Comentaba un contertulio del África profunda en Mali que “la ancianidad es un ajuste de cuentas con la vida” que ha llevado a cabo la persona, lo que podría aplicársele políticamente a nuestros gobernantes, que cuando dejan el cargo comienzan una nueva etapa en su vida que difiere de la que precedió a la ocupación del cargo y está determinada por la acción gubernamental.
Y ciertamente se aproxima bastante, en términos generales, la concepción de este africano maliense con la realidad que viven los personajes políticos tras haber ocupado el cargo público. Es una etapa que no se le parece en nada a la/s vivida/s anteriormente, al menos esa es la percepción de muchos de l@s gobernad@s. Como no podría ser de otra manera, donde se evidencia ello con mayor rigor es en los municipios, en los personajes políticos que han dedicado una buena parte de su vida a la actividad pública local, la más cercana y próxima al ciudadano de a pie, y en la que cualquier decisión repercute de manera directa en sus convecinos.
También existe un viejo dicho de nuestro rico refranero según el cual “si quieres conocer a Juanico dale un carguico”, es decir, la trasformación de sufre el personaje público cuando accede a un cargo político. La personalidad adquirida, en ocasiones, es asombrosa por la transformación padecida más que por la aportación positiva que le haya podido ofrecer el puesto conseguido. Pero también le tónica general que induce a pensar en la necesidad padecida, que nos retrotrae a una situación postbélica, es que tras unos meses en el cargo público aumentan las tallas en sus vestimentas y cambian su aspecto físico como ocurre con la luminosidad que genera en las calles El Corte Inglés. Atrás quedaron los abrazos, las palmadas en las espaldas, los brazos por los hombros, las sonrisas fáciles, las palabras apropiadas a cada momento y las charlas ocasionales con su convecino u otros detalles con los profesionales que por excelencia se va a valer para ocupar el cargo público al que aspira o permanecer en la poltrona que ha conseguido. Una locuacidad y generosidad que en función de su buen hacer le servirá como salvoconducto en la competición electoral hacia el cargo o para ganarse la confianza de quien le nombrará.Es lo que algunos, y estoy generalizando obviamente aunque existen honrosas excepciones, ven como una sucesión indeterminada de gestos falsos e interpretación de un persona al que llegan a creerse. Sucesión de gestos que llegan a imprimirle carácter al personaje en la antesala de sus aspiraciones, creando una vida tan superflua como falsa en la cierta creencia de que se encuentran interpretando un personaje, que, generalizando, difiere bastante del que realmente es.
Pese a la falsedad inherente a la personalidad del aspirante, todavía esta personalidad padecerá otra transformación que se opondrá a la precedente y vendrá a repercutir negativamente en los convecinos y convecinas que le otorgaron su confianza y gracias a los cuales consiguió alzarse a la poltrona para ejercerla de manera despótica e irresponsable.
Los susodichos descritos proliferan por doquier. Instalados e instaladas en sus respectivas poltronas, atrás quedaron los falsos abrazos, las solícitas prestaciones, las palabras adecuadas a cada momento, los brazos por los hombros y el desenfado generalizado que caracterizó la etapa previa. Y empieza una nueva etapa caracterizada por el despotismo deslustrado e hiriente, que se plasma en el ejercicio del Poder de manera absoluta y como si su circunscripción electoral o Administración Pública le perteneciera y estuviesen siendo gobernadas como herencia familiar.
La soberbia y la prepotencia empiezan a aparecer y a envolver al gobernante produciendo el aspecto nauseabundo en un cada vez más amplio sector de la población. Y aquí es donde se empieza a conocer lo más recóndito y repugnante del gobernante, deshaciéndose de quienes le auparon a la poltrona y conformando un nuevo entorno que casi siempre suele ser el de mayor realengo y poder adquisitivo que con anterioridad generalmente desconocía e envidiaba, olvidando sus orígenes y originando el repudio generalizado en los sectores sociales iniciales.
De nada sirve el esfuerzo personal de quienes le auparon a la poltrona, lo importante ahora es aprovechar el período que dura el mandato y trabajar en el empeño por continuar desde la manipulación social en la distancia porque ya le produce hedor el contacto personal con sus gobernados. Es la manifestación de la robotización, la deshumanización y la podredumbre en su máxima expresión. Ante esa escasez de medios humanos se hace necesario configurar un nuevo equipo, ahora técnico, despreciando a los que le ayudaron a conseguir sus propósitos, que se caracteriza por la sumisión y la vida contemplativa en términos absolutos, sin reparar en que las uniones materialistas tienen una caducidad y ninguna fiabilidad, ésta circunscrita al grado de afección que le pueda involucrar en el desarrollo del rencor.
Son los gobernantes que no alcanzan a ver más allá de la acera de enfrente y que en una confusión nefasta de la pillería con la inteligencia se muestra incapaces de intuir lo que pueda haber tras el edificio que conforma la acera.’Juanico’ ha mostrado durante el ejercido de Poder el lado más miserable y recóndito de su personalidad vestida por los mejores diseñadores del momento.
Pero hete aquí que sus convecinos y profesionales comprados con los dineros públicos comienzan a verse heridos por los continuos desaires y hasta gestos despreciables con los que les están obsequiando. La situación creada por ese cúmulo de hechos se torna insoportable y el clamor popular es generalizado.La mayoría de los escándalos que saltan a la opinión pública desde los Juzgados vienen precedidos por situaciones derivadas de este estado de cosas en etapas de gobierno prolongadas en el tiempo y durante las que el cúmulo es inimaginable, donde también se produjo una confusión entre lo público y lo privado.
Aquí tenemos bien presente al Señor Gürtel/Correa que se está expandiendo por la geografía española como una amplia mancha de aceite incapaz de ser controladas.Es uno de los efectos que producen el mal ejercicio del Poder por los “Juanicos”. El despotismo deslustrado pasa a una nueva etapa como ex-gobernante caracterizada por estar encausados judicialmente y la animadversión por la mayoría de la sociedad a la que gobernó, en algunos casos condimentada esta etapa por un estado de depresión que algunos han dado en llamar ‘post-gubernamental’.
La soledad se alía de estos ex-gobernantes que ahora comienzan a vivir situaciones personales incomodas y embarazosas como justo fruto de sus acciones gubernamentales. Es una etapa caracterizada por un permanente ajuste de cuentas.