El campo magnético terrestre tiene una indiscutible e importante influencia sobre el cerebro humano. El Centro Médico Rabin, en Israel, publicó que cuando se producen perturbaciones geomagnéticas aumentan considerablemente los parámetros de coagulación e infección en la sangre humana.
Es decir que determinados valores de laboratorio aumentan y con ello crece el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, como por ejemplo la trombosis. Además, las oscilaciones del campo magnético producen un incremento de las arritmias cardíacas. La Universidad de Melbourne publicó en 2006 un estudio sobre las oscilaciones biomagnéticas en el que se evidencia que éstas son las “responsables” del aumento de los suicidios en mujeres. En 2008 científicos rusos corroboraron que se producían perturbaciones notables del rendimiento de la capacidad cerebral, en base a experimentos realizados en una habitación que estaba aislada magnéticamente. En todo esto se puede entender que el campo magnético terrestre sí que tiene entonces una influencia importante sobre el cerebro.
La biología celular, es decir la investigación médica de los elementos básicos de la vida ha demostrado que los campos magnéticos, ya a una potencia reducida tienen efectos biológicos muy considerables. No es que se necesite un campo energético fuerte, sino que las células reaccionan más a campos magnéticos finos o de intensidades bajas. Algo parecido ocurre también en el mundo animal, de hecho el que las ballenas encallen en las playas es un ejemplo de este desequilibrio, así como la irritación que sufren algunos animales con motivo de cambios locales en el campo magnético terrestre.
Sin embargo existen ya algunas señales de una inminente reversión de los polos, por ejemplo en algunas regiones del campo magnético la dirección del movimiento de las partículas magnéticas está invertido, justamente en la región del sur del Atlántico donde se produce esa anomalía, pero también en la costa este de Norteamérica y debajo de la Antártida. Y esas regiones se vuelven cada vez más grandes y se mueven también en dirección polar. ¿Sabe acaso el ser humano en qué medida ha contribuido cada uno de nosotros en este desequilibrio que podría traer un cambio en el eje de los polos con consecuencias impredecibles para la vida en la Tierra?