El Partido Popular ha recibido otro duro varapalo judicial, en su intento de conseguir en las salas del Tribunal Supremo lo que no pudo conseguir democráticamente mediante el voto de la ciudadanía. El Tribunal Supremo puso ayer punto y final a la polémica absurda y polarizada en torno a esta asignatura, rechazando la objeción de conciencia a Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos.
La sentencia determina que la asignatura es obligatoria, ya que no vulnera el derecho a la libertad religiosa e ideológica recogido en el artículo 16 de la Constitución española, ni existe ningún tipo de adoctrinamiento en ella. Es, por tanto, una victoria para la educación, y una victoria para la ciudadanía, no una victoria partidista, aunque sí una derrota política.
Esta sentencia es otro varapalo más para las tesis del Partido Popular de oponerse a cualquier iniciativa que redunde en un bien social; es otra derrota más, otra que acumulan en su baúl de sentencias judiciales contrarias a sus tesis antisociales, como la que recibieron con respecto a la Ley de Igualdad, o como las que seguirán atesorando.
Es una gran derrota para los obispos. Es también, otra derrota para el Foro de la Familia, la Confederación Católica de Padres de Familia y Profesionales de la Ética ¿dónde están las madres de familia?), y otros sectores integristas católicos respaldados por el Partido Popular. Estos sectores adoctrinados alegaban justamente un alto adoctrinamiento de la asignatura, olvidando y escondiendo que es precisamente la doctrina conservadora la que los hace oponerse a una reforma educativa como esta.
Ya en 2005 cinco países europeos tenían establecida Educación para la Ciudadanía como asignatura obligatoria en primaria (Bélgica, Estonia, Suecia, Rumania y Grecia), así como veinte más la incluyen en los currículos de secundaria, entre los cuales se incluyen Francia, Italia, Austria, Polonia, Inglaterra o Portugal. Sin embargo, el Partido Popular seguía intentando aislar a la ciudadanía española de las reformas educativas que ya se imparten sin problemas en el entorno europeo al que pertenecemos.
No nos olvidemos de algunos matices importantes: los partidos conservadores nunca han apostado por la educación ni han apostado por una ciudadanía ilustrada. Y es que el analfabetismo y la ignorancia es un buen remedio para planteamientos escasamente democráticos. De ahí la iniciativa de un gobierno socialista, de afrontar de pleno una deficiencia estructural de este país desde tiempos franquistas.
Por otro lado, parece interesante abordar una cuestión de doble filo. El Partido Popular intentó reventar por la vía judicial la Ley de Igualdad, uno de los mayores logros legales conseguidos en este país en materia de igualdad. Educación para la Ciudadanía es otra herramienta más para luchar contra la desigualdad de género, no por su contenido adoctrinado, sino por su defensa de principios democráticos. Educación para la Ciudadanía asume la desigualdad de género como uno de los núcleos estructurales que dificultan el pleno desarrollo de la ciudadanía. En esa dirección, deber aportar reflexiones teóricas que permitan posteriormente elaborar políticas de intervención en las aulas con el objetivo de desactivar algunas prácticas sociales y simbólicas, que colocan a niñas y chicas en una situación de desventaja social. En efecto, el currículo oculto de género, las dimensiones patriarcales de la democracia, los estereotipos sexistas, y otros hechos sociales, deben analizarse como elementos inherentes a la subordinación, tantas veces invisible, de niñas, chicas y mujeres. La iniciativa pasa por reinventar las aulas como un laboratorio de ciudadanía donde se interrumpan los mandatos sociales que han recreado históricamente una normatividad femenina, concebida socialmente como inferior y subordinada a la normatividad masculina. Por supuesto, el Partido Popular jamás aceptará esta reforma en beneficio de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Oponerse a Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos es oponerse a la toma de conciencia de valores éticos fundamentales, esos mismos que ignoran los que dicen ser expertos en ética. Es oponerse ha aceptar la libertad, la igualdad y la paz como ejes democráticos; es oponerse a que nuestros niños y niñas aprendan a hablar de responsabilidad y de libertad, de justicia y solidaridad, de identidad sexual, de identidad religiosa, de familia, de trabajo, de valores democráticos, en definitiva. Es hablar de respeto, eso mismo que ignoran los dirigentes del PP cuando deciden espiarse entre ellos, cuando deciden no respetar un principio tan fundamental como la intimidad, entre propios compañeros. En definitiva, no nos pueden enseñar a respetar aquellos que no respetan ni pretenden ser respetados.