Entre las declaraciones obispales vertidas es de indiscutible interés la expresada por el Obispo Mixa: “Precisamente debido a la confianza que deposita la gente en uno, que se debe también a que hay que guardar el secreto de confesión, me entero de muchísimas cosas, especialmente durante la confesión, lo que está relacionado con las preocupaciones y apremios que tienen las personas”.
Es sin duda curioso imaginarse que el confesionario sirva como fuente de información para introducir una moral matrimonial y una ética sobre la familia. No es difícil imaginar lo que un cura escucha en un confesionario, un lugar que se ha convertido en un receptáculo de pecados conyugales y de sus patologías, pero poco sobre un matrimonio vivo, sano y satisfecho, que debería ser el que, en base a sus experiencias positivas, diera un ejemplo de vida matrimonial a seguir. ¿Ofrece por lo tanto el confesionario una adecuada fuente de inspiración para que los teólogos desarrollen su ética? Al respecto la pregunta sobre este tema que más se oye en la calle es: ¿Qué puede decir un cura en un confesionario a un hombre agobiado porque ha hecho algo mal, quien seguramente no sabe como solucionar los problemas en su matrimonio? ¿Qué se llevará a casa este pobre hombre o esta pobre mujer? Es cierto que parte de la controversia gira en torno a si los curas pueden dar consejos matrimoniales o no, lo que visto desde una perspectiva crítica, sería comparable a como si un médico solo hubiese leído sobre enfermedades pero nunca hubiese tratado a un paciente. A lo sumo podrían dar como directrices los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña, diciendo a la persona que se dirige a ellos: vuelve a casa y piensa si lo que estás haciendo concuerda con el Sermón de la Montaña. Pero no deberían en absoluto llevar a cabo una asesoría matrimonial.
No hay que extrañarse de que la moral matrimonial de la iglesia católica haya sido durante mucho tiempo algo asfixiante, con todos esos preceptos que llegan hasta el dormitorio de los cónyuges. El desamparo eclesial en un asunto tal, se expresa entre otras cosas, en que se huye hacia consideraciones generales. Recientemente lo hemos podido observar de nuevo en una ininteligible declaración del Papa: «La relación hombre-mujer, con su singularidad, reciprocidad y complementariedad, constituye sin duda un punto principal de la cuestión antropológica, que para la cultura contemporánea es tan decisiva». Una vez más la iglesia da muestras de que cuanto más lejos se encuentra de un tema, tantas más frases y palabras sin sentido emplea, con esto sólo intenta ocultar un profundo desconocimiento del mismo.