{mosimage}El que un ministro y un juez coincidan en una actividad lúdica no es ni extraño, ni extraordinario, los ministros tienen vida fuera de su ministerio y de su actividad ministerial, como los jueces tienen vida fuera de su juzgado, no podemos por tanto achacar a la coincidencia lo que sólo es responsabilidad de quien ha cometido presuntas ilegalidades, eso es lo auténticamente grave, no el hecho de coincidir en una actividad lúdica.
¿Qué podría entonces decir un delincuente que ve charlar al fiscal y al juez que lo están juzgando? ¿O al abogado de la acusación y al fiscal? ¿O al fiscal y a los testigos en su contra? Ejemplos hay de actuaciones que son propias de la justicia y tienen peor pinta –para el presunto delincuente- que la de estar cazando.
Parece que lo único que importa es poner en tela de juicio todo, excepto lo que está legislado como delito, cuestionando todo lo que haya que cuestionar menos el delito en sí, poniendo en tela de juicio al Gobierno y a la Administración de Justicia.
Que cada uno infiera lo que le parezca.
Sobreactuación torticera
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