lo más difícil y particularmente en política.
En este momento en que la elucubración política vuelve a alcanzar su punto álgido, desde mi punto de vista en un final de ciclo que vengo sosteniendo el de los regímenes políticos es de cuarenta años, observo que Pedro Sánchez se alza con un protagonismo impropio, ya que ha colocado al PSOE en su nivel más bajo en estos últimos cuarenta años y a una cierta distancia del PP, que éste sí ha aguantado los efectos de los recortes que han conllevado un empobrecimiento del país. Pedro Sánchez nunca ha sido electoralmente una alternativa a Mariano Rajoy, ya que desde resultó elegido Secretario General y antes y durante las elecciones generales ha tenido sobre él el fantasma de Susana Díaz dispuesta a cruzar Despeñaperros, lo que le ha convertido, en mi opinión, en el Candidato a la Presidencia del Gobierno que más adversidades internas ha tenido que sortear, desde asegurar lo opuesto a lo que él sostenía por su mano derecha Antonio Hernando pasando por el apoyo envenenado que le brindaban los varones socialistas.
Pero si esta es la percepción que ofrece Pedro Sánchez, es conocido por el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico el acento que yo pongo en la base, recogiendo linealmente lo que en varias muestras observo y con modestia y satisfacción observo que suelo acertar en las reflexiones políticas en ellas basadas. Así, pues, recojo una situación en el PSOE que pienso se da de hecho, consecuencia de la cual es la paradoja de que en el lugar de veraneo del máximo dirigente socialista los ‘populares’ le han duplicado electoralmente cuando hasta ahora venía ocurriendo inversamente, y es, decía, la situación en las Agrupaciones Locales que son el embrión electoral de toda fuerza política.
En este sentido me atrevo a aseverar que Pedro Sánchez tiene al PSOE dividido, de tal manera que sus direcciones locales buscan a los más notorios afiliados para despedazarlos en un acto de cainismo que solo se recuerda al inicio de la Transición Política en la Derecha. Consecuentemente, si las Agrupaciones Locales se encuentran en este estado que acabo de describir, resulta fácil imaginarse la determinación del elector ante cualquier llamada a urnas. Y si a Pedro Sánchez le veo como un activista preocupado y ansioso por resolver la situación creada, a Mariano Rajoy parece estar viéndolas venir al conocer la situación en el espectro parlamentario.
Mariano Rajoy a afrontado internamente las Elecciones Generales como Pedro Sánchez, con un manifiesto rechazo por parte de sus varones y de su antecesor, pero el Gobierno les ha hecho guardar las formas. Si cainismo veo en las bases del PSOE, ni les cuento el que existe en las del PP, donde no por formar parte de su naturaleza evita atender. En estas dos fuerzas políticas clásicas, que habría que recordarle a Mariano Rajoy que el PP no ha cruzado la cuarentena en su corta andadura y ni siquiera arrogándose la unión su madre política –Alianza Popular, que en marzo de 1.976- se ha producido un proceso curioso en este ciclo democrático. Si echamos la vista atrás podremos recordar que uno de los pilares del sistema era la Prensa, al alimón con la política en las barras de los bares de entonces, a la que se le atribuía por principio un progresismo así como a la juventud y en consecuencia se les consideraba aliados de la Izquierda y del PSOE, en tanto que ahora se les cataloga como conservadores y aliados del PP, en síntesis no parezco estar errando en esta percepción que recojo de la calle.
Desconozco si este hecho está o no vinculado a la percepción social de Sánchez y Rajoy o no, pero lo cierto es que las Juntas Directivas del PP son auténticos nidos de víboras en los que despiezan a sus dirigentes políticos, lo que evidentemente se repercute también electoralmente. Pero sin entrar en contradicción con lo anterior, otro elemento que observo determinante en la composición parlamentaria resultante del 20-D es la desaparición de los Partidos de Clase, en virtud de los cuales la posición electoral debería haber sido la del PP por el PSOE y a la inversa. El Partido Popular es desde su fundación en 1.989 una fuerza política lo más parecida a una empresa mercantil y con criterios mercantilistas funciona. Desde mi humilde opinión resulta una aberración intelectual que trabajadores de oficios sean militantes activos del Partido Popular, y, en perfecta sintonía con la transformación que a mi juicio ha padecido, cuando se les pregunta por las razones ideológicas que les inspiran solo alcanzan a esbozar criterios de economía familiar. Ciertamente la antigua clase social del PP, lo que viene en llamar, modestia aparte, con notable éxito ‘Derecha sociológica’, que ahora se encuentra desligada orgánicamente de este Partido Político, sigue fiel electoralmente pero no suficiente.
En el PSOE también se ha producido un desclasamiento en su base, además de los trabajadores de oficios que hoy militan en el PP se ha producido el advenimiento de una franja social cualificada que ha deteriorado los principios ideológicos del socialismo o socialdemocracia. Estos afiliados cultivados sí explican las razones ideológicas que les han impulsado a afiliarse al PSOE pero desdeñan los comportamientos al olvidar que en los comportamientos descansan las ideologías. De ahí que no resulte difícil asociar comportamientos franquistas en algunos socialistas y nacionalsindicalistas en los autodenominados ‘populares’. Aquí, desde mi humilde punto de vista, habría que encontrar el surgimiento de Ciudadanos y Podemos, a los que sin una ideología han basado su acción política en los comportamientos sin estar inspirada esa acción política en principios ideológicos. Recomiendo la lectura del libro de Gonzalo Fernández de la Mora ‘El crepúsculo de las ideologías’, porque pese a su medio siglo de existencia sigue estando vigente.
Están pasando algo desapercibidos estos dos nuevos grupos políticos parlamentarios y a Podemos incluso se le está infravalorando su base electoral y es a la que más atención deberían prestarle las dos fuerzas políticas clásicas. Es un hecho incuestionable que a Albert Rivera como líder de Ciudadanos no se le puede calificar como demagogo, sobre todo tras los errores programáticos que ha tenido últimamente, lo que le ha situado en el aledaño del PP.
No es de ahora, aunque sorprendiera que se le atribuía una situación ideológica en el espectro ideológico de la Derecha a Ciudadanos, por lo que no creo que su persistencia en aproximarse al PSOE le haya reportado adhesiones, antes bien podría haber despistado y encasillado al votante del PP que no acababa de estar convencido. Por su parte, Pablo Iglesias sí que ha cambiado al son que más le convenía su discurso, pero no debe extrañar que ello sucediera cuando provenía de un movimiento social que se encontraba indignado.