¿Qué hay de verdad en torno al sepulcro y a los supuestos restos del apóstol en la ciudad de Santiago de Compostela? Según el crítico literario Sánchez Dragó, toda la historia de Santiago podría ser bastante diferente a como se cree y en realidad en dicho sepulcro no descansarían los restos de Jacobo, el apóstol Santiago, sino de Prisciliano de Ávila que fue el primer ajusticiado como hereje a finales del siglo IV por la Iglesia Católica ¿qué significaría entonces esto para los incontables católicos que llevan miles de años peregrinando a la tumba de un hereje?
Prisciliano, al que Dragó llama el mas grande de la historia de España, era igualmente vegetariano y enseñaba que a Dios se le puede experimentar en la naturaleza y que el alma vuelve a encarnarse en otro cuerpo, es decir que creía también en la reencarnación. Con ello se encontraba justamente en la misma corriente que el cristianismo originario, la que posteriormente fue reprimida por las Iglesias del poder y transformada en todo lo contrario.
Ciertamente en la Edad Media los peregrinos buscaban el lugar de reposo del Apóstol Santiago, como la añoranza por algo verdadero, la intuición de que existe un cristianismo puro, lo más distante posible de Roma y también del Bizantinismo, que ya era conocido en aquel entonces, es decir lo más lejos posible del dominio de la casta sacerdotal y de su teatro de dogmas, ritos y liturgias.
Pero existen muchos caminos hermosísimos en la naturaleza y muchos más tranquilos que el camino de Santiago, para dejar paso en nosotros al lenguaje del alma expresado en añoranzas. Cada uno puede seguir tantos caminos externos como quiera, pero al fin y al cabo la verdad se encuentra dentro de nosotros mismos. Esa fue la verdadera enseñanza del Nazareno: “El Reino de Dios esta dentro de vosotros” y “Cada uno es el Templo del Espíritu Santo”. Lo que significa que el verdadero peregrino a Dios no va a Santiago, ni adora ninguna figura de poder eclesiástico externa, ni va a cualquier otro lugar de culto, ni rinde honores a imágenes, sino que va por el camino al interior que le conduce a Dios.