Cristina Narbona ha conseguido lo que hasta ahora nadie había hecho: dar un soplo de aire fresco al ecologismo obsoleto, evidenciar las incoherencias en los Partidos Políticos y convertir El Algarrobico en la única construcción que se derribaría en la España Contempránea.
Ya sabe el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico lo cabezota y tozudo que soy, por lo que en honor a esta característica vuelvo a emplazar al movimientos ecologistas, y especialmente al emblemático grupo Grempeace, a que se den una vuelta por el entorno de la Iglesia Parroquial en el casco urbano de Mojácar y valoren la macrourbanización que se está construyendo para escarnio de los amantes de la Historia popular, de la armonía arquitectónica y del medio ambiente, y una vez valorado se explique públicamente la razón de tal permisividad en total contraposición con la postura adoptada ante el Hotel El Algarrobico en la vecina Carboneras.
E insisto en mi deseo de conocer la razón de la postura de Greempeace para con El Algarrobico y la permisividad para con el macro-proyecto urbanístico en el entorno de la Iglesia Parroquial de Mojácar. Y una vez más, por cansino que pudiere resultar, establezco el sempiterno cuadro comparativo entre ambas construcciones. Por lo que se refiere a El Algarrobico se trata de un complejo hotelero que puede ofrecer a Carboneras un alivio, cuando menos, a su economía local por los centenares de puestos de trabajo que puede crear; en tanto que a la macrourbanización en Mojácar se trata de un atentado contra la armonía arquitectónica del casco urbano como principal atractivo turístico del Levante Almeriense y contra la Historia popular andaluza agravado por la incorporación de un parking que no sobrepasa la treintena de plazas, a un coste económico que sobrepasa con creces los criterios razonables de cualquier gobernante.
Comenzaba exponiendo las incoherencias políticas que se están manifestando con el Hotel El Algarrobico en Carboneras, y en este sentido nos encontramos con la paradoja del giro político copernicano que ha dado el actual Equipo de Gobierno, GICAR-PP, y la posición del PSOE a favor de la apertura del referido hotel. A algunos nos resulta llamativo que El Algarrobico haya conseguido aunar las posturas del PSOE con las del PP y GICAR en la localidad, porque allende las fronteras provinciales las posiciones siguen siendo contrapuestas entre PSOE y PP, una incongruencia más de las muchas que se dan en esta actividad pública, otrora de servicio social y ahora la mayor generadora de puestos de trabajo y encima de mejor calidad y gran estabilidad. Permítaseme el inciso para reseñar que se ha llegado a tal grado de desprestigio que algunos pensamos que la política se ha convertido en una licencia para robar impunemente.
Pues bien, mientras en Carboneras no hay ya quien esté en contra de El Algarrobico, allende nuestras fronteras, decía, los representantes gubernamentales en la materia del Gobierno Rajoy y de la Junta de Andalucía de Griñán acaban de arrancar los motores para el derribo de la construcción cuando su travesía judicial parece encontrarse en su fase final. Un acto, el del derribo, que sería eminentemente político para dar cumplida satisfacción al estado de opinión logrado por Greampeace, por cuanto el coste y restitución a su estado original lo han valorado en siete millones de euros, que con la que nos está cayendo y con los recortes sociales y económicos que estamos padeciendo parece no importar el gasto superfluo que supondría dedicar una cantidad de dinero a una fuente generadora de puestos de trabajo desde el mismo momento de su apertura y un manantial de riqueza que se dilapidaría en este momento histórico en que no parece importar.
Además de erigir a El Algarrobico en un castigo ejemplar, una incongruencia política y en la dilapidación de una fuente de riqueza en su más amplia acepción, sería la primera construcción supuestamente ilegal que se derribaría en la España contemporánea, porque bien podría la inspección correspondiente recorrer el litoral español y observar las atrocidades construidas y legalizadas en el caso de haber sido detectadas. Ello me induce a sostener que el derribo de El Algarrobico solo correspondería únicamente a intereses políticos, que solamente unos cuantos palmeros y pesebreros aplaudirían, porque, como he dicho, en Carboneras nadie se atreve ya a situarse en contra del celebérrimo hotel.
No está nada mal que el idealismo vuelva a afluir en la actividad política aunque sea residualmente, porque sostener que esta acción política contra El Algarrobico es para restablecer la zona a su estado original corresponde única y exclusivamente al albur del más ingenuo idealismo, ya que resultará sumamente dificultoso que la zona en la que se ubica la construcción pueda volver a su estado original con solo derribarla. Antes bien, la dificultad para restablecer su estado original y preservar la playa del posible deterioro por el uso de los clientes de El Algarrobico supone un acto de demagogia sin parangón porque la vuelta de los terrenos a su estado original es inviable y el deterioro de la playa es justamente contrario a la preservación que le mantendría el hotel, pues el éxito de la explotación hotelera es proporcional al estado de la playa.
Por tanto, ni económicamente sería admitido socialmente que las arcas públicas destinaran tan suculenta cantidad de euros para derribar este complejo hotelero con el único sentido de dar cumplida satisfacción a un colectivo que no representa a nadie y una vez que concurrieron a unos comicios electorales no consiguieron representación alguna, como tampoco se conseguiría el restablecimiento de los terrenos en los que se ubica la construcción y la playa quedaría a salvo de su deterioro natural si se abriera El Algarrobico.