El nuevo curso político ha entrado marcado por las Elecciones Municipales y en consecuencia determinados por el ambiente electoral, por lo que toda la acción política está impregnada de electoralismo y consecuentemente nos encontramos con hechos banales magnificados y tergiversados y acontecimientos trascendentes infravalorados y desvirtuados, en función de los intereses partidistas de cada fuerza política.
La consecuencia de este ambiente social impregnado de populismo exaltado es que hasta que se celebren las Elecciones Municipales poco habrá que fiarse de los personajes políticos, especialmente de aquellos que se encuentran en la Oposición, aunque lo cierto es que ha comenzado en España, si es que alguna vez ha cesado desde el 2004, una etapa de turbulencia política al encontrarse las fuerzas políticas opositoras con la mirada puesta en las Elecciones Generales y en las autonómicas andaluzas. Por consiguiente, desde mi punto de vista, ha comenzado un curso político de larga duración.
Esta nueva y duradera etapa política que ha dado comienzo en España estará caracterizada a buen seguro, por una acción política encaminada a conseguir votos, a hacer llegar a las españolita y a los españolitos de a pie mensajes encaminados a ganarse su favor en los comicios electorales. Y este propósito de ganarse la confianza de los votantes provocará situaciones tan dantescas como de travestis en algunos personajes políticos que en su inmensa mayoría serán aceptadas y escasamente inaceptables pero en cualquier caso producirán un transformismo político digno que pudiere ser objeto de estudio clínico.
Como muy bien sabe el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, yo soy de los que sostienen que en la actividad política nada sucede por casualidad, y en esta etapa política preelectoral que ha comenzado en septiembre no será tan estable y reflejo de la acción política como para erigirse en ejemplo en el que reflejarse. Y ara botón de muestra sirva lo comentado en los dos últimos días sobre los sondeos de opinión.
A nadie debe sorprender los resultados que reflejan los sondeos de opinión que se vienen ofreciendo a la opinión pública para provocar un impacto emocional sobre ella, porque lo raro serían unos resultados distintos con la que está cayendo en España. Pero sí resulta algo extraño que se ponga el acento en los resultados últimos y no, por ejemplo, en la valoración que a las españolitas y a los españolitos de a pie nos merecen los líderes políticos y la disonancia que pudiera existir entre la que el personaje político tiene y con la que cuenta la fuerza política que representa. O también merecería la atención la reacción de algunos dirigentes políticos a los resultados electorales que no se corresponden con los reflejados en los sondeos de opinión que les son favorables, pasado por la descalificación de que son objeto los profesionales que no les otorgan resultados electorales en determinados momentos por parte de algunos personajes políticos.
La combinación de los sondeos de opinión que al inicio de este curso político se vienen ofreciendo y el momento político en que nos hallamos son los que ofrecen esas situaciones que antes reseñaba y que en algunos casos rompen con los rasgos de personalidad política que le veníamos encarnando y que ofrece mayores dosis de realidad que la que pretende dotarse en la recta final hacia los comicios electorales los que concurrirá, lo que viene a ser un acto de transformismo político que decía mayoritariamente suele ser aceptado y minoritariamente repelido. En consecuencia la acción de algunas formaciones políticas es tan distinta y en algunos casos opuestos a la que venían ejercitando que causa serias dudas sobre la personalidad política y proyecta sobre la etapa política preelectoral una elevada dosis de desconfianza.
Si lo reseñado provoca un ambiente social que contrasta con el que gozábamos, las organizaciones políticas viven internamente su etapa de mayor convulsión, por la desestabilización generada por el momento político y las loables ambiciones políticas de la clase dirigente. Malestar interno que se genera en el seno de las fuerzas políticas y que adquieren especial relevancia en algunas circunscripciones, lo que merece atención aparte por cuanto en algunos casos determinan los resultados electorales por la movilización o desmoralización de la militancia.