Estos especímenes que vengo en llamar palmeros y pesebreros suelen florar con especial intensidad y textensión en dos momentos vitales para su supervivencia, como son ante las campañas electorales y tras la jura del Presidente del Gobierno, y así nos deleitan plenamente en justa correspondencia por sus más conspicuos representantes.
Es, por consiguiente éste el momento en que se manifiestan los palmeros y los pesebreros con más fervor y con todo su esplendor, y no tienen más mérito que aplaudir con intensidad y sonoramente a quien les ofrece el pesebre en sus múltiples facetas y muchos de ellos acaban con las manos ardiendo y la garraspera atribuida a las vicisitudes climatológicas.
Todo un deleite ver por televisión y en directo la intensidad y el tiempo con que los pesebreros y palmeros, el orden de los factores no altera los sumandos, indican el grado de aceptación o repulsa de los oradores, que, como si emulando una obra de teatro se tratara, leen el guion a tropezones o en estado de éxtasis lanzan sus soflamas al respetable.
No menos cierto es que poco esfuerzo se necesita para convencer al respetable, y así viene demostrándose campaña tras campaña, porque los resultados electorales vienen conociéndose con antelación, salvo honrosas excepciones. Por lo que estos actos políticos parecen, o sin duda alguna, estar destinado a insuflar ánimos a los asistentes, que previamente ya cuentan con la decisión. La prueba evidente de que la decisión está adoptada antes de que el indicador lo visualice es que se acude con cierto relajamiento y sin el estrés que cualquier hiperactividad genera, antes bien se cuantifica el resultado en función del pesebre, que cuenta con su mayor exponente en estos comicios electorales locales.
En los comicios electorales generales o autonómicos pueden producirse abandonos en el pesebre, por mucho que en los palmeros no se manifieste, y así ha sucedido en las pasadas europeas y estas andaluzas donde han cogido a los socialistas excesivamente confiados y a los autodenominados ‘populares’ escandalizados, esperándose que las locales amortigüen los efectos en uno y otro caso, que provocará su difícil extrapolación a los comicios estatales o generales. Esta inseguridad que provocaron en España los comicios electorales andaluces ha producido un ejercicio de captación pesebril muy por encima de lo que se venía practicando y podía vaticinarse.
Tal es el grado de captación de votos que se lleva a cabo mediante trueque en el más amplio significado de la acepción, produciéndose dantescas situaciones que dejan las prácticas bolivarianas en ridículo. Justamente son los palmeros y los pesebreros, en mi opinión, los que determinaron los resultados electorales en los pasados comicios locales, en un ejercicio cívico que asépticamente ha quedado irreconocible y en una fiesta que en su práctica solo sirve para embriagar a los detractores.
Entre tanto, durante un tiempo estamos volviendo a vivir en un estado de gracia y de gloria, en el que escuchamos la mayoría de los sueños y divertidamente amenizados por las palmas de los pesebreros y la música celestial de los dioses que nunca pensaban llegar a tanto ni en el tendido quedarnos con menos.