Desde que la prostitución ha adquirido el nivel económico de riqueza nacional se ha disparado su práctica o al menos se ha destapado socialmente, y en una barra de una cervecería puede encontrarse el cliente con una propuesta otrora impensable, como es la de, “por 50 euros a la hora, me puedes hacer lo que quieras y mírame y pensarás que mejor estoy por dentro”. Tan real como la vida misma.