La presentación en Roquetas de Mar de una unidad policial para perseguir a los dueños de perros que defequen en espacios públicos mereció mi descalificación por cuanto agravio supone para el ciudadanos y la ciudadana de a pie en un municipio que contiene la segunda tasa de delincuencia porcentualmente en España. Y por si esta medida no fuese suficiente, en un alarde de oportunismo político, Ciudadanos, haciendo honor a proverbio de que “no hay uno sin dos”, ha tenido la brillante idea de complementar la unidad policial dando un paso gigantesco hacia adelante al proponer la identificación de los dueños de los perros que anónimamente se hayan cagado en las vías públicas, con lo que desconozco la cuantía de la sanción económica impuesta tras la analítica, lo que ha sido copiado por El Ejido como si este municipio no tuviese problemas más importantes en su campo que el detectar la identidad del dueño del perro.
Roquetas de Mar se ha alzado con el protagonismo en la lucha contra las deposiciones de los perros en las calles y plazas públicas, pero no se deben pasar por alto a otros municipios como el de El Ejido que ha emulado la brillante idea de Cs y el de la capital donde su flamante ordenanza regula la vida del animal en el interior de la vivienda que cohabita, así como los insultos de la alcaldesa de Garrucha a los dueños de las mascotas. Hoy se puede afirmar, sin temor a ser desmentido, que no hay municipio que se precie en el que no se haya adoptado medida alguna contra los perros, bien mediante ordenanza o a través de alguna ocurrencia política.
Ello me induce a pensar que se ha generado una psicosis política en nuestros pueblos y ciudades, cuya finalidad no es la de que las calles y plazas brillen sino la de recaudar fondos para alimentar todos los gastos superfluos existentes en algunos ayuntamientos y han encontrado en los perros un medio para conseguir su financiación. Tal interés se está centrando en los perros que han conseguido me retrotraiga en el tiempo y piense que hoy habría tenido su justo merecido al subnormal que le provocó la muerte a mi fiel amigo hace unos cuatro lustros. Entonces, como decía en mi anterior reflexión, los perros eran guardianes y procuraban alimento a sus dueños, pero esa época ha pasado para convertirse en estrictos acompañantes que les convierten en un miembro más de la familia.
Es por ello por lo que nuestros Alcaldes y Concejales deberían hacer gala de una mayor sensibilidad social y considerar a los perros como un elemento más de la familia, y no como un problema para la salubridad de las urbes. En este sentido cabe asegurar con absoluta franqueza que el problema de que nuestras calles y ciudades no se encuentren en un óptimo grado de limpieza se debe ante todo a los responsables municipales y a quienes en ella han delegado, y en una mínima medida en los dueños de perros.
Ésta aseveración resulta fácil de mantener, por cuanto está a la vita en muchos de nuestros pueblos y ciudades cómo se talan los árboles y permanecen semanas obstaculizando tránsitos, o contenedores que desde primera hora no hay quien se acerque a ellos, aunque al respecto debo indicar que en cascos urbanos turísticos se hace imposible combatir estos comportamientos por la simple razón de que no se le puede hacer esperar a una determinada hora el depósito cuando se tiene que viajar. En fin, no son exclusivamente las ramas y la basura los únicos residuos sólidos urbanos que se hacen visibles, sino que también conviene enfatizar la inexistencia en la mayoría de nuestros pueblos y ciudades de pipicans donde los perros tengan su espacio donde hacer sus necesidades fisiológicas. La capital cuenta con dos y habría que demandarle a sus gobernantes que deberían de ubicarse otros en diferentes barrios, como por ejemplo en Ciudad Jardín.
El mero tránsito peatonal por nuestras calles y ciudades induce a pensar que el problema generado por los perros, que ciertamente ‘hay de todo como en la viña del Señor’, está siendo magnificado por nuestros responsables políticos, desde mi humilde punto de vista, con fines recaudatorios, por cuanto no considero tan grave el problema de los perros porque al ser de compañía casi todos, por no decir todos, se encuentran educados y consecuentemente saben donde hacer sus necesidades fisiológicas salvo incontinencias que ni los humanos pueden luchar contra ellas.