Después del espectáculo de distracción montado en torno a las falsas primarias del PSOE, el deber del todavía presidente Griñán no es deshacerse en elogios sobre la candidata que él mismo señaló y blindó políticamente para sucederle, sino en aclarar a los andaluces cuál va a ser su papel en el confuso panorama que su anunciada salida nos deja.
Es comprensible que el señor Griñán esté ahora más pendiente de ver qué sucede con los sumarios abiertos para esclarecer los casos de presunta corrupción existentes en su gestión, pero su responsabilidad directa con los ciudadanos andaluces es explicar cuál va a ser su hoja de ruta en los próximos meses.
Lo contrario sería una nueva falta de respeto a los andaluces. De todos modos, no podemos olvidar que la escenificación de las primarias no acaba con los hechos por los que el señor Griñán quiere poner tierra de por medio. Griñán y su heredera, Susana Díaz, son responsables políticos del uso fraudulento de 1.400 millones de fondos públicos para Fomento del Empleo, de los 93 imputados en la trama ERE, de ellos 30 altos cargos y 7 Consejeros y ex consejeros y de casi 200 millones de euros en INVERCARIA que se repartían entre los amigos socialistas.
Todos estos hechos no los cambia, ni los disuelve, los movimientos internos del PSOE o las coreografías montadas en torno a las primarias. Esa realidad es, por otro lado, la pesada losa con la que carga desde hoy la designada como heredera digital del griñanismo. Doña Susana Díaz aparece como vencedora de un proceso electoral interno tan inexistente como amañado desde el primer minuto, y anuncia que llega con la intención de abrir un tiempo nuevo en la política andaluza.
Pero no hay novedad en los métodos, ni en los estilos, ni en el constante desprecio a la voluntad de los andaluces. Después de tres décadas de poder socialista, el PSOE andaluz considera que puede regalar San Telmo como herencia a sus protegidos y protegidas sin dar explicaciones a los andaluces. Lo hizo Chaves y ahora lo hace Griñán.
La historia se repite, con un absoluto menosprecio por el voto de los andaluces y a la voluntad popular. Y mientras tanto, los socios radicales de IU, viven estos días con la incertidumbre de no saber si podrán seguir manteniendo sus sueldos y despachos o si habrán de concurrir a unas elecciones en donde los andaluces no pasarán por alto el despliegue de radicalismo y tensión que se han empeñado en imponer en la escena política andaluza. Por todo eso, Griñán debería hablar un poco más y aplaudir un poco menos.