Indefectiblemente se han arrogado casi todos los que han concurrido el triunfo de los resultados electorales con lo que insuflan al oyente un estado de ánimo indescriptible, cuando se escucha a Mariano Rajoy decir que es el ganador, a Pedro Sánchez que ha parado el bajón, a Pablo Iglesias que ha triunfado y a Albert Rivera que ha sido un éxito.
Pero lo que ninguno ha dicho es que el verdadero triunfador ha sido el españolito y la españolita de a pie que ha situado a los grandes Partidos Políticos clásicos a los pies de los caballos, y por lo visto parecen no haberse enterado. Decía en una reflexión anterior que el búnker se estaba pertrechando y desafortunadamente esta segunda Transición Política, a la que se resisten numantinamente, parece que poca similitud va a tener con la primera. Vengo insistiendo, cada vez que se me brinda la oportunidad, en que España necesita una renovación política que conlleve una regeneración política, por lo que no pueden hacerlas quienes la han provocado y tampoco sus muletas, pero sí capitanearla y es a lo que resisten, porque a diferencia de la de 1975 ahora no tienen resuelto el futuro económico sus protagonistas y entonces sí lo poseían; y aquí habrá que encontrar la causa.
Con sumo desparpajo han manifestado los máximos dirigentes políticos que ha sido la voluntad del pueblo al que dicen servir y del que se están sirviendo quien ha expresado este 20-D, pero ocultan descaradamente que los resultados electorales son fruto de la acción gubernamental de la última década principalmente. Durante la última legislatura se han producido una serie de hechos que han producido una enorme indignación en un amplio sector de la población, al haber desaparecido la clase media creada por Franco y colocado en el umbral de la pobreza a la clase baja, y mientras ello acontecía se han sucedido un latronicio capaz de indignar hasta las conciencias más inconscientes.
El resultado ha sido una espectacular derrota del partido político que soportaba al Gobierno, en mi opinión sostenida por la unidad de su espectro ideológico y el habitual granero de votos que de él se alimenta, en tanto que la clásica alternativa gubernamental ha tenido que soportar la más adversa situación política que Candidato al Gobierno haya padecido, por lo que sus resultados electorales, desde mi humilde punto de vista, suponen toda una victoria en las urnas. No solo ha tenido que aguantar el fantasma permanente de Susana Díaz, que, por cierto, debería preguntarse por lo acontecido en su Comunidad Autónoma, donde el decadente PP se le ha aproximado hasta la igualación técnica, sino que Pedro Sánchez se ha visto afectado por la competencia que supone Podemos y de refilón por Ciudadanos en algunas circunscripciones.
Ha sido, como digo, Pedro Sánchez, el Candidato a la Presidencia del Gobierno que ha tenido que soportar las mayores adversidades, y con el fantasma de Susana Díaz sin que ésta lo haya desmentido aún, por lo que no parece improbable que la lideresa atraviese Despeñaperros y cree una situación en el PSOE de consecuencias impredecibles. Y tras la bancarrota de los clásicos se encuentran los emergentes, produciéndose una situación similar a la primera campaña de José Mº Aznar en el año 93, cuando todas las encuestas daban la victoria al PP y resultó reelegido Felipe González.
Ahora pareció que Albert Rivera autoproclamarse Presidente y sus errores le han situado en el cuarto puesto, en gran medida por haber padecido lo que pretendía evitar, como le ha sucedido a Pablo Iglesias. Las dos grandes fuerzas políticas emergentes quisieron evitar el acogimiento de los desdichados de los Partidos Políticos clásicos y se le han llenado justamente de ambiciosos que no triunfaron en La Casta. Y si a C’s sus errores le han desplazado al cuarto puesto, a Podemos le ha bastado su hipersensibilidad social para aniquilar a IU y socavar el granero socialista, pero pienso que de no habérsele ocupado los puestos claves de desahuciados de otras formaciones políticas que les ha bastado saborear Poder para comportarse como lo que criticaban e incluso combatían los resultados parece ser que hubiesen sido otros bien distintos.
En cualquier caso, no ha sido la fragmentación parlamentaria quien determinará la longevidad de la actual Legislatura, porque aunque la memoria suele ser frágil a conveniencia se puede constatar una situación similar durante la Transición Política, por lo que la causa de la presumible brevedad en el tiempo solo se le puede atribuir al desgaste de las fuerzas políticas clásicas.