Cuando en la media tarde del domingo me informaron de la muerte de Adolfo Suárez, lo primero que se me vino al pensamiento fue la humildad con que me trató en Granada al ser presentado por Antonio Jiménez Blanco y la invitación que me cursó el portavoz parlamentario para organizar las juventudes de la UCD.
Viví su etapa de Gobierno con conciencia política y mi etapa en esta actividad duró más o menos la suya como Presidente, por lo que desde mis cargos orgánicos en las NNGG recibió algunas críticas que pasaron desapercibidas por las barbaridades que se le decían por personalidades públicas, quedándoseme en la memoria haber sido el dirigente político que más despiadadamente se le trató.
Esto es lo más negativo que durante mi corta vida política queda de la encomiable acción política llevada a cabo, porque fue durante la Transición Política en la que ejercité mi actividad y puedo asegurar que se engrandece esta etapa por el estado de necedad existente en la actual. El cainismo es una práctica de supervivencia que carece de sentido, en mi humilde opinión, fuera de ese contexto, pero desgraciadamente es la que se lleva a cabo con un elevado grado de psicopatía, regocijándose en el dolor causado. Y esto está ocurriendo en el contexto nacional en las bases locales, es decir de modo generalizado.
A mí me ha resultado patético y me entristecido enormemente que se haya expuesto de esta manera que el ExPresidente Adolfo Suárez haya tenido que morir sin el reconocimiento de los españolitos y españolitas a los que gobernó y a los que les devolvió la libertad de expresión y de movimiento. Me sonroja como humano y me avergüenza como español que el Presidente del Gobierno, que me amnistió por hechos que desde su Presidencia no me hubieran condenado, no haya podido ver las manifestaciones y hechos que sus descendientes están constatando a su muerte; me siento abochornado por el comportamiento generalizado de la sociedad española que ha sido incapaz de agradecer y desagraviar al único Presidente de Gobierno que cuenta con el mérito de haber conseguido la libertad, en el más amplio sentido de la acepción, para el pueblo al que ha gobernado.
Pero tristemente así somos los españolitos y las españolitas de a pie, patéticos y desagradecidos colectivamente que nos acordamos de Dios nada más que cuando truena, y a veces ni en este caso. No se trata en este caso el fácil recurso dialéctico de ‘más vale tarde que nunca´, porque no es verdad que haya llegado tarde sino que nunca lo verá ya desafortunadamente. Por eso tan solo obtengo como positivo de tanto negativo el que el ExPresidente Adolfo Suárez, el gobernante más maltratado en vida durante la Historia contemporánea y precisamente el que mayor logros ha conseguido como tal, sirva como ejemplo para las nuevas generaciones de españolitos y españolitas de a pie, porque los que no son de a pie no se reflejan en nadie, para evitar maltratar a nuestros congéneres en vida y vayamos a agradecer tras su muerte los méritos cosechados en vida, obviamente; que nos sirva de ejemplo Adolfo Suárez para que no nos devoremos en vida y se reconozca nuestra obra una vez muertos.
Me resulta patético observar a los treinta y cinco años de dimitir como, si se tratara de un acto de constricción de conciencia, empiezan a aflorar la colocación urgente de placas a centros emblemáticos, a mostrar las condolencias a través de los medios de comunicación y a convocar actos en su memoria como si de buitres políticos harapientos se tratara en la incesante búsqueda de competir por el titular más llamativo y la provocación más impactante y conmovedora en el corazón de los españolitos y españolitas para conseguir atraerse al mayor número de votantes.
Solo me resta señalar que en mi memoria queda mi agradecimiento sempiterno a quien ha conseguido que adquiera como mayor valor vital de mi personalidad la libertad y el que me amnistiara por un delito político él consiguió dejara de serlo y con el menor coste humano, no olvidando como una ráfaga los segundos que me dedicó con el previo apretón de manos característico suyo. Mi mayor deseo es que sea un ejemplo para las nuevas generaciones y estoy seguro, como creyente, que obtendrá el reconocimiento que sus goberna@s le negamos.