Comenzaré diciendo que Francisco Franco Bahamonde será uno de los muertos que no están descansando en paz como represalia a los que bajo su mandato como Jefe del Estado tampoco procuró que descansaran en paz, y todo ello casi 40 años después de haber fallecido, por lo que, por razones de edad, serán sus nietos y, en menor medida, sus hijos lo que se verán resarcidos por el sufrimiento infligido a sus antecesores.
No puedo ocultar el grado de emocionalidad personal que conlleva la decisión gubernamental de exhumar los restos mortales del Jefe de Estado bajo cuyo mandato vivimos muchos españolitos de a pie, algunos de los cuales fuimos por partida doble, y digo bien, víctimas del régimen político instaurado tras una cruenta guerra civil, a buen seguro la más cruel de cuantas guerras puedan existir. Por consiguiente, desde la emotividad que supone esta vivencia directa o indirectamente podría entenderse una cierta complicidad con la medida gubernamental, pero por el contexto vital me parece, por triste que parezca, una acción política que solo favorece a quienes pretendan hacer resurgir unos valores generados por el Franquismo, que dicho sea de paso muchos recordamos ante su extinción y sustitución por el vacío. Con independencia de la idoneidad o no de su ubicación, lo que me parece extratemporáneo que se ejecute a los 40 años de vida del nuevo régimen político de libertades públicas que se instauró tras la finalización del régimen político que lideró.
Esta dilación en el tiempo podría dar pábulo a múltiples interpretaciones políticas, siendo la más consistente la que ofrece la tildada como Extrema Derecha y la Derecha de la que se ha escindido, que hace tan solo unos meses caían estrepitosamente y desde la sentencia judicial, junto a los hechos que están acaeciendo en Cataluña, se están recuperando socialmente en adeptos y todo parece indicar que remontarán lo que ha resultado ser un bache electoral. De tal manera que todo induce a pensar que la Izquierda parece haber caído en una trampa de los poderes fácticos que solo beneficia a la Derecha y perjudica a la Izquierda, y cuya última consecuencia parece estar encaminada a la restauración del régimen político de libertades homologable con los europeos, que, en expresión vulgar e imperante en estas fechas por observadores políticos internacionales, es un reseteo o una refundación.
No observo razón alguna para exhumar el cadáver de Franco que ha estado descansando en paz durante 45 años, ciertamente en un lugar de propiedad estatal, para trasladarlo a otro lugar menos rimbombante, pero que para sus seguidores puede ser motivo de mayor estruendo para ser oídos. Políticamente no observo motivo alguno para su traslado, máxime cuando continuarán los del fundador del movimiento político que inspiró su régimen. Y el momento, que en política es determinante, me parece el más desconcertante, debido a la convulsión social existente en todas las regiones y sectores de nuestra sociedad. Si solo fuese motivada la exhumación por motivos tan superficiales de carácter político como los que se han ofrecido públicamente sólo resta conocer los resultados electorales del 10-N y sus consecuencias en los más diversos ámbitos.