He de reconocer que no soy aficionado al fútbol, y no solamente no lo soy sino que rehuyo cuanto a ello huele, entre otras razones porque lo desconozco y me parece aburrido y algo vulgar. Espero la condescendencia del amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, que a buen seguro será un aficionado entendido y atento, pero en mi descarga puedo asegurar que el triunfo de la Selección Española de Fútbol me emocionó, como también la forma en que se vivió su gran y merecido triunfo.
Calles y plazas de los más diversos pueblos y ciudades de España vivieron con alborozo inusitado el triunfo español, haciendo partícipes a todos los españolitos de a pie. Pocas veces he visto tantas banderas de España engalanando los balcones de tantas viviendas, ondeando en vehículos por calles y carreteras y presidiendo tantos hogares como lugares públicos de centros urbanos.
Agrada, porque contagia, el fervor, el gozo y la pasión con que se vive el triunfo español, y mientras los almerienses de a pie, particularmente, disparan bengalas y hacen tronar otros artilugios con pólvora fresca y bien prensada para festejar este acontecimiento social y deportivo. Así las calles se poblaron festivamente en tanto que las fuentes sirvieron para mojarse, no se sabe en honor a qué ni a quien, haciendo sonar los cláxones de los vehículos que anunciaban o hacían saber el triunfo de la Sección Española de Fútbol.
Sin ser aficionado al fútbol, sirvan estas letras como homenaje y felicitación a la Selección Española de Fútbol de manera individual y colectiva a cuantos la componen, y a los aficionados por su cívico comportamiento que animan las noches de las urbes españolas anunciando los éxitos deportivos, eventos que despueblan las ciudades y sumen en una tranquilidad poco asumida y deseada los bares, cafetería y demás establecimientos hosteleros.