No soy yo contrario a las terrazas de cafés en la vía pública; incluso las considero gratificantes para el usuario, si, cumpliendo la normativa municipal, no molestan al viandante. Suponen una válvula de escape para fumadores, entre los que lamento incluirme pues, aunque muy de tarde en tarde, reconozco que sigo flagelando mis vías respiratorias.
Pero todo tiene un límite y este lo establecen las ordenanzas municipales, que hacen mayor hincapié restrictivo, por respeto al entorno, en las zonas del Centro y del Casco Histórico de la ciudad.
Asumiendo tal planteamiento, lo que resulta un verdadero atropello a la ciudadanía es la invasión de sillas, mesas y sombrillas del centro neurálgico de Almería que, rodeado de edificios monumentales, en él confluyen las principales avenidas. Es zona de encuentro para actos sociales y culturales, punto de partida o de llegada de manifestaciones cívicas, políticas y sindicales, así como lugar de cita más frecuentado entre los almerienses. Sí, todos saben ya que me refiero a Puerta Purchena, como también que por este bullicioso recinto “pasea” en su estatua, como un simple viandante, el más preclaro de los próceres almerienses, Presidente de la I República Española, el ciudadano Salmerón.
No debe extrañarnos que algún camarero, agobiado por las exigencias de rendimiento que le imponga la empresa, en un momento de desesperación, le diga al egregio paseante: “Don Nicolás, ¿solo o con leche?”
Es una cacicada que el Ayuntamiento haya concedido licencia al dueño de un café para invadir con su mobiliario un recinto tan apreciado por los almerienses, limitando así el uso que de él se venía haciendo para actividades públicas. Se comenta entre el funcionariado municipal que el técnico responsable de esta licencia se negó a firmar un informe justificando su concesión, por lo que ha sido desplazado del puesto de trabajo.
Si ya el espacio total de la Puerta Purchena era pequeño, con esta ocupación lo convierten en un cuchitril. ¿Es que pretenden evitar las concentraciones ciudadanas de protesta?
También con la terraza que hay al frente, junto a la fuente, se han pasado. Se impide el acceso al poyo que la bordea, que fue construido para sentarse y contemplar el fluir del agua, un disfrute poco frecuente en Almería “La Seca”. Además, con el césped sintético en la acera, han conseguido soberbios tropezones de los transeúntes.
Lo más triste e indignante es que, mientras se conceden estas licencias caprichosas a los pudientes, se les deniegan a unas pobres familias de Pescadería, que necesitan arreglar las casas que hubieron de abandonar por las goteras de la lluvia y aún no pueden volver a ellas al prohibirseles hacer obra.
Señor Alcalde y ediles del PP, apliquen el sentido de la justicia, hijo mayor del sentido común, y déjense ya de compadreos.