Ropa interior en el suelo,
desordenada, mal puesta.
Ropa que estaba molesta
sobre la piel y alzó el vuelo.
Ropa que tenía celo
y se fue sola. Pedazos
de tela. Simples retazos
del silencio de la piel.
Ropa de ella. Ropa de él.
Sexo hablándose a codazos.
La braga negra de encaje.
El brasier negro también.
Y medias de cuál. De quién.
Y el elástico lenguaje
Del algodón. Y un tatuaje
Que se cayó y no lo han visto.
Un bóxer de “ya estoy listo”.
Un tacón. Otro tacón.
El estuche de un condón.
La ropa en el suelo, insisto.
Al ver la ropa interior
Desordenada en el suelo
Se intuye que, a contrapelo,
Están haciendo el amor.
¿A contrapelo? ¿Mejor
Sería a favor del pelo?
Mientras los cuerpos en celo
Se disfrutan en la cama
Vaya orgiástico programa
Tiene la ropa en el suelo.
El brasier le mete mano
Al tacón y este a la braga
Que está cachonda y la paga
Con una media. Buen plano
Del otro tacón, ufano,
Metiéndose en un liguero.
El bóxer, qué caballero
Se monta al otro tacón
(Aunque eso sí, con condón)
Y en ese sexual reguero
Hay kamasutra telar
Y orgasmos de tela y gritos
Y espasmos y “despacitos”
Y “déjeme respirar”
Ya no sé a donde mirar.
La pareja que se ama
Ya la atención no me llama
Porque la ropa interior
Hace mejor el amor
Que los que están en la cama.
Y follaron. Y gritaron.
Y gimieron. Y ya está.
Sexo del bueno. No va
Nadie a negar que gozaron.
Terminaron. Se marcharon.
Vaya erótica velada
y “aquí no ha pasado nada”.
Lo peor hasta la hecha
es que la media derecha
ha salido embarazada.
Sin embargo, lo peor,
lo más triste, lo más grave,
es que la media no sabe
quién es él progenitor.
Y desde que en su interior
vive la maternidad
les pide con ansiedad
a bóxer, brasier y braga
que cada uno se haga
pruebas de paternidad.