El viaje espacial es un trabajo con insomnio. A pesar de las recomendaciones de la Nasa de que los astronautas duerman ocho horas al día, ellos normalmente no lo hacen. Vistas y sonidos desconocidos, el estrés de conducir un poderoso cohete, la falta de un ciclo normal día-noche, todas estas cosas tienden a mantener despiertos a los viajeros espaciales.
Los estudios muestran que los
astronautas típicamente duermen de media hora a dos horas y
media menos de lo que lo hacen en la Tierra. A pesar de que muchos astronautas informan sentirse plenamente descansados tras sólo seis horas de sueño, el hecho es
que el insomnio puede causar irritabilidad, olvidos y fatiga,
condiciones que los astronautas no necesitan mientras dirigen
complicadas naves que se lanzan a través del espacio a miles de
kilómetros por hora.
La solución parece simple: Echar una siesta.
Pero las siestas son una espada de doble filo. A veces, una siesta
puede dejarle sintiéndose incluso más adormilado que antes. Si su
cuerpo entra en un sueño profundo, intentar levantarse tras sólo
una hora más o menos puede ser muy desagradable, y puede
permanecer adormilado durante algún tiempo. A esto se le llama la
"inercia del sueño".
¿Por qué a veces las siestas sientan mal? Los investigadores aún
no conocen las causas físicas de la inercia del sueño, pero les
gustaría poder predecir, al menos, cuándo va a ocurrir. Esto podría
ayudar a los médicos a prescribir siestas del tiempo y duración
adecuadas para la gente soñolienta en profesiones de alto riesgo.
Ayudar a los astronautas a hacer la siesta fue el objetivo de una
reciente serie de experimentos financiados por la Nasa en
cooperación con el Instituto Nacional de Investigación Biomédica
Espacial. En esos experimentos, dirigidos por David Dinges, un
profesor de la Escuela Universitaria de Medicina de Pennsylvania,
91 voluntarios pasaron diez días viviendo en uno de los dieciocho
diferentes programas de sueño, todos ellos en condiciones de
laboratorio. Los programas de sueño combinaron varias cantidades
de "sueño fijo", oscilando de cuatro a ocho horas, con siestas
diarias de cero a dos horas y media.
Con el propósito de medir la efectividad de las siestas, los
científicos dieron a los voluntarios una batería de pruebas para
sondear la memoria, estado de alerta, tiempo de respuesta, y otras
habilidades cognitivas a lo largo del experimento. También
midieron variables como la temperatura basal del cuerpo y los
niveles de hormonas en sangre y saliva, todos los cuales fluctúan
en un ciclo diario natural conocido como el "reloj biológico" de las
personas.
En general, descubrieron que las siestas más largas eran mejores.
No hay sorpresa en ello. Pero también hallaron que algunas
funciones cognitivas se beneficiaban más de la siesta que otras:
"Para nuestro asombro, el rendimiento de la memoria de trabajo
se benefició de las siestas, [pero] la vigilancia y la alerta básica no
se beneficiaron demasiado", dice Dinges.
"La memoria de trabajo", explica, "implica concentrar la atención
en una tarea mientras se llevan acabo otras tareas en la memoria…
y es una habilidad fundamental crítica para llevar a cabo un trabajo
complejo [como dirigir una nave espacial]. Una memoria de trabajo
inadecuada podría desembocar en errores".
Para la vigilancia y la alerta, que implican la habilidad de
mantener la atención sostenida y percatarse de detalles
importantes, encontraron que la cantidad total de sueño durante
24 horas resultó ser el factor más importante.
Otro interesante descubrimiento fue que las siestas no
funcionaban igual para los voluntarios de un programa nocturno.
Los programas de sueño para algunos sujetos de Dinges estaban
invertidos, por lo que el sueño fijo ocurría cuando sus cuerpos
pensaban que era de día. La siesta, entonces, caía en mitad de la
noche biológica. Esto simulaba lo que podría suceder cuando el
reloj biológico de un astronauta está fuera de sincronización con el
programa de la misión.
Estos voluntarios fuera de sincronización lo pasaban mal al
despertarse de las siestas, y la somnolencia de la inercia del sueño
duraba hasta una hora. Alguna inercia del sueño ocurrió tras las
siestas en un programa de sueño normal también, destaca Dinges,
pero la inercia tras una siesta nocturna era mucho más severa.
El objetivo final, dice Dinges, es enlazar todos estos datos unidos
en un modelo matemático de las siestas. Dicho modelo, escrito
como un programa informático, podría prescribir siestas efectivas
compatibles con las demandas programadas de una misión. No sólo
los astronautas se beneficiarían de ese programa, sino también los
médicos, pilotos, bomberos… y la lista continúa.
Un programa como ese todavía es cosa del futuro. Mientras
tanto, Dinges destaca otro hallazgo de su estudio: las siestas son
una solución a corto plazo, y ofrecen sólo una ayuda temporal en
la agudeza mental. "No pueden reemplazar a un sueño reparador
adecuado durante muchos días", dice.
Al final, no hay nada que sustituya a ocho dulces horas de ojos
cerrados.
Créditos y contactos
Autores: Patrick L. Barry, Dr. Tony Phillips
Funcionario responsable de Nasa: Ron Koczor
Editor de Producción: Dr. Tony Phillips
Curador: Bryan Walls
Relaciones con los medios: Steve Roy
Traducción al español: Francisco Pulido / Carlos Román
Editor en español: Héctor Medina
El Directorio de Ciencias del Centro Marshall para Vuelos
Espaciales de la Nasa patrocina el Portal de Internet de
Science@NASA que incluye a Ciencia@NASA. La misión de
Ciencia@NASA es ayudar al público a entender cuán emocionantes
son las investigaciones que se realizan en la Nasa y colaborar con
los científicos en su labor de difusión.
Este artículo fue traducido al español con el apoyo de
Astroseti.org
http://ciencia.nasa.gov/headlines/y2005/03jun_naps.htm?list37
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