ILTMO. DR. DON JOSÉ MARÍA MANUEL GARCÍA-OSUNA Y RODRÍGUEZ
Historiador-Diplomado en Estudios Avanzados de Historia Antigua y Medieval y Médico-Familia de Atención Primaria.
Académico-Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Asturias (año-2013). RAMPA. IDE.
Cofrade de Número de la Imperial Cofradía de Alfonso VII el Emperador de León y el Pendón de Baeza. (Creación año-1147)
Socio de Número de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas. ASEMEYA.
-Socio de Número de la Asociación de Hispanistas del BeNeLux.
Historiador de HISTORIA-16.
Académico-Correspondiente del Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés.
-EL REY ALFONSO X “EL SABIO” DE LEÓN Y DE CASTILLA-
I.-INTRODUCCIÓN-
En el presente trabajo para La Gaceta de Almería me voy a acercar, con el máximo rigor historiográfico posible a uno de los reyes importantes peninsulares, manipulado hasta el desideratum por las corrientes de historiadores de un lado y de otro del mundo histórico.
Sucederá a su padre, el infante leonés Fernando Adefónsez, luego Rey Fernando III “el Santo” de León y de Castilla [Monasterio de Nuestra Señora de Valparaiso/Peleas de Arriba-Zamora, 5 de agosto de 1199-REY DE CASTILLA entre 1217 y 1252. Y REY DE LEÓN desde 1230 hasta Sevilla, 30 de mayo de 1252].
Se le definirá como Rey de Castilla y de la Corona de Castilla, algo aberrante y equivocado, ya que él se autodefine como REY DE CASTILLA Y DE LEÓN y DE ANDALUCÍA; partiendo de la base de que no ha existido jamás, más que en las mentes calenturientas de los castellanistas imperialistas, el concepto anhistórico de Corona de Castilla.
El Rey Sabio pretendió ser Emperador del Sacro Imperio Romano y Germánico, algo inaceptable para el Sumo Pontífice de la época, Gregorio X [Cardenal Teobaldo Visconti. Piacenza, c. 1210- SUMO PONTÍFICE 184º desde el 1 de septiembre de 1272 hasta, Arezzo, 10 de enero de 1276].
Las razones estaban en sus antepasados, por ejemplo el gran emperador Federico I “Barbarroja” Hohenstaufen [Ravensburg, 1122-EMPERADOR DEL SACRO IMPERIO ROMANO Y GERMÁNICO desde 1155 hasta, Río Saleph, 10 de junio de 1190], excomulgado y enemigo acérrimo del Papa Alejandro III [Cardenal Rolando Bandinelli, Siena, 1100/1105-SUMO PONTÍFICE nº 170 desde el 7 de septiembre de 1159 hasta, Civita Castellana, 30 de agosto de 1181]; por su pertenencia al partido antipapa de los gibelinos.
El Rey Sabio opositará por ser hijo de la Reina Beatriz de Suabia [Nüremberg, 1205-REINA-CONSORTE DE CASTILLA Y DE LEÓN entre 1220 y Toro, 5 de noviembre de 1235]. Este hecho de su deseo de ser emperador fue denominado como ‘el fecho del imperio’; lo que arruinaría a los ciudadanos de los Reinos de León y de Castilla.
Sobre la candidatura del Rey Sabio a la elección imperial, se escribe:
«Esto, del fecho del imperio, fue grant su buena fama del rey don Alfonso en las otras tierras, añade que esto e otras cosas atales que este rey fizo troxieron gran enpobreçimiento en los regnos de Castilla e de León».
En cierto momento, los habitantes de la urbe leonesa de Zamora reclaman al papa y al propio rey que les exima de pagar más impuestos para esa locura, ya que están en la ruina.
Estará enfrentado a sus hijos, sobre todo a su heredero Sancho IV “el Bravo” de León y de Castilla [Valladolid, 12 de mayo de 1258-REY DE CASTILLA Y DE LEÓN entre 1284 y, Toledo, 25 de abril de 1295], y a la iglesia católica que incluso lo acusará de hereje. En el caso de esto último, todo ello se refiere al atrevimiento de un comentario del propio rey con respecto a que si Dios Todopoderoso y Creador lo hubiese escogido como ayudante en la Creación del mundo, todo hubiera salido mucho mejor.
Su nivel cultural era preclaro y eximio, creó la Escuela de Traductores de Toledo para las tres culturas peninsulares. Sabía varias lenguas, incluidas las romances: llionés-leonés, gallego, castellano, portugués, y latín, griego, alemán, etc.
Elevó a la categoría de Universidades a los Estudios Generales de Salamanca (Reino de León) y de Palencia (Reino de Castilla). En Sevilla creó las Escuelas generales de latín y de arábigo. Idem para la Escuela de Murcia, en 1269 y dirigida por el matemático Al-Ricoti.
Llenó su corte de trovadores cultos como Bonifaci Calvo, Arnaut Catalán, Cerverí de Gerona, el gran Guiraut Riquier (1230-1292), Peire Cardenal, Airas Nunes, Pero da Ponte, y Alfonso Eanes de Coton.
El propio Giovanni Boccaccio (1313-1375) utiliza al monarca en la última jornada del Decamerón, donde se destaca lo generoso que era.
Este es el Rey Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla [Toledo, 23 de noviembre de 1221-REY DE CASTILLA, DE LEÓN Y DE ANDALUCÍA desde 1252 hasta Sevilla, 4 de abril de 1284].
-ALFONSO X “EL SABIO, MONARCA DEL QUE SE CELEBRÓ EN EL AÑO 2021, EL DCCC ANIVERSARIO, 1221, DE SU NACIMIENTO.
Con respecto a la liberalidad del Rey Sabio se escribe, por medio del cronista catalán Bernat Desclot (2ª mitad del siglo XIII):
«Este rey de Castilla et de León fue el hombre más generoso que hubo en ningún tiempo, que no hubo nadie, caballero o juglar, que viniese a pedirle algo y se fuese sin ser atendido. “Aquest rei de Castella e de León fo lo pus llarg hom de donar qui anc fos por null temp, que no fo anc null hom, fos cavaller ne joglar, qui emanar–li vengués, que n’anás fadigós”».
-EL SUMO PONTÍFICE GREGORIO X-
II.-LA MALDICIÓN Y EL DESHEREDAMIENTO DEL INFANTE DON SANCHO-
El 8 de noviembre de 1282, Alfonso X “el Sabio” dictaba su testamento, por medio del cual dejaba sin heredad a su revoltoso y pretencioso vástago primogénito.
El hecho se iba a desarrollar en el alcázar de Sevilla. En el texto, Alfonso X, desgrana todos los desafueros que ha tenido que sufrir por parte de su hijo, incluyendo los varios intentos de secuestrarle y los gravísimos insultos que siempre le ha dirigido de: “loco, leproso, perjuro y falso”, para terminar presionándole para que abdicase y le nombrase a él como: “rey y señor de Castilla, de León y del Andalucía”.
El testamento finaliza maldiciendo, de forma taxativa, a su rebelde y desagradecido hijo:
«Por cuys enormes delitos y otros muchos que cometió irreverentemente contra nos, sin temor de Dios ni respeto a su padre, que serían muy largos de referir o asentar por escrito, le maldecimos como a merecedor de la maldición paterna, reprobado de Dios y digno de ser aborrecido con justa razón de los hombres, y le sujetamos en adelante a la maldición divina y humana, y como a hijo rebelde, inobediente y contumaz, ingrato y aún ingratísimo y degenerado, le desheredamos y privamos de cualquier derecho que haya tenido a nuestros reinos, señoríos, tierras, honores y dignidades u otra cualquier cosa que en alguna manera nos pertenezca, para que ni él ni otro por él ni ningún descendiente suyo pueda jamás sucedernos en cosa alguna. A todo lo cual le condenamos por esta sentencia irrevocable que, promulgada en presencia de los testigos infrascritos y de otros muchos, mandamos autorizar con nuestro sello pendiente».
Los testigos son amigos y colaboradores del monarca castellano y leonés, a saber: el arzobispo don Remondo de Sevilla; el obispo don Suero de Cádiz; el obispo don Ademar de Ávila; el abad don Pelayo Pérez de Valladolid; don Martín Gil de Portugal; don Suero Pérez Barbosa; don Juan de Avoim; el canciller de la reina don Domingo Pérez de Portugal; el mayordomo de la reina doña Beatriz de Portugal, don Juan Raimúndez de Portugal; don Tello Gutiérrez (el justicia de la casa del rey Alfonso X “el Sabio”); don Pedro García de Arroniz; don Garcia Jofré de Loaysa; don Pedro Ruiz de Villegas; don Fernán Álvarez Potestad; don Fernán Martínez Cotoruelo; don Arias Martínez de Roureda; el alcalde mayor de Sevilla don Rodrigo Esteban; don Diego Alfonso (alcalde de la corte del rey Alfonso X “el Sabio”) y el alguacil mayor de Sevilla don Gómez Pérez.
El infante don Sancho se enteró, casi de inmediato, de la sentencia paterna, ya que tenía un buen servicio de espionaje en la corte alfonsina, y contempló con desazón como algunas ‘cosas políticas’ comenzaban a ir en contra de sus intereses en la Andalucía, en el reino de Castilla y, sobre todo, en el reino de León, ya que aquí estaba el infante don Juan tejiendo alianzas para optar a ser rey de un reino de León, felizmente de nuevo al margen de su alianza con el reino de Castilla; y en las tierras leonesas el hecho se contemplaba con simpatía y aceptación. Estaba claro que la unión espuria entre León y Castilla se había demostrada nefasta para los leoneses.
El 13 de enero de 1283, el rey Alfonso X busca el apoyo del concejo de Murcia, al que va a conceder una amplia retahíla de privilegios, dos de ellos dirigidos a la línea de flotación de los aliados del infante don Sancho:
En primer lugar otorgaría al concejo murciano la alquería de Alcantarilla; y en segundo lugar concedería a dicha entidad ciudadana los pueblos de Molinaseca, Mula y Val de Ricote.
En el ínterin, el infante don Sancho estaba teniendo problemas en la frontera del reino de Aragón, porque su hermano don Jaime también se había pasado al bando paterno. En los albores del año de 1283, los concejos de Sevilla y de Murcia formarán una hermandad o fraternidad para apoyar al soberano leonés:
«Al muy onrado conçeio de Murçia, que Dios onrre et guarde de mal. De nos, el conçeio de la noble çibdat de Seuilla […]. Bien creemos que sabedes en commo nos siempre trabaiamos en seruir et en ayudar de buen coraçón a nuestro sennor el rey en todas las cosas que nuestro seruiçio ouo mester, mayormientre en este fecho de la falsedad que fizieron contra él, en que le alçaron con su tierra, negando el sennorío que auíe sobrellos et ronbándol todo lo suyo ó quier que lo él auíe, et prendiendo et matándol todos sus omnes, et tolliéndoles quanto les fallauan, así que de todo derecho et de toda naturaleza se partieron que auíen con él. […]. Et entendiendo que […] sodes nuestros amigos et nuestros hermanos a seruiçio de Dios et de nuestro sennor el rey, et por ende fazemos hermandad entre nos…».
Desde el mes de marzo del año de 1283, algunos magnates laicos vuelven, como era lógico para sus intereses, al redil de la obediencia regia. La Crónica del rey Alfonso décimo cita algunos de ellos, como por ejemplo el infante don Jaime; a don Nuño Fernández de Valdenebro; a don Juan Fernández “Cabellos de Oro” (sobrino del rey Alfonso X “el Sabio”), y a don Fernán Pérez de Limia.
-REY SANCHO IV DE LEÓN Y DE CASTILLA-
Pero el más conspicuo de todos ellos es el infante don Juan I de León “el de Tarifa” [1262-REY DE LEÓN, DE SEVILLA Y DE GALICIA desde 1296 hasta 1300. Fallecerá en Pinos Puente el 25 de junio de 1319], que es citado en la continuación portuguesa de la Crónica de los Reyes de Castilla y de León. Tras la muerte de su padre será Rey de León:
«El infante don Juan, arrepintiéndose de estar en contra de su padre, tomó a su mujer y a un hijo suyo, y fuese para Sevilla. Y, cuando entró en el palacio donde estaba su padre, desvistiose y descalzóse e hizo vestir a su mujer en cota y a su hijo en camisa. Y cuando estuvo ante su padre, se colgó una soga al cuello y se puso de hinojos delante de él, pidiéndole merced. El rey, movido a piedad, lloró con él, abrazólo y besólo y le dio su bendición».
No obstante y, de forma sorprendente, el rey Pedro III “el Grande” de Aragón [Valencia, verano de 1240-REY DE LOS REINOS DE ARAGÓN desde el 27 de julio de 1276, hasta, Villafranca del Penedés, 11 de noviembre de 1285] reprochaba y amonestaba a dicho infante don Juan de que hubiese abandonado a su hermano don Sancho, para pasarse al bando de su regio padre, Alfonso X “el Sabio”.
Las mesnadas de los partidarios del monarca castellano y leonés se van a ir llenando de nombres sonoros, quienes abandonan ya al infante don Sancho; ya que el gravísimo hecho de la reprobación de un futuro monarca no tenía casi precedentes en los reinos de León y de Castilla, y era de una gravedad suma en todo el Medioevo.
Solo se recordaba la revuelta realizada por el rey García I de León [c. 870-REY DE LEÓN entre 910 y Zamora, 914. Enterrado en el Panteón de reyes de la Catedral de Oviedo], contra su padre el rey Alfonso III “el Magno” de León y de Oviedo [c. 852-REY DE LEÓN Y DE OVIEDO desde 866 hasta Zamora, 20 de diciembre de 910], del que era su primogénito.
En un diploma del 11 de septiembre de 1283, la nómina de confirmantes, que ya están en el bando del rey, supera la treintena: don Juan Alfonso de Haro; don Gutier Suárez de Meneses; don Nuño Fernández de Valdenebro; don Ruy Gil de Villalobos; don García Gutiérrez; don Alfonso Fernández (sobrino del rey don Alfonso X el Sabio); don Gonzalo Yáñez (hijo de don Juan Alfonso de Haro); don Pedro Suárez; don Juan González de Baztán; los hermanos don García y don Fortún Almoravid; don Pedro Cornel; don Juan de Vidaure; don Pedro García de Arroniz; don Martín Sánchez de Piedrola; don Tello Gutiérrez; don Pedro Ruiz de Villegas; don García Jofré de Loaysa; don Lope Alfonso, don Diego Alfonso; don Fernán Pérez Ponce; don Juan Fernández (sobrino del rey don Alfonso X el Sabio); don Martín Gil de Portugal; don Fernán Pérez de Limia; don Pedro Páez de Asturias, don Gonzalo Núñez de Braganza; don Fernán Rodríguez y don García Fernández de Sanabria.
Además, como todos los nobles laicos no vienen de uno en uno, don Sancho se ve obligado a hacer frente a los acosos bélicos de su hermano don Jaime y a los de don Juan Alfonso de Haro, quien desde el enclave de los Cameros y las tierras de La Rioja: “defendían la voz del rey don Alfonso”, y que habían conseguido sublevar en contra del infante don Sancho a las villas de Ágreda y de Soria.
Viniendo desde el reino de Navarra, Juan Núñez de Lara, y defendiendo los intereses de los infantes de Lara y del rey Felipe III “el Atrevido” de Francia [Poissy, 30 de abril de 1245-REY DE FRANCIA desde el 25 de agosto de 1270 y coronado en Reims el 30 de agosto de 1271, hasta Perpiñán/Rosellón, 5 de octubre de 1285], realizaba una furibunda depredación sobre las tierras de Burgos.
Y para agravar más, si cabe, la situación deficitaria política y militar del infante don Sancho; el papa Martín IV [Cardenal Simón de Brión. Turena, ha. 1210-PAPA nº 189, desde 1281 hasta, Perugia, 28 de marzo de 1285], en el mes de agosto del año de 1283, excomulgaba al infante don Sancho y a sus múltiples secuaces; añadiendo el entredicho o interdictum sobre todos sus dominios, medida coercitiva eclesiástica de una suma gravedad para el Medioevo; y, ya, en octubre del malhadado año de 1283, don Sancho se vio obligado a hacer frente a la sublevación del arrabal de la villa de Talavera de la Reina.
-REY FERNANDO III “EL SANTO” DE LEÓN Y DE CASTILLA-
Por consiguiente, en el otoño del año de 1283, la confrontación bélica civil se estaba inclinando del lado del Sabio monarca leonés.
«En efecto, las tropas benimerines (o mariníes) al servicio del rey castellano saquearon las tierras de Córdoba, de Jaén y de Toledo. Por su parte, la mesnada concejil sevillana, mandada por don Fernán Pérez Ponce, infligió a los cordobeses otra dura derrota, en la que murió el fiel Rodrigo Esteban, alcalde mayor de Sevilla. Todo ello, unido al cansancio de los más de sus seguidores y a la presión de la Iglesia, obligó a don Sancho a buscar una salida airosa al conflicto. En realidad, no era la primera vez que intentaba un acercamiento a su padre».
Por lo tanto, a mediados del mes de noviembre, don Sancho se va a reunir con sus principales adalides, en la ciudad leonesa de Palencia, destacando entre ellos, su tío el infante don Manuel; el señor de Vizcaya, don Lope Díaz III de Haro; y su hermano don Diego López de Salcedo, para:
«Intentar de catar alguna manera porque se abeniese con el rey don Alfonso su padre» (CAX, 237).
Este nuevo comportamiento se le había ocurrido, estando en Talavera de la Reina, el 16 de octubre de 1283, y, por consiguiente, comunicaba al cabildo de la Catedral de León, la caput regni del reino de León, que de acuerdo con sus consejeros, a saber: prelados, infanzones, caballeros y hombres buenos de las villas y de las ciudades había tomado la determinación:
“De buscar carrera de amor e de abenençia entre el rey mío padre e mí e las villas otras de la tierra”.
Para plasmarlo todo iba a reunirse con sus cómplices en Palencia, en el día de Todos los Santos (1 de noviembre):
“A fin de ueer en qual guisa sea al rey guardado el su derecho e a mí el mío, assí commo me lo prometistes, e a uos e a todos los de la tierra todos uestros fueros”.
El infante don Sancho ha suavizado su tan agresivo léxico hacia su padre, y reconoce la injusticia que ha cometido contra él:
«La reunión de Palencia puso de manifiesto dos cosas: que el infante se encontraba en una situación casi desesperada para mantener una guerra que consideraba perdida, por lo menos desde el punto de vista moral; y que a su alrededor había muy poca voluntad de llegar a un acuerdo con el rey. Los nobles de su entorno se sentían muy seguros en la lejanía de la corte del rey y preferían que las cosas siguiesen como estaban, sabiendo que cualquier acuerdo entre el rey y el infante podía significar para ellos, cuando menos, la pérdida de cuanto habían logrado siguiendo su parcialidad. Y otro tanto pensaban los poderosos maestres de las Órdenes de Santiago y de Calatrava».
El año de 1283, va a terminar con más reveses de los esperados para los rebeldes. A) El infante don Juan y don Fernán Pérez Ponce van a recuperar Mérida para “el rey Sabio”, y B) El infante don Manuel va a morir en la Navidad de ese año (“Era MCCCXXI. Obiit infans domnus Emmamnuel in Pennafideli”).
Dos meses antes se había producido el fallecimiento del infante don Pedro (18 de octubre de 1283), el cual, de cara a la galería, estaba siempre al lado de su hermano don Sancho.
Dos mujeres van a actuar, entonces, como mediadoras para la paz: doña María de Molina [c.1264-REINA DE LEÓN Y DE CASTILLA entre los años 1284 y, Valladolid, 1 de julio de 1321] por el bando de los rebeldes; y doña Beatriz de Portugal [Zaragoza, c. 1242/1244-REINA CONSORTE DE PORTUGAL desde 1253 hasta 16 de febrero de 1279. Muerta en Torres Vedras, 27 de octubre de 1303] por parte del rey don Alfonso X el Sabio.
El infante don Sancho seguirá manteniendo su itinerario político geográfico:
1º) En Toro reprime, con mano dura, un conato de rebelión a favor del monarca castellano y leonés.
Y, 2º) Se dirige a Cáceres y a Mérida tratando de recuperar sus posiciones de batalla, y luego se llegará hasta Sevilla para tratar de entrevistarse con su padre, “pero sus consejeros non gelo consintieron, nin querién que se viesen”. Alfonso X se encontraba en la hispalense Constantina, por lo que don Sancho se vio obligado a retirarse hasta la población de Guadalcanal, ya que un acuerdo entre padre e hijo significaría la rendición del infante y un grave perjuicio para los magnates sediciosos.
-REY PEDRO III DE ARAGÓN-
Entonces don Sancho se dirige hacia la ciudad leonesa de Salamanca, donde enferma de gravedad. Pero, también, la enfermedad regia se está agravando, y el estado de ánimo de don Alfonso X se encuentra en un situación personal de gran depresión, ya que se siente un fracasado, lo que se trasluce en la conversación o fabla que va a mantener con su médico personal, que es el maestre don Nicolás, cuando recibe la noticia de la enfermedad filial y tiene la creencia de que su hijo don Sancho ha fallecido.
«Maestre Nicolás, non lloro yo por el infante don Sancho, mas lloro yo por mí, viejo mezquino, que, pues él muerto es, nunca yo cobraré los míos regnos, ca tamanno es el miedo que tomaron de mí los de las mis villas e todos los ricos omnes e las Órdenes por el yerro que me fizieron, que non se me querrán dar. Et más aýna los cobrara yo del infante don Sancho, si buiuiera, que era vno, que de todos» (CAX, 240-241).
El rey tiene un gran complejo de culpa por no haber conseguido mantener la unidad de sus reinos de Castilla y de León, y haber fracasado en su intento de hacer del derecho su fundamento de gobierno, porque al finalizar su vida tiene la certeza de que la mayor parte de sus súbditos le odian o le temen.
Pero, el infante don Sancho se va a recuperar, y en los albores del año de 1284 ya se encuentra en Soria (11 de febrero), en Segovia (3 de marzo), en la leonesa Salamanca (8 de marzo) y en Valladolid (26 de marzo); en esta última ciudad será donde recibe la noticia de que su regio padre ha muerto el 4 de abril, en la ciudad de Sevilla.
III.-MATRIMONIOS E HIJOS DEL REY ALFONSO X “EL SABIO” DE LEÓN Y DE CASTILLA-
A-Hijos naturales:
-Con María Alfonso, su tía: BERENGUELA ALFONSO (c. 1241-¿?).
-Con Elvira Rodríguez de Villada.: ALFONSO FERNÁNDEZ “EL NIÑO” (1242-1281).
-Con Mayor Guillén de Guzmán: BEATRIZ REINA DE PORTUGAL (c. 1242/1244-1303).
B-Con la REINA VIOLANTE DE ARAGÓN [Zaragoza, 8 de junio de 1236-REINA CONSORTE DE CASTILLA Y DE LEÓN entre 1252-1284, y Roncesvalles, Navarra, 1300/1301. “Coniugi Alfonsi primogeniti illustris Ferdinandus regis Castele et Legionis”]: 11 hijos: BERENGUELA (1253-1300). BEATRIZ (1254-post 1280). FERNANDO DE LA CERDA (1255-1275). LEONOR (1256-1275). SANCHO IV DE CASTILLA Y DE LEÓN (1258-1295). CONSTANZA (1259-1280). PEDRO (1260-1283). JUAN (1262-1319). ISABEL (c. 1263-1264). VIOLANTE (1265-1287/1308). JAIME (1266-1284).
C-Con madre desconocida: MARTÍN ALFONSO, abad de Valladolid. URRACA ALFONSO, abadesa de Las Huelgas Reales de Burgos.
IV.-EL TESTAMENTO DEL REY ALFONSO X “EL SABIO” DE LEÓN Y DE CASTILLA-
El 8 de noviembre de 1282, Alfonso X “el Sabio” redacta su famoso testamento, seis meses después de haber sido depuesto, en Valladolid, por el infante don Sancho y por su grupo de partidarios, como subrayado final de la maldición que ha lanzado sobre su rebelde vástago. “Seyendo sano en nuestro cuerpo e sano en nuestra voluntad”.
Las últimas voluntades del rey don Alfonso X “el Sabio” son una magistral pieza literaria y de una belleza de expresión inigualable, de tal calibre que encogen el alma del lector, y son autobiográficas. Se trata de una apología sobre cómo se ha comportado, en todo momento como padre y como rey, y un alegato final sobre la maldad intrínseca de su rebelde hijo Sancho.
El rey don Alfonso X “el Sabio” ruega a Dios Todopoderoso que lo reciba en su reino celestial, y, a continuación, se va a colocar bajo la advocación y protección de sus patronos, que son la Virgen Santa Maria; San Clemente, “en cuyo día naçimos”, San Alfonso, “cuyo nombre avemos”, y Santiago Matamoros, “que es nuestro sennor e nuestro defensor e nuestro padre”.
El testamento presenta varios bloques: I. La designación del infante don Sancho como, “hijo mayor y heredero”. II. Sobre la ingratitud y la traición realizadas por su hijo don Sancho. III. De la ayuda prestada por el sultán de los benimerines, y, IV. El nombramiento como herederos de sus nietos, los infantes de la Cerda.
«E porque es costumbre e derecho natural e otrosy fuero e ley de Espanna que el fijo mayor deue heredar los reynos e el sennorío del padre…, por ende nos, seguiendo esta carrera, después de la muerte de don Fernando, nuestro fijo mayor, como quier que el fijo que él dexase de muger de bendición, si el vizquiera más que nos, por derecho deue heredar lo suyo asy commo lo deuía de heredar el padre. Mas, pues que Dios quiso que saliese del medio que era la línea derecha por do desçendía el derecho de nos a los sus fijos, nos, catando derecho antiguo e la ley de la razón, segund la ley de Espanna, otorgamos estonçe e concedimos a don Sancho, nuestro fijo mayor, que lo oviese en lugar de don Fernando nuestro fijo mayor, porque era más llegado por la línea derecha que los nuestros nietos, fijos de don Fernando».
Aunque indica, sin ambages, que siempre pensó en don Sancho como su heredero, “era más llegado por la línea derecha que los nuestros nietos, fijos de don Fernando”. Nunca contempló, por consiguiente, como plausible la aplicación de la legislación contenida en las Partidas, sino: “la vigencia de la costumbre e derecho natural e otrosy fuero e ley de Espanna”.
Todo esto lo va a expresar, per se, en las Cortes de Segovia de 1278, luego irá desgranando como eran las relaciones con su hijo don Sancho, desde ese año citado hasta la sedición lamentable e inexplicable de la primavera del año de 1282. Aunque reconoce que: “le ovimos fecho algunos pesares en algunas cosas, segund fazen padres a hijos”.
Alfonso X “el Sabio” luego irá desgranando lo bien que siempre se portó con su rebelde vástago, y la vileza filial con la que ha sido pagado, inclusive hasta llegar a intentar matarlo y arrebatarle sus reinos de Castilla y de León.
Por todo ello, el rey don Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla y de Andalucía va a desheredar a su hijo, el infante don Sancho, e inclusive a sus descendientes, le maldice y le declara que está incurso en un delito de Alta Traición, el cual debería ser castigado con la inherente pena de muerte.
El soberano leonés hace a su hijo mayor responsable de las malas acciones de sus restantes vástagos: don Pedro, don Juan y don Jaime, que fueron cómplices necesarios para la magnitud de la rebelión, “en estos fechos faziéndoles entender falsedades”.
-REYNA MARÍA DE MOLINA DE LEÓN Y DE CASTILLA-
Es mucho menos comprensivo con su propio hermano, el infante don Manuel, a quien acusa de ingratitud, a pesar del afecto que siempre le demostró y tuvo, “como el fijo que más amamos”.
Como tenía a casi todos los territorios de sus reinos de Castilla y de León y de Andalucía en su contra, se verá obligado a recabar la ayuda de otros soberanos que están emparentados con él, verbigracia:
1º) Su propio nieto, el rey don Dinís o don Dionisio I “el Labrador” de Portugal [Lisboa, 9 DE Octubre de 1261-Rey de Portugal desde 1279, hasta SANTARÉM, 7 de Enero de 1325], pero este le traicionará, de forma artera, ya por la espalda (a furto), “que más lo fallamos amigo de nuestro enemigo que nuestro”, era, por consiguiente, un importante aliado y apoyo del infante don Sancho.
2º) Su cuñado el rey don Pedro III de Aragón, quien a pesar del tratado que tenían entre ambos de ayuda mutua “contra todos los omes del mundo”, había adoptado una postura claramente favorable al infante don Sancho, reteniendo, desde el año 1279, en Játiva-Xátiva, a los hijos del infante muerto don Fernando de la Cerda. La disculpa para no ayudarle fue que se encontraba inmerso en la preparación de una cruzada, “para yr conquerir a África”.
3º) Su también cuñado Eduardo I “Piernas Largas o el Zanquilargo o Longshanks de Inglaterra [17/18 de junio de 1239, Westminster-REY DE INGLATERRA desde 1272, hasta, Burgh by Sands, 7 de julio de 1307], quien se excusó por la lejanía geográfica existente entre sus reinos, de Inglaterra y de Castilla y de León.
4º) También se dirigió, en busca de auxilio, al rey Felipe III de Francia, ya que ambos eran primos en segundo grado y, por consiguiente, hijos de primos carnales (San Luis IX de Francia y San Fernando III de León y de Castilla), “por el debdo que avíamos en uno”. Pero, las diferencias políticas que existían entre ambos, en relación al conflicto sobre los derechos de los infantes de la Cerda al trono de los reinos de Castilla y de León, habían enfriado sus relaciones.
5º) Al papa Martín IV se le demandó ayuda, ya que como vicario, que era, de Cristo en La Tierra estaba obligado “de fazer verdadera justicia”.
La ayuda que obtuvo el rey Alfonso X “el Sabio” de todos estos personajes fue casi nula, muy buenas palabras pero insinceras, solo el Santo Padre y a última hora, en septiembre del año de 1283, tras conocer que el rey Felipe III de Francia iba a ayudar al soberano castellano y leonés porque había mutado su testamento a favor de sus nietos, lanzaría entonces las amenazas de las penas de excomunión y de interdictum-entredicho, que cayeron como una losa sobre el bando rebelde, que ya estaba perdiendo la guerra.
6º) El único auxilio pronto y sincero recibido por el monarca leonés sería el de su archienemigo Abu Yusuf [Abu Yúsuf Yaqub ibn Abd al-Haqq. ¿?-SULTÁN BENIMERÍN entre 1259, hasta Algeciras, 1286], el sultán de los benimerines.
La situación del monarca castellano y leonés, tras su deposición del 20 de abril de 1282, era ya catastrófica y, Alfonso X “el Sabio” la va a resumir en su testamento.
«Onde nos, guardando la fee de Dios en la tierra que en nos fincara e que non perdiesse por nuestra culpa, fasta que la Iglesia e los grandes sennores del mundo fuesen acordados para fazer en nos lo mejor, por do ouimos a sufrir muchas cuytas e muchos enbargos de grandes enfermedades e en munchas maneras en nuestro cuerpo e muchas menguas, non tan solamente de ver que nos avía tomado quanto nos fallara don Sancho e sus ayudadores, mas otrosy mengua de gente de omes, que non avemos connusco si non muy pocos que entendiesen el derecho e quisieren obras de Dios».
La situación del soberano leonés era tan terrible que su salud se deterioró muy rápidamente, “grandes enfermedades e en munchas maneras en nuestro cuerpo”. Su estado ansioso-depresivo le va a sumir en la mayor de las postraciones hasta que reciba la ayuda de los mariníes, “fuemos cobrar sanidad porque fuemos caualgar et andar”.
Todo ello se va a incrementar positivamente cuando el emir norteafricano desembarque con soldados y ayuda pecuniaria, y entonces Alfonso X “el Sabio” ve posible la recuperación de sus reinos de León y de Castilla, saliendo “de la sombra de los nuestros enemigos traydores que nos traían tuerto e afogado con grand trayción”.
En las negociaciones para obtener la ayuda del emir de los benimerines fue esencial la personalidad de don Alonso Pérez de Guzmán (León, 24 de enero de 1256-Gaucín, 19 de septiembre de 1309), un caballero de procedencia leonesa y fundador de la familia de los Guzmán en la Andalucía Bética, quien mantenía unas muy buenas relaciones con el sultán mariní, por haber estado a su servicio en el Magreb.
-REY EDUARDO I “PIERNAS LARGAS” DE INGLATERRA-
El caudillo de los benimerines le aportará, al soberano castellano y leonés, a título de préstamo, unos 100.000 dinares de oro a cambio de entregar como prenda o aval la propia corona alfonsina de sus reinos de Castilla y de León, “lleuando muy grandes poderes de caballerías”.
Estando nuevamente en Sevilla, iba a recibir la respuesta del rey Felipe III de Francia, la cual era taxativa e innegociable:
«El rey de Francia enbiónos decir más que los otros. “El monarca francés ponía condiciones a su ayuda”: que nos diésemos a sus sobrinos, fijos de don Fernando (el infante de la Cerda), nuestro fijo, aquello que era de su padre».
La situación militar era, ahora, muy diferente a la del año de 1276, ya que la traición del infante don Sancho había trastocado todas las posiciones políticas previas, por lo tanto la ayuda francesa y sus condiciones deberían ser aceptadas por Alfonso X.
«E nos quando esto vimos, entendimos que éramos desamparados de todos los omes del mundo de quien esperáuamos conorte e ayuda […]. Mas estonçe, commo quien más non puede, ovimos de enviar e de otorgar al rey de Francia aquello que él queríe».
El tratado entre ambos monarcas contemplaba a los infantes de la Cerda como los herederos del “sennorío mayor”, que eran a saber los territorios nucleares de los reinos de León y de Castilla, dejando tierras bastantes a Alfonso X “el Sabio” como para poder dejar algo a sus restantes hijos, salvo, obviamente, al traidor don Sancho, “si viniesen a nos para nos seruir”; lo que ya es sabido que iba a suceder en el año de 1283.
«E por ende ordenamos […] que el nuestro señorío mayor de todo lo que avemos e aver debemos finque después de nuestros días en nuestros nietos fijos de don Fernando, nuestro fijo, que fue primero heredero, de guisa que el mayor herede este nuestro señorío e al otro le faga bien así commo conviene, segund el fuero de Espanna manda fazer a los fijos que non han de aver el señorío mayor, pero en tal manera que lo que le diere que lo tenga dél así commo de señor».
La perspicacia de Alfonso X “el Sabio” es de tal magnitud que dejará todos los cabos atados y bien atados, por si los infantes de la Cerda falleciesen de muerte natural o fuesen asesinados.
«Que si los fijos de don Fernando muriesen sin fijos que debién heredar, que tome este nuestro señorío el rey de Francia, porque viene derechamente de línea derecha onde nos venimos del Emperador de Espanna (Alfonso VII “el Emperador” de León), e es bisnieto del rey don Alfonso de Castilla (Alfonso VIII de Castilla, “el de Las Navas de Tolosa”), bien como nos, ca es nieto de su fija».
Alfonso X había pensado, muy seriamente, sobre los beneficios múltiples que podían derivarse de la existencia de una alianza, entre los reinos de Castilla y de León y de Francia, los primeros unos pueblos guerreros y esforzados que se habían constituido en una larga lucha de cruzada contra el Islam y luchando entre ellos, y el otro, el reino de Francia, rico y “de grandes fechos”.
Juntos esos tres reinos podían llevar a buen término la finalización de la Reconquista hispana y mucho más rápidamente, para así poder acceder a la anhelada conquista de Jerusalén.
Además, como en este momento histórico, sus hijos los infantes don Juan, don Pedro y don Jaime son rebeldes, y su nieto don Dinís I de Portugal está muy unido al infante don Sancho, solo va a restar como heredero directo, después de los infantes de la Cerda, el propio monarca francés, ya que ambos eran descendientes, por línea directa, del rey Alfonso VII “el Emperador” de León [Caldas de Reyes, 1 de marzo de 1105-REY/EMPERADOR DE LEÓN, entre 1126 y, Santa Elena, 21 de agosto de 1157], quien era el tatarabuelo de ambos soberanos.
El 10 de enero del año de 1284, Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla y de Andalucía dictaba, en el Alcázar de Sevilla, un codicilo de sus últimas voluntades, y aunque los infantes de la Cerda son citados como herederos, y el infante don Sancho dejado al margen; se insiste sobre lo conveniente y necesario que es una alianza con el rey de Francia, a cuyo soberano incluye, sin ambages, como heredero del señorío mayor de sus reinos de Castilla y de León:
“Porque somos de un linaje de luengo tiempo e de certa assí que ninguno non puede decir que de nuestro linaje sacamos nuestro sennorío nin lo damos a estrannos”.
El pago de sus muchas deudas es su mayor preocupación, por lo que viendo su muerte cercana va a dejar por escrito que, “nuestro cuerpo non sea enterrado”, hasta que no se pagasen todas las deudas, y, por consiguiente, ordenaba a sus hijos y a sus vasallos que cumpliesen con esta obligación de lealtad hacia él, “porque él fue el primero rey de nuestro linaje que quitamos las almas de los nuestros naturales e uassallos quando finaron”.
Y, para finalizar, también recordaba los pagos debidos a las iglesias y a los monasterios de sus reinos de Castilla y de León, “ya que no es de justicia que el cuerpo fuelgue sin haber conplido con aquellas cosas por que podríe auer trabajo el alma”.
Desea que su cuerpo sea enterrado en el monasterio de Santa María la Real de Murcia, que había sido fundado por él, aunque como reconocía la dificultad del hecho, autorizaba a sus albaceas testamentarios para que lo enterrasen, en Sevilla, junto a su padre Fernando III “el Santo”.
-REY LUIS IX “EL SANTO” DE FRANCIA-
«Mandamos que el nuestro cuerpo sea enterrado en el nuestro monesterio de Sancta María la Real de Murcia, que es cabeça deste regno e el primero logar que Dios quiso que ganásemos a seruicio dél e a onrra del rey don Ferrando, nuestro padre, e de nos e de nuestra tierra. Pero si los nuestros cabaçaleros (albaceas testamentarios) touieren por meior que el nuestro cuerpo sea enterrado en la çibdat de Seuilla, tenémoslo por bien. Et si los nuestros testamentarios touieren por bien de enterrar el nuestro cuerpo en Seuilla, mandamos que lo fagan allí do entendieren que será meior, pero desta guisa: que la sepultura non sea mucho alta, e si quisieren que sea allí do el rey don Ferrando et la reyna donna Beatriz yazen, que fagan en tal manera que la nuestra cabeça tengamos a los sus pies damos a dos, e que sea la sepultura llana, de guisa que quando el capellán uiniera decir oración sobrellos e sobre nos, que los pies tenga sobre la nuestra sepultura».
Su corazón debería ser llevado a Jerusalén y enterrado en el Monte Calvario, pero su preclara inteligencia veía este hecho, como imposible, o altamente improbable. No obstante ordenó que: “lo posiessen en algún logar ó esté fata que Dios quiera que la tierra se gane e se pueda leuar en saluo”.
A las Órdenes Militares que le han sido fieles, no las va a dejar en el olvido; a los templarios les dona su caballo, todas sus armas y mil marcos de plata, siempre que con ese dinero se diga una misa diaria por la salvación de su alma. A los hospitalarios les va a otorgar su cama, toda su ropa y mil marcos de plata para que les fuese posible atender a los peregrinos indigentes o pobres.
Pero, la parte del león se la va a llevar la catedral hispalense, a la que va a entregar:
- a) Las “Tablas Alfonsíes”, que eran un preciosísimo relicario.
- b) “Los quatro libros que llaman Espejo Historial que mandó fazer el rey don Loys de Francia”.
- c) El paño rico, que le había sido regalado por su hermana la reina doña Leonor de Inglaterra, “para poner sobre el altar”, una capa dalmática y “una capa de paño historiado de muchas historias e labrado muy ricamente”.
- d) Un gran retablo “en que ha muchas imágenes de marfil fechas a historias del fecho de Sancta María”, el cual debería ser expuesto todos los sábados a la hora de la celebración de la Santa Misa, sobre el altar de la Santísima Virgen María.
- e) La Santa Biblia, “en tres libros, historiada de dentro, que nos dio el rey don Loys de Francia”, que hoy se encuentra en la Catedral de Toledo, y “todos los libros de los Cantares de los Miraglos e de Lor de Sancta María”, los cuales no son otra cosa que las Cantigas de Santa María, que el rey Felipe II de Habsburgo “el Prudente” de España y de Portugal [Valladolid, 21 de mayo de 1527-REY DE LAS ESPAÑAS Y DE PORTUGAL, desde el 15 de enero de 1556 hasta, San Lorenzo de El Escorial, 13 de septiembre de 1598] trasladaría a la biblioteca del monasterio de San Lorenzo del Escorial. Las Cantigas deberían ser cantadas en las fiestas de la Santa María Virgen y de Nuestro Señor Jesucristo, y si su heredero retenía para sí mismo las susodichas Cantigas, se debería compensar por ello “a la iglesia dont los tomare”.
- f) Una Santa Biblia “en tres libros de letra gruessa, cubiertos de plata”, diferente de la homónima del rey San Luis IX de Francia [Poissy, 25 de abril de 1214-REY DE FRANCIA desde 29 de noviembre de 1226, coronado en Reims, hasta Túnez, 25 de agosto de 1270], y todas las ropas para la liturgia de su propia capilla.
A continuación, va a enumerar las disposiciones que son de carácter mucho más personal. En primer lugar, va a comenzar por el heredero, que en este momento de la historia es todavía ignoto, y al que se le va a designar el señorío mayor, y al que se le van a reservar “las coronas con las piedras y con los camafeos e sortijas, e otras cosas nobles que pertenescen al rey”. Además, todo lo que le había sido usurpado en Toledo y “el libro que nos fiziemos que ha nombre Setenario”.
Siguen, a continuación, las mandas testamentarias para sus hijos los infantes don Juan y don Jaime, y para su hija la reina doña Beatriz de Portugal; en estos últimos casos, el monarca leonés va a disponer la separación o segregación definitiva del señorío mayor de los reinos de Sevilla, de Badajoz y de Murcia, que curiosamente eran los territorios que estaban en su poder en este momento histórico de la redacción del codicilo, y la separación temporal del territorio de Niebla.
-REY ALFONSO X “EL SABIO” DE LEÓN Y DE CASTILLA-
Al infante don Juan, el mayor de sus hijos, al margen de don Sancho, y que ahora le era fidelísimo, le va a dejar los reinos de Sevilla y de Badajoz, siempre que aceptase:
1º) la preeminencia del heredero titular de los reinos de León y de Castilla, y, 2º) que respetase las concesiones hechas a doña Beatriz de Portugal, a la abadesa doña Berenguela de las Huelgas Reales de Burgos, y a dos de sus hijos ilegítimos llamados doña Urraca y don Martín Alfonso, y, por supuesto, las susodichas concesiones regias realizadas a los magnates, a los caballeros y a cuantos “le siruieron bien e lealment a la sazón que se leuantó esta trayción contra nos”.
A su benjamín, el infante don Jaime, señor de Los Cameros, le va a reservar el reino de Murcia, con las condiciones expresadas en el privilegio que ya le había otorgado, pero este joven hijo regio pasará a mejor vida el 9 de agosto del año de 1284, cuando tenía 17 años de edad, y moriría en la toledana villa de Orgaz.
A su hija preferida, la soberana portuguesa ya citada, le va a donar la villa de Niebla y las tierras que habían pertenecido al reino portugués, en los tiempos pretéritos del dominio de los agarenos sobre dicha zona, a saber: Gibraleón, Huelva, Ayamonte, Alfayat de Peña y Alfayat de Lete, pero con la condición inexcusable de que cuando ella muriese, todos estos lugares revirtiesen al “heredero del reyno de Seuilla”.
El señorío mayor de los reinos de León y de Castilla estaba conformado por los territorios patrimoniales de Castilla y de León, los cuales había heredado de su padre Fernando III el Santo, y que no eran los que había obtenido por medio de sus conquistas recientes; y que según el derecho peninsular hispánico, que tenía su origen en la jurisprudencia emanada del rey don Sancho III Garcés “el Mayor” de Pamplona, de León y de Nájera [c. 992/996-REY DE LEÓN; DE PAMPLONA Y DE NÁJERA desde 1004 hasta 18 de octubre de 1035], donde el rey de los bascones en el pasado y, en la actualidad, el rey Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla, podían disponer, motu proprio, con total libertad de los “acrecentamientos de los sus reynos” dejándolos a otros herederos diferentes del primogénito, pero estos territorios no se podían desvincular, de forma absoluta, del reino primigenio de donde proviniesen, ya que estaban sometidos a la fidelidad debida al monarca leonés y eran tenidos sub manu del primogénito.
Y, aunque en su actuación postrera se va a ajustar a derecho, sorprende la poca relación que, este comportamiento, tiene con su filosofía de aplicar lo dispuesto en las Partidas para la sucesión al trono de los reinos de Castilla y de León, al margen de sus deseos personales.
A su hija primogénita, siempre fiel y leal, doña Berenguela, “señora de Guadalajara”, que se encontraba con él en Sevilla, le va a confirmar en todos sus heredamientos, los cuales ya le habían sido otorgados con anterioridad, por si no le era posible recuperar los bienes que había perdido por la actuación sediciosa del infante don Sancho; por consiguiente, le va a conceder las rentas vitalicias de Écija y de Jerez de la Frontera, pero con la condición de que cuando falleciese, estos territorios pasasen al poder del infante don Juan o de sus herederos en el reino de Sevilla.
A su nieta doña Blanca, hija de la reina doña Beatriz de Portugal, se le entregaría una dote matrimonial de 100.000 maravedíes de la nueva moneda. A su hija ilegítima, ya citada, doña Urraca le va a otorgar 200.000 maravedíes de “la moneda de la guerra”, situados en las rentas a percibir de La Algaba, hasta que contrajese matrimonio.
A su otro hijo espurio, don Martín Alfonso, que va a entrar en la vida religiosa, le va a otorgar 240.000 maravedíes de la vieja moneda o 40.000 de la nueva, que deberán ser percibidos de las rentas del almojarifazgo hispalense; su futuro vital va a ser encomendado al cuidado del infante don Juan y del arzobispo don Remondo de Sevilla (Segovia, ¿?-arzobispo de Sevilla, fallecido entre 1286 y 1288).
Finalmente, se le confieren 50.000 maravedíes de la moneda de la guerra a una tal doña Inés, que podría ser una criada fidelísima o la amante del monarca leonés, se la define como la madre de Ércules, para que pueda contraer matrimonio si lo desea o, en su defecto, entrar en la vida religiosa; quizás ese Hércules citado de forma tan críptica podría ser un nuevo hijo extramarital del rey Alfonso X “el Sabio”.
-ARZOBISPO DON REMONDO DE SEVILLA-
También deberían cobrar las deudas (lo que les adeuda) sus ricos hombres y los caballeros de sus ejércitos, los caballeros de su “criazón”, sus clérigos y todos sus servidores. Su capellán ocupará la abadía de Covarrubias o la de Valladolid, en este segundo caso siempre que su hijo don Martín Alfonso obtuviese un obispado o un arzobispado.
Al maestre don Gonzalo, clérigo del monarca castellano y leonés, le entregará la abadía leonesa de Santa María de Arbás; y a su notario don Juan Andrés la tercera parte de las tercias reales de las iglesias de la villa sevillana de Marchena.
Sus albaceas testamentarios son nombrados cuidadosamente por él, y serán: sus hijos el infante don Juan y la reina doña Beatriz de Portugal; el arzobispo don Remondo de Sevilla y el rico hombre don Fernán Pérez Ponce de León (m. 1331) nuestro cormano; don Martín Gil de Portugal; don Gutierre Suárez; don García Fernandez, maestre de la Orden Militar de Alcántara; don Alfonso Fernandez, tesorero real; don Juan Martín, su fiel capellán; don Garcí Jofré, el copero real; don Gil Gutiérrez, el justicia de la corte; don Pedro Ruiz de Villegas, repostero mayor real; y don Juan Andrés, el notario real. El codicilo va a finalizar con un texto emotivo a más no poder.
«Et rogamos et mandamos a nuestros uasallos e a nuestros naturales por el bien que les fiziemos e por el derecho e la naturaleza que han connusco que si algunos esto quisieren contrallar o embargar, que fagan ellos sobre nuestra alma lo que faríen sobre nuestro cuerpo, e que les miembre que fuemos el primero rey de nuestro linaje que a sus uasallos diesse algo señaladamente pera cauallerías e pera casamientos e pera salir de prisión, nin que más punnase de sobirlos cada uno del logar dont era a mayor de bien e de onrra, nin aquellas tierras de los padres diesse a los fijos después de su muerte, o a los parientes más cercanos, nin que punnase porque ouiesen buen precio e buena nombradía por todo el mundo, nin que más encubriesse e perdonasse grandes tuertos e yerros quando los fizieron».
V.-LA MUERTE DEL REY DON ALFONSO X “EL SABIO” DE CASTILLA Y DE LEÓN Y DE ANDALUCÍA-
La salud regia está tan deteriorada y tan quebrantado su ánimo, que son escasísimos los documentos que se conservan del monarca leonés, en estos momentos históricos finales, entre ellos existe un diploma enviado por el soberano castellano al papa Martín IV, donde le insinúa su deseo de perdonar a su rebelde hijo don Sancho, que tanto daño le ha producido desde hace bastante tiempo; lo que es mencionado por el cronista de la Crónica de don Alfonso décimo (CAX), cuando describe el final de la vida del rey Alfonso X “el Sabio”.
«Et quando fue afincado de la dolençia, dixo ante todos que perdonaua al infante don Sancho, su fijo heredero, et que lo fiziera con mançebía, et que perdonaua a todos sus naturales de los regnos de Castilla et de León del yerro que fizieron contra él. Et mandó fazer luego cartas selladas con sus sellos de oro, porque fuesen çiertos todos los de los regnos de Castilla et de León que auía perido querella dellos et que los perdonaua porque fincasen syn blasmo ninguno» (CAX, 241).
Pero lo extraño de este texto de la Crónica de don Alfonso X es que no existe constancia documental sobre el deseo de perdonar a su rebelde vástago don Sancho, tal como aquí se manifiesta.
En lo que se refiere a la misiva escrita por el monarca leonés al papa Martín IV, existe una amplia controversia sobre su autenticidad, la misma indica:
«El mío fijo don Sancho, iluminado por la luz de la verdad, imploró con devoción y entre lágrimas la gracia de nuestra misericordia, y con dolor de corazón, con confesión de palabra y con satisfacción de obra hizo penitencia por los pecados cometidos. Y nos, prefiriendo la misericordia a la venganza, sabiendo lo agradable que es perdonar, ablandados por sus muestras de humildad y devoción, acogimos al suplicante en el seno de nuestra gracia» (Carta dada en Sevilla el 23 de marzo del año de 1284. Fue escrita por el maestre don Juan de Cremona, uno de los notarios italianos, que estaban al servicio de Alfonso X “el Sabio”, y fue sellada con un pequeño sello de oro, “sigillo nostro parvo aureo”).
Esta misiva, sea cierta o sea falsa, está claro que es la de un moribundo que, a pesar de los pesares, no va a anular el desheredamiento de su revoltoso hijo don Sancho; pero el malhadado infante va a hacer, enseguida, uso político interesado de ella, por lo que el 10 de octubre de 1284, el infante don Juan y otros nobles; entre ellos: los obispos de Cádiz, de Mondoñedo y de Segovia, el Notario Mayor del reino de Castilla, el padre prior de los dominicos en España llamado fray Diurno, don Gómez García, abad electo de Valladolid, el Notario Mayor del reino de León, el Maestro don Aco, doctor en Leyes, y don Diego López de Salcedo, don Juan Alfonso de Haro, don Fernán Pérez Ponce, don Esteban Fernández de Castro de Galicia y don Juan Fernández de Luna; examinaron las carta del monarca castellano y leonés ya fallecido, por orden del ya nuevo soberano de los reinos de León y de Castilla don Sancho IV, y fallaron judicialmente certificando su autenticidad.
Pero, el propio Sancho IV reconocería, en su fuero interno, que no hubo tal perdón, ya que cuando él mismo estaba a las puertas de la muerte, y su primo el infante don Juan Manuel (ya que le consideraba como su segundo padre) le rogo le otorgase su bendición, el soberano leonés y castellano se negó, alegando que no podía hacerlo, porque su propio padre Alfonso X no lo había hecho con él.
Sus remordimientos son palpables cuando manifiesta, además, que su muerte: «Non es muerte de dolençia mas es muerte que me dan míos pecados et sennaladamente por la maldición que me dieron mío padre por los muchos mereçimientos que les yo mereçí» (Libro de las armas. Infante don Juan Manuel).
Por lo tanto, el 4 de abril del año de 1284, pasaba a mejor vida, en el Alcázar de Sevilla, el rey don Alfonso Fernández X “el Sabio” de Castilla y de León y de Andalucía, cuando todavía no había cumplido los 63 años de edad. Su hijo don Sancho fue reconocido como rey con la titulación de Sancho IV de León y de Castilla y de Andalucía, y jurado por todos los estamentos de los susodichos reinos.
VI.- LA “MÍTICA” BLASFEMIA DEL REY SABIO-
El autor de la Crónica de Alfonso X resume, sin ambages, la labor cultural del rey Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla:
«Este rey don Alfonso, por saber todas las escripturas, fízolas tornar de latín en romançe. Et desto mandó fazer el Fuero de las Leyes, en que asomó muy breuemente muchas leyes de los derechos […]. Et porque por estos fueros non se podían librar todos los pleitos e el rey don Ferrando su padre avía començado a fazer los libros de las Partidas, este rey don Alfonso su fijo fízolas acabar […]. Et otrosy mandó tornar en romançe todas las escripturas de la Bribia e todo el Eclesiástico e el arte de las naturas e de la estrología» (CAX, 26).
«En el capítulo 790 de su Crónica cuenta el conde de Barcelos un hecho ocurrido durante la infancia de Alfonso X. Refiere que cierto día, después de la siesta, Fernando III pidió vino y fruta para merendar. Mientras su hijo el infante Alfonso servía la merienda ‘muy apostamente’, la reina se le quedó mirando y comenzó a llorar. Cuando el infante abandonó la estancia, Fernando III preguntó a doña Beatriz por qué lloraba. La reina intentó restar importancia al incidente, pero, habiendo insistido el rey en conocer la razón de su llanto, acabó confesándole que, siendo niña, una griega le predijo su futuro, y entre otras cosas le anunció que casaría con un rey de España y que tendría de él seis hijos y dos hijas, y que su primogénito sería una ‘das fremosas criaturas do mundo’ y que tendría un largo reinado; pero, “por hua palabra de soberva que diría contra Deus, averya ser deserdado de toda sua terra, salvo de hua cidade en que avya de morrer”. El recuerdo de esta profecía era lo que la había hecho llorar. El conde de Barcelos concluye su relato diciendo que el rey no contó a nadie la conversación que había mantenido con su esposa hasta que, al tiempo del cerco de Sevilla, don Nuño de Lara se le quejó de que el infante se hubiese quedado con el dinero que el rey le había mandado dar a él y a los que con él estaban ‘por fronteiros en Geen [Jaén]’. Entonces el rey, llorando, contó a don Nuño y a don Rodrigo Alfonso, en cuya tienda estaba, lo que la reina le había dicho años antes, y añadió que creía que esto parecía ser verdad a la vista de “las obras que el [el infante don Alfonso] fazía contra elle e contra aqueles que estavom en serviço de Deus”» (Pedro Alfonso de Barcelós. Crónica Geral d’Espanha, IV).
-REYNA BEATRIZ DE PORTUGAL-
Todo lo que antecede estriba en que según el conde de Barcelos, la maldición de la que iba a ser objeto Alfonso X “el Sabio” estaría fundamentada en la presunción prepotente del monarca castellano que, según se dijo, habría manifestado, sin el más mínimo problema, que si él hubiera estado al lado de Dios Todopoderoso en el momento de la creación del mundo, algunas de las cosas creadas por la divinidad habrían sido “melhor feitas que como as elle fezera”.
Con el devenir de los tiempos, la leyenda sobre la blasfemia del rey Alfonso X “el Sabio” se fue enriqueciendo con nuevos elementos, hasta tal punto que llegó a formar parte de las profecías del libro de caballería titulado “El Baladro del Sabio Merlín”. La maliciosa leyenda circularía, a priori, por vía oral, para por su complejidad enlazar con los textos del infante-escritor-cronista don Juan Manuel (1282-1348), quien sería el que la plasmaría en primer lugar por escrito, tras la ya citada del conde de Barcelos (¿?, 1287-1354), y luego sería recogida en las Crónicas del rey Pedro IV “el Ceremonioso” o “el del Punyalet” de Aragón [Balaguer, 5 de septiembre de 1319-REY DE LOS REINOS DE ARAGÓN desde 1336, hasta Barcelona, 5 de enero de 1387], y en las homónimas del obispo-cronista fray García de Euguí de Bayona (¿?-1409), confesor que fue del rey Carlos II“el Malo” de Navarra [Évreux, 10 de octubre-REY DE NAVARRA desde el 6 de octubre de 1349 hasta, Pamplona, 1 de enero de 1387].
En la Crónica Geral, el papel que se le va a otorgar al infante don Manuel (Carrión de los Condes, 1234-Peñafiel, 25 de diciembre de 1283) va a ser preponderante. Sin ningún tipo de problemas, el cronista afirma que, en el transcurrir de varios años después de que el soberano leonés hubiese pronunciado aquellas “malditas e escomulgadas palabras”, un caballero natural de Pampliega (Burgos), llamado don Pedro Martínez, y que era uno de los vasallos del susodicho infante, refiere que tuvo una visión en la que el propio Dios Todopoderoso le comunicaría que había dictado una sentencia en contra del réprobo monarca castellano y leonés, para que perdiese sus reinos de León y de Castilla. La causa estribaba en las soberbias palabras que el rey Alfonso X “el Sabio” había pronunciado, en público, en Sevilla, pero el Todopoderoso estaba dispuesto a perdonarle, por la intercesión de la Santísima Virgen María, siempre que existiese un arrepentimiento previo del monarca castellano.
Entonces, rizando el rizo de lo novelesco, el mencionado caballero se dirige hasta Peñafiel (Valladolid) y le refiere el sueño al infante don Manuel, quien le indica que se presente ante el rey, que se encuentra en Burgos, y le cuente todo lo relativo al sueño, así lo va a hacer y, paradójicamente, Alfonso X “el Sabio” se reafirma en lo que se le menciona.
Días después, cuando el soberano leonés se encuentra en Segovia, recibe la visita de un fraile menor franciscano que le refiere haber tenido el mismo sueño, ahora la reacción del rey de Castilla y de León es más violenta e iracunda, pero se sigue reafirmando en lo que se le imputa. Esa misma noche, una gran tormenta de rayos y truenos se va a desarrollar en los cielos de Segovia, y un rayo va a entrar en la cámara regia y casi mata a los monarcas leoneses que dormían plácidamente. Alfonso X, sobresaltado y aterrorizado, se va a confesar con el fraile, y mientras el soberano castellano y leonés va desgranando sus pecados, la tormenta va a ir amainando.
Al día siguiente, Alfonso X va a reconocer su pecado de soberbia, en público, y asustado, en grado sumo, por la tormenta de la noche anterior, va a pedir que se le traiga de Ultramar el cuerpo de Santa Barbara, pero no se le va a poder complacer ya que no se encontraron las reliquias de la santa mencionada.
La Crónica va a concluir diciendo que en aquel mismo año tuvieron comienzo, para el rey Alfonso X el Sabio, todas las cosas “que la dona de Grecia” le había profetizado a su regia madre. La leyenda va a nacer por vía oral, y luego formulada por el infante don Juan Manuel, quien la va a recibir al haberla puesto en circulación la maledicencia del infante don Manuel, cuando ya se había pasado del bando regio al de su sobrino el infante don Sancho; aunque en el Libro de las Armas del infante don Juan Manuel, la predicción realizada a la reina-madre se va a producir durante un sueño, cuando estaba preñada del infante don Alfonso.
-EL INFANTE DON JUAN MANUEL-
«Quando la rreyna donna Beatriz, mi abuela, era ençinta de mío padre, que sonnara que, por aquella criatura et por su linaje, avía de ser vengada la muerte de Jhesu Christo. Et ella díxolo al rrey don Fernando, su marido. Et oy dezir que dixera el rrey quel pareçía este suenno muy contrario del que ella sonnara quando estava ençinta del rrey don Alfonso, su fijo, que fue después rrey de Castilla et de León y padre del rrey don Sancho» (“Libro de las tres razones del infante don Juan Manuel”).
Para terminar de “arreglar” la fantasiosa historieta, el conde don Pedro de Barcelos va a situar la tormenta de rayos y truenos, narrada con todo lujo de detalles, en el año de 1281 o de 1282, y no el 26 de agosto de 1258 en que, realmente, se produjo una aparatosa tormenta y un rayo sí cayó sobre la cámara regia del Alcázar de Segovia, tal como es recogido el hecho por el Cronicón de Cardeña: «Era de MCCXVI años fundiose el palacio de Segovia con el Rey D. Alfonso…e fincó el Rey sano, e esto fue el día de Sant Vitores, a ora de yantar, cinco días por andar del mes de Agosto». Efectivamente, el hecho está contrastado por la constante presencia del soberano castellano y leonés, en ese verano, en la ciudad de Segovia.
La pretensión última del pariente cronista portugués es la de descalificar moralmente al monarca leonés, aunque don Pedro Alfonso de Barcelos tiene como figura prototípica, de aquello de lo que acusa a su bisabuelo Alfonso X “el Sabio”, en su propia época en la figura de un monarca castellano que casa la mar de bien con la leyenda de un rey altivo, soberbio y prepotente; y esta imagen le va como anillo al dedo al rey don Alfonso XI “el Justiciero” de León y de Castilla [Salamanca, 13 de agosto de 1311-REY DE LEÓN Y DE CASTILLA desde el 7 de septiembre de 1312 hasta, Gibraltar, 26 de marzo de 1350. Cuya Crónica Regia está escrita el lengua leonesa o llingua llionesa y no en castellano], quien matrimoniado con la reina doña María de Portugal [1313-REINA-CONSORTE DE CASTILLA Y DE LEÓN desde septiembre de 1328 hasta, Évora, 26 de marzo de 1350], se sabe que habría sometido a su regia esposa a todo tipo de vejaciones, al mantener una situación de público y notorio concubinato con doña Leonor de Guzmán (Sevilla, 1310-Talavera de la Reina, 1351. “era, dueña muy rica y muy fijadalgo y era en fermosura la mas apuesta muger que avia en el Reyno”), la famosa madre de los Trastámara.
La leyenda de la blasfemia va a pervivir en el tiempo y en el espacio, llegando hasta el siglo XVI, tanto en los textos del padre jesuita e historiador Juan de Mariana (1536-1624), como en uno de los cronistas de los Reyes Católicos; sobre todo del rey Fernando V de León y de Castilla, I de Navarra y II de Aragón el Católico [Sos del Rey Católico, 10 de marzo de 1452-REY DE ARAGÓN, 1479 hasta 1516. REY DE NAVARRA de 1512 a 1515. REY DE LEÓN Y DE CASTILLA entre 1474 y 1504, y regente de 1507 a 1516. Murió en Madrigalejo/Cáceres, 23 de enero de 1516] llamado Jerónimo de Zurita (1512-1580):
«Por qué gano el rey don Alonso nombre de Sabio; y por qué le perdió. Este rey don Alonso cuya memoria quedó tan celebrada con el renombre de Sabio. Y si le pudo alcanzar por haberse dado a las sciencias de la astronomía y tener tanta noticia de los movimientos de los cielos y de las revoluciones y posturas de los signos y planetas y por haber mandado ordenar aquellos libros de leyes por las cuales se desecharon las antiguas góticas que hasta su tiempo duraron, y haber favorecido sumamente las artes liberales, le perdió por el mal gobierno que en sus reinos tuvo y por la inconstancia con que gobernaba sus cosas de estado y de mayor importancia. Arrogancia y blasfemia del rey don Alonso. Por esta causa, escriben algunos autores –y entre ellos el rey don Pedro el IV de Aragón– que fue tan insolente y arrogante por la grande noticia que tuvo de las sciencias humanas y por los secretos que supo de naturaleza, que llegó a decir en menosprecio de la providencia y suma sabiduría del universal Criador, que si él fuera de su consejo al tiempo de la general creación del mundo y de lo que en él se encierra, y se hallara con él, se hubieran producido y formado algunas cosas mejor que fueron hechas; y otras, ni se hicieran o se enmendaran y corrigieran. En que pareció manifiestamente que por tan grande blasfemia como ésta permitió nuestro Señor que se conociese cuán perverso juicio y entendimiento fue el suyo y fue desheredado de sus reinos y desamparado de todos los príncipes cristianos, y que faltase en la cuarta generación la línea de sus sucesores» (Anales de la Corona (los Reinos) de Aragón).
-REYNA VIOLANTE DE LEÓN Y DE CASTILLA-
Lo último existente sobre la leyenda de la blasfemia alfonsina, se encuentra en los Anales del reinado de don Alfonso décimo, donde se refiere, que el ángel que anunció el perdón divino para el “Rey Sabio”, le manifestó que el linaje de su hijo don Sancho, se extinguiría “por la deshonra e desheredamiento e desconocimiento que fizo”, cuando llegase a su cuarta generación de herederos. En dicha obra se va a añadir una nueva profecía:
«1ª PROFECÍA: Et esto pasado, el alto Señor enviarles ha de parte de oriente salvación de noble rey e señor idóneo e acabado e fundado en justicia e todas las bondades e noblezas que a rey pertenecen. 2ª PROFECÍA: Era de mil e trezientos e veinte e tres años, martes diez e ocho días de setiembre, aparesçió vn caballero en el çielo en la nuf, e domingo, veinte e tres días del mes sobredicho, aparesçió vn signo en el çielo, e vino en guisa de fuego, e nasçió en oriente e fízose siete partes e púsose en occidente e encerróse todo en vno».
La llegada desde el Oriente de un denominado como “Rey Salvador” es un fenómeno maravilloso, que está basado en un hecho meteorológico citado en el texto para el mes de septiembre del año de 1285, con referencias nítidas a la época Trastámara, por parte del cronista anónimo del monasterio de Silos y contemporáneo de dicha dinastía, ya que el caballero celestial es el rey Enrique II “el de las Mercedes o el Fratricida” de Castilla y de León [Sevilla, 13 de enero de 1334-REY DE CASTILLA Y DE LEÓN entre 1366 y, Santo Domingo de la Calzada, 29 de mayo de 1379], quien llegará desde el Oriente, que es el reino de Aragón donde estuvo exiliado, colocando su poder estelar sobre los reinos de Occidente que son los de Castilla y de León, y donde los dividió en las siete regiones históricas globales de ambos reinos, y que se habían fraccionado por causa de la guerra civil fratricida ocurrida entre Pedro I “el Justiciero o el Cruel” [Burgos, 30 de agosto de 1334-REY DE LEÓN Y DE CASTILLA desde el 26 de marzo de 1350 hasta los Campos de Montiel, 23 de marzo de 1369] y su hermanastro Enrique II. Y el final de todo este drama bélico será la nueva reunificación de “todo en vno”, lo que es prístinamente definitorio de la anhelada extinción del linaje directo del rey don Sancho IV de León y de Castilla.
-VII.- ENFERMEDADES DEL REY ALFONSO X “EL SABIO”-
El monarca de León, de Castilla y de Andalucía tuvo múltiples patologías: 1ª)- Una CIOCLOTIMIA, con constantes alteraciones de su carácter, euforia y depresión. Probablemente por comprobar la vulgaridad del mundo que le rodeaba. Él era muy inteligente, extremadamente educado, pero muy ingenuo. 2ª)- Una SINUSITIS CRÓNICA de gran calibre; hasta tal punto que se refiere que presentaba, en las fases agudas, protrusión de su ojo izquierdo. 3ª)- Esta patología anterior le producía terribles CEFALEAS, con consiguientes ataques de ira, que eran incoercibles. 4ª)-HIDROPESÍA, que es una patología típica de aparición de líquido en el peritoneo, ascitis por insuficiencia renal o hepática, en este caso puede ser por una cirrosis. 5ª)-En los últimos tiempos de su vida estaba bastante desdentado, ya que había perdido su dentadura por una piorrea dental. 6ª)-Una DERMATITIS ATÓPICA pruriginosa, que le producía grandes picores, solo paliados con baños de azufre. 7ª)-Un CARCINOMA MÁXILO-FACIAL de tipo epidermoide, que le iba creando cavidades en su cara, a los que sus contemporáneos confundieron con la lepra; y que se le produjo por un traumatismo padecido en su juventud como infante del Reino de León, por la coz de un caballo. Sería la causa primordial de su muerte.
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-VILLACAÑAS, J. L. (2003): JAIME I EL CONQUISTADOR. Espasa-Calpe.
-VON SCHOEN, W. F. (1966): ALFONSO X DE CASTILLA. Rialp.
-REY PEDRO IV “EL CEREMONIOSO” DE ARAGÓN-
-CURRICULUM VITAE-
Del Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”. (CSIC).
Del Ateneo de Valladolid (Creación año-1872).
Del Instituto de Estudios Gerundenses (CSIC).
De la Real Sociedad Arqueológica Tarraconense (CSIC).
Del Círculo Cultural Péndulo de Baza (UNESCO).
Del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (CSIC).
Del Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo” (CSIC).
Del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (CSIC).
Del Centro de Estudios Históricos Jerezanos (CSIC).
Del Ateneo Jovellanos (Creación año-1953).
De la Sociedad Española de Estudios Clásicos (CSIC).
De la Asociación Hispania Nostra.
Asesor de la Asociación Cultural Reinos de España (FEAH).
De la Sociedad Española de Estudios Medievales (CSIC).
Del Instituto de Estudios Bercianos (CECEL/CSIC)
216 Trabajos de HISTORIA publicados.
38 Biografías de Músicos de Música Académica publicadas.
106 Conferencias impartidas sobre Historia.
-LIBROS PUBLICADOS-
1.-EL GRAN REY ALFONSO VIII DE CASTILLA, “EL DE LAS NAVAS DE TOLOSA”. Editorial Alderabán/Alfonsípolis. 2012. Cuenca.
2.-BREVE HISTORIA DE FERNANDO “EL CATÓLICO”. Editorial Nowtilus. 2013. Madrid.
3.-EL REY ALFONSO X “EL SABIO” DE LEÓN Y DE CASTILLA. SU VIDA Y SU ÉPOCA. Editorial El Lobo Sapiens/El Forastero. 2017. León.
4.-EL REY ALFONSO VII “EL EMPERADOR” DE LEÓN. Editorial Cultural Norte. 2018. León.
5.-URRACA I DE LEÓN. PRIMERA REINA Y EMPERATRIZ DE EUROPA. Editorial El Lobo Sapiens/El Forastero. 2020. León.
6.-EL REY RAMIRO II “EL GRANDE” DE LEÓN. EL “INVICTO” DE SIMANCAS. Editorial Alderabán/Alfonsípolis. 2021. Cuenca.
7.-LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA. UN MITO EN LA HISTORIA DE LA RECONQUISTA. Editorial Cultural Norte. 2022. León.