Me resulta lamentable el haber podido comprobar, en no pocas ocasiones, como una discusión sobre política, acaba desembocando en descalificaciones personales, bien hacia una de las partes que intervienen en la conversación, bien hacia aquellos políticos, cuya ideología es distinta a la de la persona que las formula.
En muchos casos estas descalificaciones afectan contra la dignidad personal y no se sustentan más que en la discrepancia de valores y pensamiento entre unos y otros, ¿Cuántas veces se ha hecho una valoración personal de alguien en base a su ideología?
También han existido casos de familiares y amigos cuya relación ha acabada deteriorada por las diferencias ideológicas y políticas e incluso en ocasiones rotas de manera irreconciliable, tras acaloradas discusiones y rencillas exclusivamente por este motivo.
Lo único que yo entiendo como totalmente cierto es que en todas las sensibilidades ideológicas existe gente honesta, consecuente , competente y que cree en lo que hace y dice y también por desgracia, los hay inconsistentes, vividores, trepas y sinvergüenzas.
A partir de ahí cada cual tenemos nuestra ideología por diversos motivos, que a veces tienen mas que ver con factores familiares , culturales, sociales e incluso emotivos que con una autentica reflexión sobre los postulados, teorías y gestión de unos y otros.
Táctica habitual es también, lanzar rumores, mentiras y media verdades sobre una organización política o sindical o sobre uno/a de sus integrantes para intentar desprestigiar su acción, sin importar el daño personal que esto pueda generar, intentando de esta manera obtener rédito político.
En mitad de estas costumbres tan nuestras, yo apuesto por el respeto, como primera actitud hacia aquellos que no piensan como nosotros y sobre todo por la máxima de que las personas están por encima de la política. Yo, como persona abiertamente de izquierdas he tenido en mi vida la enorme suerte de conocer amigos del PP de una valía personal altísima, gente seria y competente, del PSOE con autenticas convicciones morales, honrados y trabajadores, de IU honestos, dialogantes y comprometidos y a todos los aprecio por quienes son y por como son, no por lo que piensan.
Lógico es que en la afinidad entre dos personas, la sintonía en este aspecto sea un punto más de encuentro, pero solo eso, algo más, así por ejemplo en el mundo sindical del cual provengo es tónica habitual el que muchos compañeros y compañeras acaben decidiendo su afiliación en base a la actitud del delegado que representa a una determinada organización más que en base a esas siglas.
La diversidad de pensamientos y la discrepancia enriquece nuestra vida y nuestra sociedad, y es totalmente lícita la crítica hacia aquellas actitudes que no compartimos, así como la defensa de aquello en lo que creemos, además que seria de nosotros si esto no fuera así, pero como personas que somos hay momentos en que hay que poner en valor aquello que nos une y dejar de lado lo que nos separa.
Recuerdo una entrañable imagen que presencié en el funeral de mi tío Antonio Fernández Sáez, concejal de Izquierda Unida en los años ochenta en el Ayuntamiento de Almería, cuando a la familia se acercó un afectado José Guijarro, que también fue concejal en esa época, en su caso por el Partido Popular, comentando la buena amistad que tenían a pesar de sus diferencias ideológicas, y es que al fin y al cabo ¿no deben estar la personas por encima de la política?