La práctica del Yoga y la filosofía del Yoga son inseparables. No se puede enseñar esta disciplina, como lo hace actualmente Occidente, en su mayoría, por medio de clases prácticas, donde solo se enseñan ejercicios físicos sin más, pues tenemos que considerar el Yoga como una enseñanza de vida más que como una técnica psicosomática.
Esta enseñanza en la India se da de maestro a discípulo, y consiste en un aprendizaje que gira en torno a la verdad y al autoconocimiento, disponiendo a integrar al ser instintivo, mental y espiritual, hacia un todo de coherencia y evolución, donde las metas se van superando, por una trascendencia del yo tirano, apegado e ignorante, que escucha más al tener que al ser, olvidando el vivir, el sentir, y el percibir; ya que el ego estaría actuando más desde el hemisferio izquierdo, individualizando y
parcializando.
El Yoga a través de su arte nos incita a reunir las energías disipadas y de separación del hombre con la tierra, cielo y naturaleza, concentrándonos en el ser, prolongando nuestra respiración, y aquietando
La mente; así, de esta forma despejar el camino hacia el encuentro con la respuesta satisfactoria de nuestra búsqueda interior. Nutriendo a la vez los tejidos y el alma. Recuperando el cuerpo cansado y desalojando los sentimientos deshechos y pensamientos secos. Cuando hacemos esto posible, la luz del entendimiento y la comprensión penetra y nos hace ver que nuestra razón, es eso, una parte del todo, pero no es el todo, reconsiderando y expandiendo finalmente la conciencia.
El trabajo que realizamos a nivel físico, con las hazañas ( posturas de Yoga), nos libera de tensiones, flexibiliza las articulaciones y elonga relajando el sistema corporal. Así mismo nos aporta beneficios
en el sistema circulatorio, nervioso, óseo, muscular, digestivo y todos los órganos internos.
Como la suavidad de una hoja al caer, flexionamos la columna, como la refrescante brisa ayudamos a la respiración