- Fue el libro que cambió mi visión del mundo
- Jacques Bergier conoció al alquimista Fulcanelli
- Fulcanelli descubrió el secreto de la Piedra Filosofal
- Esta obra marcó el principio del Realismo Fantástico
- Denunció los límites innecesarios de la ciencia moderna
- Abrió la mente a perspectivas fascinantes de la realidad
- La realidad es mucho más compleja de lo que suponemos
- El libro fue el comienzo de una revolución cultural y espiritual
- Civilizaciones desaparecidas, sociedades secretas y poderes internos
- Habló de misterios que dejaron a los existencialistas rascándose la cabeza
- Citó a Borges, Teilhard de Chardin, Arthur Clarke, Lovecraft o Gustav Meyrink
- Habló de las pirámides, la Isla de Pascua, las líneas de Nazca y el mapa de Piri Reis
- Todavía seguimos rascándonos la cabeza ante tanto misterio como existe en el cosmos
Cuando tenía trece años de edad vi con disimulo en el lateral de un quiosco de periódicos al que llamaban “el quiosco de Bonillo” un libro grueso en edición rústica titulado “El retorno de los brujos” de Louis Pawels y Jackes Bergier, editado por Plaza & Janés.
Lo contemplé desde el frente, por la izquierda y por la derecha, y de momento capté que ese libro era mío. Lo compré por la tarde cuando no había gente en la calle, porque sabía por instinto que hablar de ‘brujos’ era muy peligroso en aquella sociedad de mente cerrada en la que me educaron. Luego lo escondí en mi dormitorio para que no lo vieran mis padres, ni mi abuelo materno, que era muy intolerante con esos temas.
ENTUSIASMO
Me pasé varias noches leyéndolo en secreto y con un entusiasmo indescriptible, porque me identificaba con todo lo que leía. Me daban ganas de pegar saltos de alegría, pero no podía hacer ruido. La lectura de ese libro fue tan fuerte para mi que me tiró por tierra todo el materialismo y toda la religión dogmática estrecha e insoportable que me habían enseñado en el Colegio La Salle. Desde entonces se me quedó la cara de niño travieso, porque yo mismo llevé a cabo una demolición controlada del sistema de creencias que me habían inculcado a la fuerza en el Colegio a base de “cursillos de cristiandad” que eran, y siguen siendo, un lavado sectario de cerebro.
Y lo hice en silencio, con mucho disimulo, sin enfrentarme a nadie porque sabía que era inútil discutir. Yo mismo pedí a mis padres en otro curso que me sacaran de aquel colegio axfisiante y me matricularan en un instituto, que para mi fue una liberación. Así que pueden imaginar la simpatía que les tengo a los colegios católicos, porque fue una cárcel para mi. En cambio me encanta el ambiente abierto a la investigación de las universidades.
Diez años más tarde en la Universidad Complutense, se me ocurrió preguntar discretamente a mi profesor de Literatura qué le parecía este libro, y se puso hecho un basilisco conmigo. Era como si le hubiera clavado un puñal en donde más le dolía. Descalificó el libro por activa y por pasiva, como si atentara contra sus principios más sagrados de su ‘matrix’ personal, y al final dijo que era “una impostura literaria”. En cambio para mi, fue el libro más importante de mi vida.
CAMBIÓ MI VIDA
Este libro fue un hecho excepcional que cambió nuestra visión del mundo, y abrió cauces fantásticos para una explicación imaginativa y audaz de lo inexplicable. Civilizaciones desaparecidas, mentes de otros mundos, poderes internos desconocidos, sociedades secretas y mutaciones de la inteligencia, para situarnos en perspectivas fascinantes. Clásico de siempre, y texto difícilmente superable, sus propuestas no dejan de asombrarnos.
La aparición de “El retorno de los brujos” publicado en 1960, y subtitulado “Una introducción al realismo fantástico” lo escribió Louis Pauwels, en colaboración con Jacques Bergier, y trataba temas entonces novedosos: fenómenos parapsicológicos, civilizaciones desaparecidas, el esoterismo y su conexión con el nazismo y otros movimientos.
Pretendía dar comienzo a una nueva revolución cultural, y levantó una gran expectación. Fue objeto de críticas tanto elogiosas como demoledoras. En los años 1960 y 1970, se vendieron más de dos millones de ejemplares en francés y en otros idiomas, y la primera traducción al español se publicó en 1961.
El “realismo fantástico” es un término acuñado por Louis Pauwels y Jacques Bergier en su libro “El retorno de los brujos” para bautizar una nueva escuela de pensamiento. Pero esa misma expresión se ha utilizado para un movimiento literario en Hispanoamérica, muy diferente del libro original, como en el caso de Gabriel García Márquez.
Antes, en 1961, el éxito de “El retorno de los brujos” había llevado a Bergier y a sus colaboradores a editar una revista mensual sobre los mismos temas, llamada ‘Planeta’, de cuyo primer número se publicaron cinco mil ejemplares, tuvo cinco reediciones y se publicó una versión en España. En el momento de mayor venta, cada número sobrepasaba las cien mil copias. No obstante el éxito inicial, la revista dejó de publicarse en 1968, lamentablemente.
TIEMPOS DE MENTE ESTRECHA
Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos no había salido a la palestra Erik Von Daniken, ni Juan José Benítez ni otros muchos escritores y periodistas esotéricos que salieron luego, por lo que todos los temas esotéricos estaban muy mal vistos por el sistema, e incluso se consideraba una auténtica locura que cualquier académico hablara de esos temas.
Mientras Allen Ginsberg aullaba en el Beat Hotel, los asombrados lectores de Pauwels y Bergier hablaban de Alquimia, de astronautas antiguos, civilizaciones perdidas, magia, ocultismo, física cuántica, sociedades secretas, estados alterados de conciencia, de los extraños descubrimientos de Charles Fort, y de grupos olvidados como la Orden Hermética de la Golden Dawn, y del mago negro Aleister Crowley, con quien no simpatizo.
Pero ya entonces eran famosos autores como el jesuita Teilhard de Chardin, Arthur C. Clarke, H.P. Lovecraft, Jorge Luis Borges o Gustav Meyrink que se citan en el libro. Hoy en día se tolera más el tema porque se habla de “Alienígenas ancestrales” en televisión gracias a la labor divulgadora de Giorgio A. Tsoukalos, a quien le reconozco el mérito.
Bergier fue un personaje público y notorio en su momento. Incluso llegó a ser caricaturizado por Hergé en el álbum de Tintín “Vuelo 714 para Sídney” donde encarnó a Ezdanitoff, un estrambótico director de la revista ‘Comète’, contactado por extraterrestres, de quienes fue intermediario. Yo fui fan de Tintín y tenía todos sus álbunes.
Incluso todavía hoy somos víctimas de la inquisición dogmática de la ciencia oficial cerrada a todos los hechos que no encajan en sus teorías prefabricadas, y cualquier arqueólogo o científico que se atreva a salirse del carril oficial del pensamiento único totalitario se juega su carrera y su prestigio. Incluso yo, como periodista, estuve muchos años sin hablar de estos temas para no jugarme la carrera.
Incluso instituciones científicas como el Instituto Smithsoniano destruyen pruebas que no encajan con la ciencia oficial como los huesos de gigantes, pero no pudieron evitar un museo de gigantes en Ecuador, donde se exponía un gigante de siete metros en la provincia de Loja, cerca de la frontera con Perú. La reconstrucción de este esqueleto se la puede visitar desde el 2004 en el famoso Mystery Park en Interlaken, Suiza, de Erik Von Daniken.
EXISTENCIALISMO
Lo más avanzado en aquella época era, que estaba muy mal visto por la sociedad franquista de España, era el París del existencialismo de Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Simone de Beauvoir, con cuellos negros de polo, y jóvenes ‘progres’ como yo que repetían constantemente que todo era absurdo y que nada tenía sentido. Aquel desencanto era normal después de vivir el infierno de la segunda guerra mundial. Yo mismo asistía a tertulias existencialistas, pero me aburrían mucho por su pesimismo crónico.
En el mundo de cine en blanco y negro, de la ‘náusea’ y el ‘absurdo’, el marxismo y el compromiso social, parecía estallar con visiones en ‘technicolor’ de un extraño mundo nuevo. O tal vez un nuevo mundo viejo y extraño, un pasado olvidado que, al comienzo de la más moderna de las décadas, parecía estar listo para regresar para llevar a una nueva generación a un futuro fantástico. Aquel libro empezó a darle un sentido al mundo pesimista del desencanto.
Lo fantástico sería entonces lo que queda tras el velo de las apariencias del sentido común y el saber oficial. El “realismo fantástico” era para sus promotores una suerte de realismo superior o superrealismo, una síntesis integradora de poesía y ciencia capaz de desvelarnos visiones nuevas e importantes que hasta ahora se ocultaban en las sombras.
La obra de Bergier y Pauwels ha servido desde entonces como base para todo un género de libros de realismo fantástico, exoarqueología y exopolítica, y podrían catalogarse como los pioneros en este género al que luego se unirían otros autores.
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AUTORES MISTERIOSOS
Jacques Bergier (1912-1978) fue un físico nuclear e ingeniero químico que participó activamente en la Resistencia Francesa en la segunda guerra mundial y ayudó a destruir la planta atómica alemana en Peenemünde.- Louis Pauwels (1920-1997) fue un periodista francés que fundó la revista ‘Planeta’ de la que se hizo una edición en España.
Louis Pauwels había editado un libro hostil y engañoso sobre el enigmático maestro esotérico G.I. Gurdjieff.- Pauwels había pasado sus últimos años en París y dirigía el periódico ‘Combate’ después del final de la segunda guerra mundial; un editor anterior había sido el mismo Albert Camus.
Jacques Bergier, nacido en Rusia, era un físico e ingeniero químico interesado en la Alquimia como yo, y con un colorido pasado como espía y luchador de la resistencia. Los dos se conocieron mientras trabajaban en una serie de artículos sobre ciencia contemporánea para una popular revista parisina. Fueron introducidos por André Breton, el papa negro del surrealismo, que tenía un interés distinto en la magia, como lo muestra su exploración del Tarot, Arcano-1.
Pauwels y Bergier pronto descubrieron que tenían mucho en común. Compartieron una idea central, la insatisfacción con lo que veían como los límites innecesarios de la ciencia moderna, una restricción que muchos encuentran todavía hoy.
Pauwels ya había pasado varios años investigando varias escuelas de “pensamiento alternativo”. Además de pasar tiempo en los grupos de Gurdjieff a finales de la década de 1940, también había explorado las enseñanzas de Swami Vivekananda y el tradicionalismo de René Guénon.
Bergier también procedía de un entorno algo místico; a menudo hablaba de un tío abuelo en Rusia que había sido conocido como un “rabino milagroso”. Bergier se había formado con el físico André Helbronner, cuya área de investigación era la transmutación de los elementos, la esencia de la Alquimia.
Helbronner fue asesinado por los nazis en Buchenwald y el propio Bergier pasó un tiempo en Mauthausen. Después de su liberación, se convirtió en espía de los Aliados. En una misión descubrió que los alemanes tenían un suministro secreto de uranio, evidencia, al parecer, de que los nazis estaban cerca de fabricar su propia bomba atómica.
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FULCANELLI
Bergier también afirmó que en 1937 conoció al esquivo Fulcanelli, una de las figuras más misteriosas de la historia de la Alquimia. Se creía que Fulcanelli había descubierto el secreto de la Piedra Filosofal y en su famosa obra “El misterio de las catedrales” reveló los significados ocultos del “lenguaje verde” alquímico, los símbolos esotéricos tallados en piedra en las grandes obras maestras góticas de Chartres y Notre Dame de Paris.
Fulcanelli es el seudónimo de un autor desconocido de libros de alquimia del siglo XX. Se han lanzado diversas especulaciones sobre la personalidad o grupo que se oculta bajo el seudónimo. Fulcanelli se movió hasta los años veinte del siglo pasado por Francia y ocasionalmente por España: Vascongadas, Sevilla y Barcelona. Para algunos era un personaje de vasta erudición con importantes contactos y relaciones con círculos selectos e influyentes.
Jacques Bergier menciona en su libro que Fulcanelli y otro alquimista se dedicaron a visitar a los más conocidos físicos nucleares entre las dos guerras mundiales. Ambos describieron somera pero muy gráficamente en qué consistía un reactor nuclear y advirtieron de los peligros de las sustancias radiactivas subproductos de las reacciones.
Esto pasó sin mayor atención respecto de los científicos hasta que Fermi logró la primera reacción en cadena. Alguno de los visitados recordó, entonces, la conversación mantenida con alguno de los dos supuestos alquimistas y comunicó la historia a los servicios de inteligencia correspondientes. Inmediatamente los servicios aliados comenzaron la búsqueda de ambos personajes. Fulcanelli fue imposible de encontrar, mientras que la otra persona resultó fusilada en el norte de África por ser colaboradora de los alemanes.
LOVECRAFT
En la década de 1950, el nombre de Bergier se vinculó con el extraño escritor de ficción estadounidense Howard Philips Lovecraft, que había adquirido un prestigio crítico en Francia que le negaban en su tierra natal. Su fascinación por el trabajo de Lovecraft fue de larga duración.
En 1953, un amigo común puso en contacto a Jacques Bergier con Louis Pauwels, periodista y escritor humanista de tendencias místicas. Aunque aparentemente no tenían mucho en común, pronto surgió la amistad, y de ahí el proyecto de un libro en colaboración.
Inicialmente la idea de Pauwels era escribir sobre la historia y la realidad de las sociedades secretas, pero Bergier lo convenció para ampliar el contenido. Trabajaron juntos durante varios años. El material de trabajo (libros, datos, casos) era proporcionado por Bergier, y la redacción final correspondía a Pauwels. El resultado final fue “El retorno de los brujos” subtitulado “Una introducción al realismo fantástico” que fue publicado por Gallimard en 1960.
TRES TEMAS INCREÍBLES
Estos son algunos de los temas tratados en la obra:
- La Alquimia.- Enlazando con una crítica del positivismo y del reduccionismo cientifista heredados del siglo XIX, los autores exponen el procedimiento alquímico como muestra de un saber técnico alternativo pero no forzosamente opuesto a la ciencia moderna.
- Las civilizaciones desaparecidas.- Inspirándose en la recopilación de hechos extraños de Charles Fort, Bergier y Pauwels consideran la posibilidad de que otras civilizaciones hayan florecido sobre la Tierra y que se hayan extinguido antes de nacer la nuestra, y enumeran indicios que con el tiempo se han convertido en tópicos: las pirámides egipcias, la Isla de Pascua, las líneas de Nazca, las cartas de Piri Reis, diversos textos hindúes, etcétera.
- Nazismo y esoterismo.- La tesis de los autores sobre la Alemania nazi es que sólo una transformación radical de la base cultural y moral permite explicar lo inexplicable, el crimen y el desastre absolutos. Bergier y Pauwels detallan la vinculación de la cúpula nacional-socialista a cultos esotéricos, así como la creencia en mitologías y cosmogonías aberrantes que en determinado momento se convierten en la ciencia oficial.
PARAPSICOLOGÍA
La parapsicología.- Quizá uno de los pasajes más célebres del libro es el que relata un experimento telepático organizado por la Marina de los Estados Unidos en 1958: a lo largo de varias sesiones, un sujeto a bordo del submarino atómico ‘Nautilus’ habría intentado adivinar qué cartas sacaba al azar un aparato mecánico situado en una base en tierra firme. El porcentaje de logros habría superado con creces a lo estadísticamente ‘normal’.
En esta obra proponen que la realidad podría ser mucho más compleja de lo que suponemos o imaginamos, y que nuestra percepción de los hechos y nuestro juicio, acerca de lo verdadero y de lo falso, podrían estar sesgados por todos los estándares, concepciones y teorías convencionales establecidos, implícitos en el “sentido común”.
Lo que nos parecería falso, anormal o fantástico podría ser simplemente lo que no cabe en la manera común de ver las cosas. Y, desde ese punto de vista, sería mejor apartarlo, olvidarlo y condenarlo, como diría Charles Fort.
Lo que proponen Bergier y Pauwels en su obra es que el lector se libere de prejuicios, de teorías y concepciones caducas, y vuelva a mirar directa y valerosamente a los hechos cara a cara, uno a uno, por fantásticos que resulten, antes de decidir con cuáles quedarse. “No nos lo creemos todo -escribieron- pero creemos que todo debe ser examinado.”
ÉXITO EDITORIAL
Durante cinco años Pauwels y Bergier recopilaron material, recorriendo bibliotecas y salas de publicaciones periódicas, hurgando en periódicos, revistas y revistas científicas, buscando librerías curiosas y poco conocidas. Estudiaron textos antiguos, investigaron prácticas abandonadas y estudiaron minuciosamente informes de fenómenos extraños que fueron pasados por alto o activamente ignorados por la corriente principal, creando su propio tipo de ‘Expediente X’.
Su objetivo era mostrar cómo prácticas como la Alquimia, desde hace mucho tiempo descartadas por la mente moderna, tenían muchos paralelos con la física moderna, y que de alguna manera extraña la era moderna, que se nos avecinaba, podría tener más que ver con las ideas antiguas que se encuentran en la magia y el ocultismo de lo que sospecharíamos.
En cierto sentido, “Isis sin Velo” (1877) de Madame Blavatsky actualiza la ciencia con los últimos secretos del pasado remoto. Esto estaba en consonancia con su creencia de que, “como un paso preliminar para comprender el presente, uno debe ser capaz de proyectar la propia inteligencia en el pasado y en el futuro”.
No era de esperar que un libro sobre magia y realidades alternativas incendiara el Sena. Sin embargo, pocas semanas después de la publicación, “El retorno de los brujos” tenía ambas orillas del río hablando de cosas que dejaron a los existencialistas rascándose la cabeza. Todavía hoy seguimos rascándonos la cabeza ante tanto misterio como existe en el Cosmos. Este libro fue una carga de profundidad contra la ciencia cartesiana del siglo XIX.
El autor de este artículo de opinión es Periodista Licenciado y Colegiado, con cuarenta años de experiencia, y Oficial de Aviación Reservista Honorífico, entre trece titulaciones.
Mi seudónimo es Liu Suria. (Un seudónimo es un nombre o ‘alias’ utilizado por un periodista en sus actividades, en vez del suyo propio, pero en realidad es mi nombre espiritual.)