Cuando mataron a su amigo Enrique Casas el 23 de febrero de 1984, granadino de Guadix, y secretario general de los socialistas guipuzcoanos, “me sentó muy mal y estuve cinco años sin aparecer por el norte. No estoy dispuesto a que me maten. Mi ideal llega hasta donde puedo, pero después, visto que encima no sacas ninguna conclusión, decides que no te vas a comprometer más pero tampoco a dejar de ser tu mismo”, recalca.
Desde hace tiempo Cisneros reside en Roquetas, pero también estuvo exiliado en Andorra. Es maestro jubilado, y se dedica al arte, la pintura o la escultura, sus grandes aficiones. Tiene el taller ‘Espelunca’, término que viene de espeleología, a pie de calle, en un céntrico garaje de la ciudad. Con humildad afirma que “yo pinto, pero no sé si soy pintor”, aunque nombres consagrados como Chillida -de quien tiene un grabado dedicado- le han comprado varias obras.
Le gusta pintar las galaxias, “porque hace muchos años que me aficioné al cosmos. Tengo algunos cuadros sobre el cometa Haley cuando apareció por la Tierra a finales del siglo pasado, que se armó un gran revuelo. Pero yo pintaba sobre la creación del mundo, porque si Dios es la naturaleza, la materia, o quizá la antimateria, ¿por qué lo pintan tan feo?”, se pregunta este hombre sencillo, que ha estudiado las ciencias durante muchos años, a quien le emociona que le llamen maestro y disfruta con el buril dando forma a las maderas.
En su taller guarda un inmenso mural sobre la mitología y sociedad vasca, que pronto puede volver allí, y realizó en 1980 junto al concejal asesinado Enrique Casas para exponerlo en una sede donostiarra del PSOE. Alguno de sus hijos está empeñado en que regrese allí. Su caso es como el de muchos otros, que poco tenían que ver con la derecha, pero el nacionalismo vasco no les perdonaba ser español pese a ser de izquierdas, y de izquierda contrastada, porque Luis Cisneros ya estuvo en la cárcel con quince años.
Su padre, oficial del ejército republicano con UGT, se pasó diez años escondido tras la guerra civil. Pese a estos antecedentes ETA puso la mira en él. Es admirador de Giner de los Rios, el creador de la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes, “el padre de la educación laica y no carca, que aunque era también algo para élites, no mandaban los curas. Por cierto que Miguel Hernández no era muy amigo de Lorca, y se tiraban buenas puñaladas. Heredé aquél espíritu de mis padres, que eran maestros los dos, y cuando el dichoso ‘meneo nacional’, a los que tenían un poco de cultura les hacían jefecillos y mi padre fue uno de los jefes de la resistencia de Bilbao en aquellas cosas tan trágicas que pasaron. Le he pedido al archivo de Salamanca documentación sobre mi padre pero no me mandan nada”, se lamenta, recordando que “estuvo diez años escondido como los topos, del 39 al 49, en una casa de campo que tenían mis abuelos en Valladolid. Luego yo salí con él, y pasamos de contrabando con los pescadores a Francia. Nos detuvieron en San Juan de Luz, nos metieron en la cárcel tres días, no nos trataron mal, pero nos quitaron el poco dinero que teníamos, que además era moneda del gobierno vasco y no servía nada. Primero me amenazaron los unos, luego los otros y después ETA. El nacionalismo es la peor peste que tenemos en el mundo. Lo que no pueden consentir es que una persona sea independiente con un pensamiento crítico progresista. La izquierda no sabe ahora dónde está porque hay gente que dice ser de izquierdas y se comporta como si fuera de derechas”, critica contundente.
Comenzó a pintar gracias a que le regalaron una caja de pinturas en Orio. En 1972 ya expuso en San Sebastián. Junto a Enrique Casas comenzó en 1980 el gran mural para la Casa del Pueblo, la sede socialista en San Sebastián, donde no llegó a colgarse, aunque sí en el museo donostiarra San Telmo. “Se trata de una alegoría sobre la fuerza de la transformación de la naturaleza. La forja, el hierro, el fuego que purifica y quema la materia, la antisociedad, que era la ría de Bilbao, llena de humos y contaminada, que ahora ha desaparecido. Antes decían que era la única forma de conseguir trabajo…ahora la única forma de conseguir trabajo es que no te paguen. Entonces la única forma de conseguir trabajo era cargarse la naturaleza entera. Allí está el mar, los bueyes arando, segando con la guadaña, las setas alucinógenas, el sapo escondido, la lechuza, el rayo verde ya que en San Sebastián dicen que el día del solsticio se ve un rayo verde de esperanza, los cangrejos misteriosos, el puño con la bandera republicana, la pata de oca, el compás de los masones, la manzana del Paraíso, el fuego… es todo mitología”, explica mientras sigue modelando con el buril un tronco, pero con cuidado porque está operado del corazón.