La pollada piola dentro y fuera del coto de forma estruendosa y ensordecedora que había puesto a La Chupa en un estado lamentable, con una imagen acolchada en el contorno de los botones negros azabache y de la cremallera oxidada, pero también la goma de la cintura se le había dilatado y las mangas colgaban sin armonía.
Lo cierto es que tanto estaba dando la prenda que a nadie dejaba insensible en el coto, por lo que fue llevada a una tintorería que al menos le cambiara el aspecto, aunque bien cierto es que todo estaba supeditado a la composición del tejido, que como es ben visible se encuentra alterado por su propio desequilibrio. Pero existen manitas que hacen auténticas virguerías, y una polla en buena situación se vio obligada por instinto y por consideración a elegir la lavandería en la que le ayudaran a equilibrar la composición del tejido.
No es mucho lo que se puede conseguir porque difícilmente se puede recomponer un tejido tan desequilibrado, pero al menos se le puede ofrecer otra imagen que oculte lo máximo posible ese desequilibrio en la composición del tejido, y manitas hay para conseguirlo. Así, a una manitas fue llevada y la verdad es que le ha cambiado algo, no lo suficiente pero sí para el que vea la prenda desconozca la autenticidad de la misma.
Tan poco es lo conseguido que las formas de la prenda siguen siendo las mismas, por mucho que engrase la cremallera, cubra sus botones negros azabache y cuide de sus mangas en una época en las que suelen ir desprotegidas. Por tanto, las formas no han cambiado en absoluto y tan solo han tratado la composición de la prenda con ciertos productos que atisban un futuro incierto, por cuanto la composición no suele admitir mucho tratamiento durante tanto tiempo, pero tal vez sea capaz de aguantar mientras se encuentre en el puesto, que la percepción de la pollada de que hay que sacarla del coto no ha cambiado un ápice, y en este sentido es el pioleo generalizado de la pollada.
Es un deleite, por defecto escuchar a La Chupa cuando abre la cremallera con su sonido tan engrasado y suave, y tan es así que dan ganas de salir corriendo cuando la prenda se abre la cremallera. Tampoco resulta grato observar esos botones negros azabache que encima cubre con tan mal gusto al estar rodeados con esas bolsas que los engullen. Es triste en una prenda ver tan solo su tiempo, cuando es lo más preciado en los pollos, los polluelos y en las chaquetas, pero ciertamente es así, y así debe describirse.
Tratada la composición, que como queda reseñado no ha afectado a la forma, con la falta que le hace a la prenda, en una época en que la climatología no suele ser tan adversa, pese al chaparrón que ocasionalmente ha caído, la cazadora se ve suelta y anda ligera. Sobre todo han sido las mangas las que más se mueven pero lo hacen sin armonía y sin las formas requeridas al uso. Se le nota que el tejido ha sido tratado en la lavandería y que una manitas ha hecho auténticas virguerías, pero en lo que no ha podido entrar ha sido en las formas, porque eso es de fábrica y pretender darle maneras de boutique es harto laborioso, lo que cual implica que sea imposible pero al tener esa composición tan desequilibrada el tejido pues resulta inconseguible. Y es que, como piola una polla en el coto, “la mona por seda que vista, mona se queda”.