En los últimos años y tal vez en las últimas décadas, la irradiación y la intensidad del sol se han vuelto mucho más intensas. Esto se ve también en que han aumentado significativamente los casos de cáncer de piel. La razón es que la capa de ozono, que es la capa protectora de la Tierra va reduciéndose. Las consecuencias de esta “irresponsabilidad” para con nosotros mismos han sido advertidas desde hace años por los dermatólogos. De hecho, las enfermedades cutáneas han aumentado notablemente en los últimos años.
Pero desde hace años llegan también informaciones y advertencias desde otras fuentes. Por ejemplo a través de la profecía para el tiempo actual sabemos que “El calor del mediodía no es bueno para los nervios humanos, pues el exceso de partículas solares puede producir, bajo determinadas circunstancias, una gran inquietud y la crispación del sistema nervioso. Provocando un efecto de lastre que carga a la glándula tiroides en el cuerpo del hombre, lo que por su parte produce diferentes alteraciones en el organismo humano».
En base a este mensaje queda claro que no sólo la piel queda sometida a una exposición solar exagerada que nos broncea, si no que existen daños colaterales apenas perceptibles a simple vista. Una de las consecuencias más conocidas es el cáncer de piel, pero no la única. El sistema nervioso del ser humano se ve afectado, con lo que la persona puede volverse más nerviosa, excitable, depresiva e incluso psicótica. Las conocidas insolaciones que producen a simple vista dolor de cabeza, fiebre y excitabilidad, pueden tener consecuencias que la ciencia va conociendo paulatinamente, pero que hace más de 25 años fueron ya advertidas a través de las manifestaciones dadas por el mundo espiritual.
Si bien es cierto que la luz nos anima de alguna forma, y que incluso es recomendable en dosis bajas para la fijación de la vitamina D, en situaciones extremas de exposición exagerada y cuando el sol irradia con intensidad, hay que tomar precauciones.