Y nadie decía nada porque era minoritario y no afectaba a economías de bares y pubs, por ejemplo. Era la recta final del llamado movimiento hippie y posteriormente bajo la influencia del mayo francés. Similitudes, como digo, todas. Practicar el botellón, pocos como pocos eran los que ejercitaban este acto social de visitar con tanta frecuencia los escasos bares que entonces habían con luces indirectas.
Ahora los vecinos dicen quejarse del ruido generado también por sus hijos que hacen el botellón, jóvenes que dicen ensucian el espacio en el que se sitúan y dueños de pubs que aseguran estar disminuyendo sus ingresos. Para que no falte nada, los Ayuntamientos se solidarizan públicamente con los vecinos que se sienten molestos por los ruidos y les dicen que van a poner todos los medios a su alcance para que puedan descansar el día que Dios lo hizo también. Pero también se solidarizan con los dueños de los pubs para mostrarles, igualmente, su apoyo público por las pérdidas que generan la ausencia de jóvenes en esos establecimientos. En fin, una cosa es encauzar esta acción juvenil por los Poderes públicos, como además es su obligación, y otra bien distinta es declararle la guerra por aquello de “en río revuelto, ganancia de pescadores” como pretenden algunos y por algún lado saldrá, opción a la que esos algunos tienden y que, en mi opinión, supone un craso error político de consecuencias incalculables., y no dramatizo.
De la misma forma, está ocurriendo con los mercadillos que se colocan esporádicamente en algunos espacios públicos, no a los mercadillos convencionales y que están perfectamente regulados legalmente. En diversos lugares del casco histórico de Almería se han puesto, y por el centro de la ciudad también. El éxito ha sido apoteósico, tanto en ventas como en concurrencia. Y estos mercadillos, ciertamente, suponen una competencia a establecimientos regulados y a terceros. Pero no menos cierto es que suponen un atractivo considerable al acaparar la atención de la ciudadanía.
Hace unas fechas, el Ayuntamiento de Almería ha prohibía el mercadillo que se ponía en el Paseo Marítimo, un lugar muy concurrido especialmente durante el verano y espacio de recreo y asueto para muchos almerienses y visitantes. No parece que haya sido una medida del alcalde popular Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, vaya racha lleva el pobre Alcalde, que haya levantado pasiones sino más bien reproches. Son muchas las personas a las que le ha parecido mal esta decisión, porque, lejos de los argumentos que se hacen contra el botellón, con el mercadillo son más condescendientes. Y lo son porque es gente que se dedica a la venta ambulante, generalmente extranjeros y normalmente no suelen ser incisivos y mal educados sino que se muestran sumamente respetuosos con el ciudadano. Simplemente se están ganando unos euros honradamente aunque no paguen impuestos, por lo que las Autoridades deberán afinar en lo sucesivo y combatir la venta de productos hortofrutícolas en las carreteras, por ejemplo, máxime cuando no están sometidos a control sanitario, por ende. Posiblemente esta sea la causa, al menos la que algunos argumentan, para mostrar su posición a esta medida del Ayuntamiento.
Hay cierta complicidad del ciudadano con el vendedor del mercadillo, y la verdad es que supone un aliciente más para distraer el tiempo en el Paseo Marítimo, un atrayente digno de preservar. Por eso es que haya generado malestar la prohibición del mercadillo en el Paseo Marítimo, por la complicidad que se ha generado y el atrayente que ha supuesto.
Decía que vaya dos decisiones que ha tenido que tomar el Alcalde, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador: la de la calle a Fraga y la prohibición del mercadillo en el Paseo Marítimo. Desconozco los asesores que tendrá, a buen seguro que tantos como tenía en Diputación Provincial y cuya valía profesional está fuera de toda duda, pero lo que es cuestionable es abocar al Alcalde, a un año de las Elecciones Municipales, a adoptar medidas impopulares, porque siempre se ha dicho, desde la reinstauración de la Democracia en España, que las medidas impopulares hay que tomarlas a comienzos del mandato y que pasado el ecuador de la Legislatura lo que no se haya hecho en este sentido queda para la siguiente. También puede ser que no haya partido de sus asesores, que en cualquier caso sí tienen en el sueldo la obligación de hacérselo saber y argumentar con la crudeza requerida.