Concertar una entrevista o un acto y no acudir es algo común que provoca hilaridad en la persona afectada y suele ser sorteada su acción por quien lo lleva a cabo, toda vez que se programa la vida cotidiana en función de ello, por lo que siempre ha resultado bastante negativo especialmente en la época en la que no existían los teléfonos móviles ni Internet y actualmente siempre existe la excusa.
Siempre se ha dicho que excusas existen tantas como colores y que acudir a un acto concertado ha pasado a incorporarse a las normas de urbanidad que no es otra cosa que la educación, por lo que el incumplimiento de dicho acuerdo sin previo aviso está comúnmente aceptado como una falta de educación que conlleva también al debido respeto que nos debemos todas las personas.
Evidentemente puede surgir un imprevisto entre el momento de acordar la entrevista o el acto y el instante en que se debería llevar a cabo, lo que producía antaño la necesidad de establecer la necesaria comunicación con la parte para que tuviera conocimiento del hecho que impedía su cumplimiento. Generalmente no se producían los comúnmente llamados plantones o faltas a la cita, erigiéndose su cumplimiento en símbolo de la caballerosidad, elegancia, estilo y educación.
Empero el plantón se producía entonces frecuentemente entre la juventud, ya que se había llegado a concordarlo de manera presionada y su consecución era una forma de expresar el desinterés. Maduros y jóvenes tenían en común, ocasionalmente, el no poder avisar en la mayoría de las ocasiones por el imposibilidad material de establecer una comunicación con carácter inmediato.
Esa comunicación en la que se basaban muchos incumplimientos no se debería producir en la actualidad debido a que se ha erigido en símbolo del desarrollo social, por lo que no debería insertarse en la excusa para autodisculparse la persona que produce el llamado plantón. Si el plantón, como digo, se producía con cierta frecuencia entre la juventud y el cumplimiento o incumplimiento del acuerdo, por simbólico que fuese, catalogaba a las personas, es ahora sumamente frecuente entre las personas maduras, supuestamente, en términos psíquicos.
Si se circunscribe a la esfera privada no suele tener más repercusión que la que compete a ambas partes, por cuanto afecta exclusivamente a ellas. Pero cuando trasciende a la esfera pública y se trata de una convocatoria entre un personaje público y personas privadas interesadas en la acción a llevar a cabo por esa persona pública es entonces cuando adquiere especial relevancia debido a su magnitud por el grado de afección que le produce. Es decir, lo que produce hilaridad entre personas privadas es lo que produce perplejidad y sume al personaje público en un gran despropósito.
Y tanto mayor es la gravedad que reviste este incumplimiento o plantón es si lo produce un personaje político, que, en primer lugar, se autocalifica y, en segundo lugar, pone en evidencia su percepción de la actividad política, y esto, amable lector, que distrae su tiempo en este espacio periodístico, suele ser más frecuente aún en la actividad política, por lo que no debe extrañar los epítetos con que califico a algunos personajes políticos que se comportan de esta u otra manera pero en cualquier caso llevan a cabo acciones en las que no debe reflejarse responsable, sería irresponsable, político alguno.